La derecha flácida es suave y peluda. Diríase de algodón. No distingue un cérvido de un SEAT Ibiza, aunque hable de venaos. Le va más el boquerón, que acompaña bien la caña, y hacer el avestruz, que es un poco hacer el indio, pero no el cafre.
La derecha blanda es pasiva. Con perdón por lo de «es pasiva». Suena a ruso y Úrsula van der Pfizer podría censurarnos
Optimista patológico, el diestro flácido nos cuenta que la derecha liberal-conservadora –oxímoron- va ganando por goleada. Ahora, siguiendo con el símil futbolístico, no sabemos de qué competición nos habla ni quién es el contrincante. Participa en una liga hecha a medida donde la cosa consiste en no sudar la camiseta y dar cacho al adversario. Mientras tanto, mete el dedo en el ojo a los que deciden, con más o menos acierto, jugar el partido. La verdad, el dontancredismo es más vistoso en la plaza o en la pista de pádel que en el terreno de la sociología política, pero qué sabremos nosotros de esa genialidad consistente en la inacción del pensamiento flácido. La derecha blanda es pasiva. Con perdón por lo de «es pasiva». Suena a ruso y Úrsula van der Pfizer (máster en negociación de contratos farmacéuticos multimillonarios por SMS) podría censurarnos.
Piove?, porco Putin! El lejano zar hace la vida imposible al fofo, pero el PSOE es canelita en rama. El PSOE bueno, se entiende. Es gente moderada, civilizada… gris. Se necesita mucha grisura en las instituciones para volver a «nuestra mejor versión». Hay que dejar los árcanos de lo público a los que saben: Bruselas, Ferraz y Génova. De hecho, se debe votar a estos últimos. Aunque lo que verdaderamente necesitamos es una izquierda fuerte, por no decir dominatrix.
La derecha flácida jamás ha sabido defender su legitimidad de origen
El «sentido de Estado» del período altofelipista es el placer adulto del diestro flácido. La obligación del PP, sin embargo, es la de peinarse con raya y decepcionar a sus votantes.
No basta con que los populares sean una especie de PSOE con un lustro de retraso. Biologically tienen que ser el PSOE. Menos en lo económico, de ese asunto ya se ocupan los eurotecnócratas que no nos hemos dado. El liberaliolismo (neoizquierda moral y derecha de la pasta), combinación por la que apuesta la flacidez de diverso pelaje, no es más que el cimiento político de la crisis que padecemos. Y luego que si la democracia está en peligro y el populismo me hace llorar. Otras obsesiones que sufre el pobre gabato de centro centrado son la de la polarización y la de la guerra cultural.
Ingenuo, nuestro amigo, sigue creyendo en el storytelling victoriapreguista relativo al Régimen del 78. Éste ha venido degradándose no sólo porque haya demostrado ser un sistema operativo hecho a la medida del PSOE (con el que se confunde habitualmente), o porque haya quedado en una enmienda a la totalidad de nuestro pasado histórico reciente, sino también porque la derecha flácida jamás ha sabido defender su legitimidad de origen.
Una especie de secuestro emocional mantiene al centro derechoso doctrinario convencido de que el sanchismo no es socialismo. Estos hombres -y cucas mujeres- no caen en la cuenta de que el PSOE bueno les ha comido la merienda. Son Juan Palomo: gobierno y oposición al tiempo. No obstante, la realidad es tozuda. Las tropelías de Sánchez son fieles a la idea de legalidad que tenía Pablo Iglesias Posse, fundador del partido. En el ADN socialista, y en el diario de sesiones del 5 de mayo 1910, está escrito que el marco legal solo será respetado cuando convenga a sus intereses.
Para la derecha flácida la tranquilidad es lo que más se busca
Una sociedad que sólo reclama infraestructuras o servicios públicos y deja el resto en manos de ideólogos e ingenieros sociales está abocada al fracaso. No obtendrá calidad ni en las instituciones ni en las prestaciones. Por el contrario, el pueblo que mantiene la tensión del espíritu y obliga al poder a la ética es el único que tiene posibilidades de no convertirse en esclavo. Pero ya se sabe, para la derecha flácida la tranquilidad es lo que más se busca.