lunes, noviembre 18, 2024
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24 horas de alta política

Estaba aún un poco dormido cuando salió Pau Gasol Errejón en televisión con una propuesta de altura: que Instagram avise de los retoques de sus fotos para evitar complejos entre los jóvenes. En la sede central de California no se habla de otra cosa. Están incluso planteando añadir un nuevo botón, junto al “me gusta” y al “compartir”, que lleve por nombre “Errejón”. Si le das, a tu selfie le salen orejas de burro.

No me había recuperado aún del gravísimo problema de que nos volvamos más morenos en las fotos de Instagram, cuando escuché los gritos del carajal mediático montado por la izquierda, y los tontos útiles habituales, en torno al machismo, con enlutadas declaraciones de varios ministros incluidas, condenas unánimes en los medios de comunicación más severas que las de un atentado del Estado Islámico, Trending Topics, y sesudas reflexiones de los sesudos habituales, que nunca pierden ocasión de mostrarnos lo grandes que tienen los sesos. 

Al parecer, todo por los cánticos tontitos de un grupo de adolescentes macho y la respuesta igualmente tontita de un grupo de adolescentes hembra, de un colegio mayor a otro. A propósito, como muestra de que la inmadurez política es más grave que la de los colegios mayores, una buena colección de especialistas en condenas exprés, incluido el líder del PP, se quedaron con el culo al aire al ver la segunda parte del vídeo en el que las chicas demuestran que, según nuestros expertos, tampoco tienen alma.

Todos estos políticos incorruptos, purísimos, y decentísimos, nacieron ya con 40 años

Créanme que no espero nada de una clase política, de un conglomerado ideológico, y hasta de una porción de ciudadanos, que hace ya años consideró líder mundial y eminencia máxima ante la ONU a una niña de 15 años con evidentes problemas y teledirigida por unos padres sin escrúpulos. Por eso tampoco me asombra que esperen que los niñatos rebosantes de hormonas que aúllan a las niñas del colegio mayor de enfrente, y viceversa, se intercambien poemas de Garcilaso y consignas a favor de la paz en el mundo. Lo normal: “¡A Dios pongo por testigo / que el sábado bailaré contigo, Elisa”; y Elisa: “Se me acongoja el corazón / de pura emoción, Ramón”.

Supongo que ni Irene Montero, ni Pedro Sánchez, ni siquiera un despistadísimo Feijóo, han tenido nunca 18 años. Supongo que nunca han vivido en un colegio mayor. Supongo que no han ido a la universidad, no han salido de copas con veinte años, no han hecho ninguna estupidez para llamar la atención del sexo opuesto, y no se han cogido una cogorza descomunal en su vida. Supongo que, tras beberse el barrio entero de cerveza, nunca han coreado nada de lo que fueran a avergonzarse a la mañana siguiente, nunca han hecho y reído chistes de pésimo gusto, nunca han sido injustos, groseros, malhablados, incorrectos, o sencillamente, nunca se han comportado, entre los 15 y los 20 años, como perfectos gilipollas. Todos estos políticos incorruptos, purísimos, y decentísimos, nacieron ya con 40 años y conquistaron a sus primeras parejas recitando artículos de la Constitución en los pubs.

He visto suficiente mundo como para saber que es irrelevante lo que dice un idiota de esa edad cuando está de juerga

Los felicito. Aunque yo diría que lo único que diferencia a sus borracheras juveniles de las de los niños y niñas de esos colegios mayores de hoy, es sencillamente que nadie los grababa con un teléfono móvil y lo exponía al universo entero en redes sociales. Mi promoción, donde habitan varios santos canonizables, excelentes profesionales, y grandes padres y madres de familias bellísimas, podría morir de pánico si alguien comenzara a sacar a pasear por las redes imágenes de su propia antología de borracheras, gamberradas y tonterías de enfermos de inmadurez. La izquierda cree que hay un patrón cultural en todo esto y yo también: se llama whisky. 

Habrá algún bobo enciclopédico que objete, levantando mucho el mentón, que él también ha tenido 18 años y jamás ha proferido gritos así. Ciertamente, yo tampoco, pero he visto suficiente mundo como para saber que, más allá de las normas del Colegio Mayor y del Código Penal, es irrelevante lo que dice un idiota —macho o hembra— de esa edad cuando está de juerga. Es tan irrelevante como la noticia, como la polémica artificial. 

La única razón por la que un video así se convierte en noticia, no es por la denuncia severísima y sin contexto que todos han aprovechado para hacer en sus periódicos y televisiones, sino por el imán de audiencia que genera. Que los medios intenten ganar dinero está bien. Que los políticos intenten elevar una borrachera colectiva de cuatro niñatos a asunto de Estado, que la izquierda demonice al colegio mayor (obviamente porque es religioso), y que hasta en el PP hagan declaraciones institucionales santiguándose, me produce más vergüenza ajena que el severo correctivo de Errejón a Instagram, algo que creí insuperable hace solo unas horas. 

Hagan un último servicio a España: dejen de hacer el ridículo.

Fuente: La Gaceta de la Iberosfera

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