Argentina y Brasil, más allá de la cercanía, no tienen demasiado en común para establecer un paralelismo en lo político de la historia reciente. Jair Bolsonaro no fue Mauricio Macri, Luiz Inacio Lula da Silva no fue Néstor Kirchner, ni es Cristina Fernández, pero, aún así, el kirchnerismo establece una suerte de analogía entre su historia y la del Partido de los Trabajadores. El paso por la cárcel del presidente electo, y el relato de la persecución, es lo que incita al cristinismo duro a soñar con el operativo retorno el año próximo.
Aunque Máximo Kirchner puso en duda la última semana que su madre quiera competir en las próximas elecciones, no son pocos los funcionarios que insisten con “Cristina 2023”. Sin embargo, las encuestas (que a Lula le daban una amplia victoria que no se materializó) coinciden en dos cosas: ninguno de los dirigentes del oficialismo en Argentina tiene chances de ganar la elección y CFK ha perforado su piso del histórico 30% del kirchnerismo duro.
En el contexto latinoamericano de los oficialismos que pierden las elecciones, Cristina pretende, aunque parezca insólito, también mostrarse como “opositora”. Aunque es la ingeniera del Frente de Todos, además de la vicepresidente en ejercicio, Kirchner critica al “gobierno” como si se tratara de una dirigente opositora. Pero el fuerte denominador común de la estrategia paralela con Brasil es la condena que sufrió Lula y las que caerán sobre ella en cualquier momento. El cuentito es idéntico: el referente político “popular” que cuidó los intereses del pueblo, la persecución político judicial de “la derecha” y los grupos poderosos y el final feliz: el retorno a la presidencia luego de las supuestas injusticias. Lula realizó el camino completo. Cristina está en la mitad, pero su espacio político ya utiliza los resultados en Brasil como una hoja de ruta.
Sin embargo, aunque el kirchnerismo no lo mencione, existen grandísimas diferencias entre los contextos de Argentina y Brasil. Bolsonaro deja una economía sólida y funcionando, que ni siquiera pudo cuestionar Lula, que hizo campaña con slogans vacíos como el retorno de la “felicidad” del pueblo y la “picaña con cerveza helada” para todos. Sea Cristina u otro candidato del peronismo, en la próxima campaña electoral la oposición le endilgará al Frente de Todos haber sido el peor gobierno desde el retorno a la democracia, sino el peor de la historia argentina. Alberto Fernández, y su compañera en la sombra, dejarán un país muy distinto al Brasil de hoy: inflación desbordada, déficit fiscal, aislamiento internacional, desempleo, inseguridad, tarifas impagables y una pobreza histórica. Con este escenario, sea CFK u otro peronista, la victoria de Lula no será un argumento sólido para el electorado local el año próximo.