Egildo Luján Navas:
Recientemente, culminó la ronda de negociaciones y de acuerdos en París, entre el régimen venezolano y una supuesta oposición en representación de «ALGUNOS» sectores de la Sociedad Civil; es decir, con aquellos que ya hicieron maletas para continuar con unas vacaciones 5 estrellas, además de una nueva ronda en México.
Así, por supuesto, se reinicia un nuevo capítulo de la ya prolongada cadena de episodios y de encuentros, sin haber logrado, hasta hoy, ningún resultado que no haya sido el de causar una creciente desilusión y desesperanza en el pueblo, que continúa sufriendo todo tipo de dificultades, ruinas y hambre.
Al término del culminado encuentro en París, fueron anunciados los presuntos convenios entre las partes. Uno de ellos fue permitirle a la compañía petrolera Chevron, empresa Norte Americana productora de crudos pesados con instalaciones de producción en Venezuela, para que opere en suelo criollo, tentativamente por 6 meses, y renovable intermitentemente, mes a mes, todo sujeto al debido cumplimiento de las condiciones. De esa manera, se reanudaría la producción de crudo en el país, para ser vendido a Estados Unidos, únicamente, hasta cobrar el producto de la acreencia venezolana que se mantiene con ellos, y que monta a unos miles de millones de dólares.
Adicionalmente, acordaron rescatar aproximadamente 3 mil millones de dólares de un dinero venezolano bloqueado o retenido en los Estados Unidos y Europa, por ser supuestamente producto de operaciones cuestionadas e ilícitas. Y, en caso de lograr su liberación, ese dinero sería invertido en mejorar la pésima situación de los servicios públicos que exhibe actualmente Venezuela, además de la precaria situación de pobreza que registra gran parte de la población venezolana.
Para variar, por cierto, ya hay discrepancias de opinión en el exterior, en cuanto a la posible liberación de este dinero. ¿Causas?: por estar sujeto a juicios o trabas legales, lo cual puede dificultar la accesibilidad al mismo. Y, adicionalmente, interna y localmente, los negociadores de ambos bandos, «jugando en posición adelantada,» están repartiéndose «el producto de la gallina de los huevos de oro», o de fondos sobre los que todavía no hay seguridad de que se tendrá acceso a ellos.
Esos supuestos convenios -o acuerdos- establecen que los fondos, al ser liberados -y si es que se logran en esos términos- serían administrados e invertidos por las Naciones Unidas en fines sujetos a programas preestablecidos en funciones y obras sociales. Y, además, con organizaciones de la Sociedad Civil y/o empresas privadas, en el supuesto caso de contratación en obras civiles. Pero, además, que, en ningún caso, serían entregados al régimen gubernamental.
Lo curioso, y que no deja de llamar la atención, es que mientras se describen las garantías de que no se correrán riesgos de «extravíos de fondos a nivel nacional», voceros del régimen se han anticipado a declarar recientemente que «sólo los organismos oficiales venezolanos administrarían esos fondos, además de sujetos al control y a la normativa procedimental venezolana». En otras palabras, de esa manera se oficializa la máxima administrativa criolla de «TIGRE CUIDANDO CARNE», y todo eso se da sin que haya habido aún ningún resultado positivo del acuerdo anunciado, aunque sí se exhiben manifestaciones de que ya ambos ¿bandos? están disputándose la posesión del imaginario botín.
Con respecto a lo que implicaría la concesión o permiso de USA a Chevron en Venezuela para continuar operando en el país, han quedado en el aire, o flotan supuestas condiciones y cuestionamientos. Y el punto referencial estaría relacionado con el hecho de que en los Estados Unidos y Europa, son muchas las compañías petroleras y-o de servicios con las cuales Venezuela tiene deudas pendientes, por lo que no se debe desestimar la importancia del serio argumento de que «lo que es igual para el pavo, tiene que ser igual para la pava». Y eso se traduce en que es serio, válido y hasta legalmente bien fundamentado, el hecho de que no se puede desestimar el motivo vigente, por el que «se pide el mismo trato, a la vez que se demandan garantías de Seguridad Jurídica».
La realidad de fondo que los hechos ponen sobre la mesa de lo que se discute y acuerda, es que dicho panorama complica la situación y posibilidad de lograr un convenimiento. Toda vez que eso implicaría darle entrada -o el mismo trato- a todas las compañías, además de eliminar sanciones y condiciones, sin haber solucionado la lamentable y critica situación socio política del país. Y sin olvidar que, adicionalmente, para agravar aún más la situación, el régimen, sin tomar en cuenta el factor de la necesaria prudencia que se demanda en los procesos de cualquier tipo de negociación, imprudentemente, declaró que no habrá ningún convenio, mientras no exista el levantamiento previo de todas las sanciones impuestas a funcionarios venezolanos.
Y, como si fuera poco, adicionalmente, la exigencia de la misma representación se extiende hasta el propósito de que el dinero que se perciba como producto de esas supuestas ventas de petróleo a USA, sea administrado en concordancia con la normativa y leyes venezolanas que sigan de soporte a lo que interpretan las autoridades criollas, más allá de lo que traduce la realidad de los negocios que desconocieron aquellos que, a la brava, y sólo por causas ideológicas, hicieron caso omiso de la formalidad de la legalidad de los convenios.
Realmente, ¿qué esperan las autoridades venezolanas de la actitud comercial y legal que asumirán los accionistas de Chevron ante lo que está planteado, cuando la realidad de los hechos conocidos han dicho históricamente que ha sido PDVSA la que no honró obligaciones de pago?. La empresa venezolana fue, definitivamente, la que dejó de pagar su alícuota de dividendos correspondientes, en acatamiento de la parte accionaria en la empresa operadora en Venezuela. Y es por eso por lo que todo esto implica es que, como se dice coloquialmente, a las posiciones gubernamentales puede lucirle audaz el hecho de que insista en seguir «contando los pollos antes de nacer».
Sin embargo, habría que esperar a que se materialice esa interesante convicción de que, por los vientos que soplan, pudiera provocar lo que otros creen. Y es que mientras lo que mantiene viva y ardiendo la guerra entre Rusia y Ucrania, pudiera hacer posible que todo quede en un puro bla, bla, bla, y que el tema del negocio petrolero siga siendo el soporte del discurso de y para el abastecimiento de crudo en los países que, por su parte, sienten asfixiadas en sus economías por el factor precios y la inevitable repercusión inflacionaria.
Es obvio y seguro que lo mejor y más conveniente para solucionar y salir de esta gran tragedia venezolana, es llegar a arreglos, acuerdos o convenios dentro de unos parámetros de legalidad, justicia y equidad, evitando a toda costa una peligrosa explosión social de impredecibles consecuencias. Luce curiosa y atrevida la formulación de una propuesta en estos términos, pero ningún arreglo o acuerdo puede ser factible, mientras, como condición previa, no se contemple un estricto cumplimiento de la Constitución venezolana, comenzando por la liberación de todos los presos políticos civiles y militares.
Definitivamente, se tienen que dar señales serias y sinceras, además de cargadas de real intención de buena voluntad, mientras que, simultáneamente, se anuncia la repatriación libre y voluntaria de los venezolanos en el exterior, como de convenir unas elecciones libres y soberanas de acuerdo a los parámetros constitucionales, de libertad de prensa y de expresión, a la vez que se eliminan las inhabilitaciones, y se reinstitucionaliza la situación legal de los partidos políticos.
No es sólo diciembre el hecho que plantea las condiciones para que se permita propiciar la reconciliación entre quienes conforman la unidad del pueblo venezolanos. Es también, desde luego, la importancia y necesidad de olvidar odios y rencores, mientras que las distintas generaciones se dedican a recuperar la Paz y el Progreso de nuestro bello y querido país.-