martes, noviembre 19, 2024
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Antiélites

El gobierno más caro de la historia ha lanzado una campaña contra el derroche. Se llama derrochólicos y en ella se nos presenta a un grupo de personas sentadas en círculo confesando sus pecados contra el planeta. Que si uno pone la calefacción demasiado alta, que si otra abusa del vehículo privado, que si un tercero enciende un lavavajillas a media carga. Tras cada testimonio, los presentes aplauden a modo de catarsis. Es como una de esas reuniones de alcohólicos anónimos, pero sustituyendo el alcohol por los hábitos de consumo eléctrico de Al Gore.

Unas élites que mientras nos piden acortar el tiempo de ducha, se pegan la fiesta padre en una urbanización-balneario llena de piscinas y lagos artificiales climatizados

Como en esas reuniones, admitir la falta es el primer paso, pero no es suficiente. Hace falta dejarse ayudar y cambiar de conducta. Y para eso está precisamente el Gobierno, que en el mismo anuncio nos dice que «de malgastar energía también se sale» y nos ofrece un decálogo de normas que nos harán más resilientes y sostenibles y nos ayudarán a ponernos al día con los objetivos de neutralidad climática decididos por las élites del Foro de Davos.

Alguien dirá que esta campaña es una provocación y un insulto. Que un Gobierno que utiliza aviones y helicópteros del Ejército para toda clase de desplazamientos particulares, incluida la asistencia a mítines y hasta a fiestas del pijama en Nueva York, debería cuidarse mucho de levantarle el dedito al español medio, que está sufriendo la enésima crisis económica de la década fruto de la locura y la corrupción de sus élites.

Otros se preguntarán por qué en este anuncio sólo aparecen personajes españoles blancos de acento neutro bautizados con nombres del santoral católico como Pablo, Ana, Jesús o Lucía, en lugar del socorrido y artificial elenco de inmigrantes, lesbianas, niños con vulva, nombres paganos, mujeres con velo y gente con sobrepeso al que la vulgar propaganda institucional del Gobierno presenta siempre como modélico, ejemplar y feliz.

Unas élites que mientras aleccionan a la plebe sobre la importancia de cambiar el coche por una bici, viajan a sus aquelarres climáticos en avión privado

Yo, personalmente, pienso que España en particular y Occidente en general viven bajo la tiranía de unas élites lunáticas e ilegítimas. Unas élites que mientras aleccionan a la plebe sobre la importancia de cambiar el coche por una bici, viajan a sus aquelarres climáticos en avión privado. Que mientras nos piden acortar el tiempo de ducha para salvar a la pachamama, se pegan la fiesta padre en una urbanización-balneario llena de piscinas y lagos artificiales climatizados. Y que mientras acusan a quien les paga la fiesta de ser un derrochador por norma, fingen que sus vidas a todo trapo y sus excesos son la excepción dentro de la secta climática.

Unas élites, en definitiva, que han igualado –cuando no superado– a la casta porcina que en su día retrató Orwell en Rebelión en La Granja. Y que no son élites, sino antiélites.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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