a suerte le ha sonreído, una vez más, a Rishi Sunak. Su derrota el 5 de septiembre frente a Liz Truss en la elección para liderar al Partido Conservador y a Reino Unido sólo fue una pausa que hoy le permite presumir: “Se-los-di-je”.
Si hubo alguien que criticó a Truss y sus planes económicos fue este multimillonario que hoy hace historia al ser designado como premier, el primero de una minoría étnica, el primero no blanco, el primero de religión hindú… y el más joven. Con sus 42 años, rompe el récord que había impuesto David Cameron, quien asumió a los 43.
Sunak, mayor de tres hermanos, padre de dos hijas, exbanquero, experto en temas económicos al haber trabajado en Goldman Sachs y dos fondos de cobertura, con un pasado reciente como ministro de Finanzas, sabe de lo que habla. Nieto de migrantes indios, no tuvo que pasar las privaciones de sus antecesores. Su familia se mudó a Londres y él se crió en Southampton, se matriculó en los mejores colegios, incluyendo el Winchester o la Universidad de Oxford, donde estudió Filosofía, Política y Economía.
Mientras Truss pregonaba su recorte de impuestos, Sunak advertía de la “catástrofe” que se avecinaba al endeudar más al gobierno. “Son cuentos de hadas”, dijo de los planes de la primera ministra. Los mercados le dieron la razón. Sunak parece estar dispuesto a tomar medidas dolorosas que saquen a Reino Unido de la crisis en la que se encuentra. Incluyendo elevar impuestos para controlar la inflación.
Exdiputado, fue el Brexit lo que impulsó su carrera política. Fue uno de sus más firmes partidarios en el referéndum de 2016 y los conservadores le echaron el ojo. A partir de ahí, su ascenso fue meteórico. Como primer ministro, Boris Johnson lo nombró secretario del Tesoro en julio de 2019 y en febrero siguiente, ministro de Finanzas.
Sin embargo, Sunak vio el desastre que se le avecinaba a Johnson, sumido en una serie de escándalos por las fiestas organizadas en Downing Street aún en pandemia, y sus nombramientos escandalosos de funcionarios acusados de acoso. Sunak fue el primero en dar un paso al costado del gobierno y desató un efecto cascada que derivó en la renuncia de Johnson y el nombramiento de Truss.
Sunak tiene un talón de Aquiles: carece de la simpatía de los británicos. Que con su esposa tenga una fortuna que supera a la de los monarcas, mientras los británicos se sacrifican por pagar las cuentas no le ayuda. Y que ella no pagara impuestos por ser extranjera, menos —tuvo que optar por pagarlos para acallar las críticas—. Tampoco el aparecer vestido con ropa de diseñador o con tazas “inteligentes” que cuestan cientos de libras.
Entre sus defectos: no es un gran comunicador. En su primer discurso lució acartonado y fue incapaz de decir gracias. Pero los resultados son los que importan. Deberá entregarlos pronto, no sólo por su sobrevivencia, sino la del Partido Conservador.