Es difícil imaginar una fiesta nacional más admirable que el día de la llegada de la Santa María, la Pinta y la Niña a América. Por lo general, las naciones suelen conmemorar independencias, constituciones o levantamientos. Los herederos de la Hispanidad, en cambio, celebramos un encuentro, el inicio de una historia de unidad que dura hasta a través de una herencia común que, como la verdad, se impone de manera natural a pesar de sus enemigos seculares.
La Hispanidad, festividad oficial desde hace poco más de un siglo, no es sólo un conjunto de países con acervos religioso, histórico y cultural comunes. Fronteras, política y mapas aparte, es —en presente— la empresa de evangelización y hermandad más importante y vigente de la historia.
El 12 de Octubre de 1492 comenzó a nacer la España moderna y contemporánea, forjada durante siglos en América, que hoy mantiene su carácter político en la Península Ibérica, las islas Baleares y Canarias, Ceuta, Melilla y las otras cuatro plazas de soberanía, pero que pervive, se vive y se comprende al otro lado del Atlántico.
Por los que nos precedieron y nos precederán, por todo lo que nos une, cada 12 de Octubre y todos los días, hay mucho que celebrar.