Los brasileños están llamados este domingo a las urnas para elegir a su nuevo presidente para 2023-2027. Se presentan más de una decena de candidatos, pero la elección final (en primera o segunda vuelta) es entre Jair Bolsonaro o Lula da Silva, entre un modelo de libertad o el regreso al pasado corrupto, y al criminal Socialismo de Siglo XXI.
El pueblo brasileño debe elegir entre combatir al comunismo o llevar otra vez al poder al fundador del Foro de Sao Paulo, esa red constituida por Lula y Castro a principios de los 90 para asaltar las democracias en la Iberosfera; entre la defensa de la cultura de la vida y de los valores cristianos o el aborto y la ideología de género; entre la libertad de expresión o la censura; entre una política económica que genera prosperidad o la ruina socialista…
Después de los trágicos últimos éxitos del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla en países como Colombia y Chile (y antes en Perú y en Honduras), Jair Bolsonaro representa uno de los últimos diques de contención que tienen los defensores de la libertad, del Estado de Derecho y de la democracia en la Iberosfera. La vida de los brasileños es hoy mejor que hace cuatro años. Brasil presume de ser un país seguro, donde se persigue la delincuencia y al delincuente, y las reformas impulsadas por el Ejecutivo de Bolsonaro en la primera parte de su mandato han logrado una economía saneada y en crecimiento constante a pesar de los estragos de la pandemia.
Enfrente de Bolsonaro está Lula, un corrupto con pruebas sólidas y sentencias firmes al que un juez anuló las condenas por un tecnicismo, un expresidiario que quiere volver al poder para que regrese el saqueo sistematizado de su Gobierno y del de Rousseff. Él y su modelo deben ser rechazados con la fuerza de los votos por todos los brasileños de bien.