Da igual que sean municipales, autonómicas o nacionales. Las campañas institucionales ideológicas inundan los medios de comunicación, que ni siquiera tienen fondos independientes suficientes como para criticarlas, y ni hablemos ya de rechazarlas. Cada Día de la Violencia de Género o Día de la Mujer es una vergüenza escuchar la radio o abrir la prensa. Cualquiera. Sin excepción. Y, sin embargo, nada alcanza el nivel de manipulación, alucinación, y bochorno de las campañas publicitarias del ministerio de Irene Montero, convertida ya en la cicuta de todas las salsas de estos días en que la política resulta tan agradable como una rueda de prensa de Luis Enrique.
Ni un día sin su dosis de hipnosis comunista pagada con dinero de todos los españoles, gracias al presidente Sánchez, que está comodísimo como sultán del rojerío de pata negra
Ni un día sin su dosis de hipnosis comunista pagada con dinero de todos los españoles, gracias al presidente Sánchez, que está comodísimo como sultán del rojerío de pata negra. La última me ha hecho tirarme el café por encima. “Te niegas a contratar a…”. No he seguido leyendo el anuncio. Bueno, sí. He seguido leyendo porque me ha llamado la atención que en la parte baja del faldón, el Ministerio de Igualdad anima además a “denunciar” y ofrece un teléfono para hacerlo, que he estado a punto de marcar el número, pero para denunciar el anuncio. Que ya se puede cruzar España saltando de charco a charco, recorriendo todos los que ha pisado el ministerio de la Montero. Y este es un uno más pero no hay que pasarlo por alto, porque eso es dejar campo abierto al ganado.
Por lo visto, hay nuevas normas de contratación de personal en España. A partir de ahora, cada vez que un empresario quiera fichar a un trabajador, debe llamar a la señora Irene Montero y preguntarle si le parece bien, si la idea resulta woke-woke, o si por el contrario la operación huele un poquito a fascismo. Lo más holgazán que ha parido la democracia española es el nuevo encargado de la selección de personal, con la siempre victoriosa ayuda de la camaleónica Yolanda Díaz, tampoco distinguida por partirse el lomo a trabajar de sol a sol.
Me sorprende que casi todo el mundo se haya quedado con otros aspectos lamentables del anuncio de Igualdad, como la identificación del velo con la raza, y no haya reparado en lo más sangrante: ¿desde cuándo tiene el empresario la obligación de contratar a alguien? Ese “te niegas” es una de los venenos más perniciosos que el chiringuito comunista ha tratado de inocular a la sociedad, como de costumbre, por la puerta de atrás, por si queda algún incauto con los ojos vendados que aún no les ha visto el plumero. Y lo peor es que sí, que quedan.
Al final, el empresario es el único idiota que paga impuestos revolucionarios para que le insulten desde el Gobierno
Pues sí, claro que me niego a contratar a quien me da la gana para mi empresa. Tengo la maldita costumbre, cada vez que me toca crear un equipo, de tratar de seleccionar a los mejores, a los que me inspiran más confianza, y a los que se adaptan mejor a las necesidades que se derivan del proyecto. Por lo general, ministra, las empresas son empresas, como los autónomos son autónomos, no ONGs, por más que con este Gobierno sableando cuentas es infinita la cantidad de euros que donamos obligatoriamente al Estado para pagar los sueldos de la mayor colección de inútiles sin experiencia laboral que ha pasado por el Consejo de Ministros en toda su historia, y para financiar campañas que se dirigen una y otra vez contra los propios empresarios. Al final, el empresario es el único idiota que paga impuestos revolucionarios para que le insulten desde el Gobierno, que hasta las ratas terroristas tenían el detalle de no matar a los que pagaban.
Si Irene Montero quiere que se contrate a determinadas personas, lo tienen muy fácil. Deja el ministerio, vende alguna de sus suculentas propiedades, invierte ese dinero en crear una empresa, abre un proceso de contratación, y hace la selección de personal a la medida exacta de su Gabinete. Mientras tanto, mientras no se haya jugado un solo céntimo de su bolsillo en crear riqueza y puestos de trabajo, debería tener la decencia de no decir a los que sí lo hacen a quién tienen que contratar, con velo, sin velo, con hábito, sin hábito, con cornamenta de antílope africano, o sin ella.