SAO PAULO.- El presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y sus colaboradores comenzaron este lunes a moldear lo que será el tercer gobierno del oficialista, bajo la atenta mirada del mercado y la comunidad internacional.
Lula, de 77 años, regresó al trabajo luego de una semana de descanso en el estado de Bahía (noreste) con la futura primera dama, Rosangela da Silva, tras una intensa campaña electoral.
Este lunes el exmandatario mantuvo reuniones con su equipo en Sao Paulo y «el miércoles estará en Brasilia» para acompañar la transición, indicó un asesor del equipo, asegurando que la «agenda» de encuentros en la capital «todavía no está cerrada».
Bajo la coordinación del vicepresidente electo, Geraldo Alckmin, el equipo de transición empezará a recibir informaciones sobre el Estado entregadas por la administración de Jair Bolsonaro.
El gobierno electo está ante un desafío inmediato: garantizar recursos para cumplir promesas de campaña, como la manutención del Auxilio Brasil, antiguo Bolsa Familia, en 600 reales -118 dólares-.
«No podemos comenzar 2023 sin el Auxilio, sin un aumento real del salario mínimo. Se le prometió al pueblo en las urnas», dijo Gleisi Hoffmann, presidenta del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula.
Sin recursos suficientes en el presupuesto, aliados de Lula negocian con el parlamento la aprobación de un proyecto de enmienda constitucional que permita aumentar los gastos, burlando la regla del «techo de gastos».
El proyecto debe ser aprobado antes del 15 de diciembre.
Solo para el Auxilio Brasil, con un bonus prometido de 150 reales -30 dólares- para familias con niños de hasta 6 años, serían necesarios 70.000 millones de reales -casi 14.000 millones de dólares-.
Lula se prepara para un pulso con el Congreso.
El conservador Partido Liberal de Bolsonaro será en 2023 la mayor bancada en ambas cámaras, una oposición más dura que la protagonizada por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), durante los dos primeros mandatos de Lula.
Pero líderes del «Centrao», partidos que suelen aliarse con el gobierno, han mostrado rápidamente voluntad de diálogo.
Lula, presidente entre 2003 y 2010, derrotó en el balotaje a Bolsonaro, en una campaña que se centró en la promesa del retorno a una prosperidad pasada, sin muchas pistas sobre cómo pretende gobernar.
Ahora enfrentará «el mismo desafío de la izquierda latinoamericana» que llegó recientemente al poder, dijo el politólogo Leandro Consentino.
Esto es: «Cómo compatibilizar la responsabilidad fiscal con una agenda social bastante esperada», en un contexto pospandémico de inflación y posible recesión global, agregó este profesor del instituto Insper de Sao Paulo.
El mercado, en vilo
La realidad económica de Brasil dista de la bonanza de los años 2000, cuando Lula pudo financiar sus políticas sociales surfeando el ‘boom’ de las materias primas.
Prometió conciliar «responsabilidad fiscal, social y sustentable», pero mantiene en vilo al mercado por la definición de quién será su ministro de Hacienda, incertidumbre que se extiende a todas las carteras.
A diferencia de Bolsonaro, que creó un «superministerio» de Economía, Lula prevé desdoblar la cartera en tres: Hacienda, Planificación e Industria y Comercio.
«El mercado reaccionará de acuerdo a los nombres que formen el conjunto», aseguró Adriano Laureno, de la consultora Prospectiva.
Fernando Haddad, exministro de Educación, y Aloizio Mercadante, coordinador del programa de gobierno de Lula, podrían desembarcar en el área económica, especula la prensa brasileña.