En democracia, hay días en los que se retrocede décadas: Sánchez aprovechó el puente de la Constitución y el teórico pase a cuartos para dinamitar las instituciones. El plan se aprobará el día del sorteo de la lotería de Navidad. Pero ni el puente, ni el Mundial, ni el gordo ocultarán el golpe. ¿O si?
El presidente, que accedió al poder junto a su banda «para acabar con la corrupción del PP», asalta la Justicia, elimina el delito de sedición y abarata el castigo a los malversadores. Favorece a los chorizos catalanes, que podrán presentarse a las elecciones y repetir sus fechorías. Y beneficia a Griñán, que sigue libre. A lo Pujol. Como estamos de ofertas, los del tres per cent piden la impunidad de los robos anunciados en campaña; los sindicatos quieren que se deje sin castigo a los piquetes violentos.
En el Congreso quedaba algún socialista decente. Los de IU se limitaban a cambiar a diario su camiseta reivindicativa
Hubo una época en que suspirábamos por «españolizar» el Parlament de Cataluña. Veíamos aquel ambiente crispado, su dress code, los discursos indepes, la saña con que se atacaba a la minoría constitucionalista, el PSC de perfil y no dábamos crédito. En el Congreso quedaba algún socialista decente. Los de IU se limitaban a cambiar a diario su camiseta reivindicativa. Los etarras no asistían a los plenos. Había que aguantar la chulería del PNV ciclado con el esteroide del cupo. Poco más.
Entonces llegó Podemos en alpargatas rodeando al hemiciclo. Rufián con sus esposas. Los del tres per cent dejaron el Palace para competir con ERC. Bildu se envalentonó y los pijos de la CUP montaron un show diario. Les dejas ponerse creativos con el juramento y pasa lo que pasa.
El PSOE echó cuentas y dejó a un lado los escrúpulos y la vergüenza. Decidió contar con todos ellos. Conseguido: ahora, las instituciones del resto de España son como las catalanas. Con golpe y todo. Una democracia de cuarta. Bananera. Ya decía Rubalcaba que si te juntabas con esos indeseables podías acabar siendo ellos. En esas estamos.
La ministra de Trabajo de uno de los países con más paro de Occidente no trabaja. Y Zapatero es una brújula moral invertida
Al otro lado del charco aguarda el futuro. Para allá que vuelan Yolanda Díaz y Zapatero a defender a la corrupta Kirchner. La ministra de Trabajo de uno de los países con más paro de Occidente no trabaja. Y Zapatero es una brújula moral invertida. Qué poca vergüenza.
Allá, uno de los referentes de esta izquierda, otro Pedro, dio un golpe de Estado que duró dos horas. Dos horas más que la República Catalana Bananera. En ese lapso de tiempo pasó de socialista a ser un miembro de la ultraderecha. Como Eva Kaili, la vicepresidenta de la Eurocámara. Garzón fijó la doctrina hace años: «Un corrupto no puede ser de izquierdas».
Durante horas, los podemitas cerraron el pico. Esperaban instrucciones. Petro abrió fuego. Se había cubierto de gloria en la ONU al decir que la cocaína era mejor que ese petróleo al que debemos el progreso. Una chorrada que aplaudieron los mamarrachos podemitas. Ese mismo presidente de Colombia dijo que Castillo era esclavo de las circunstancias, de poderes ocultos, víctima de la confrontación y de bla, bla, bla. AMLO balbuceó lo mismo y a partir de ahí, permiso paterno, Monedero y compañía copiaron argumento.
Ahora, en una doble voltereta con tirabuzón, Castillo afirma haber sido drogado con un misterioso vaso de agua que alguien le suministró justo antes de su tembloroso discurso. Agüita milagrosa. Petro, AMLO y los podemitas todavía no han dicho nada al respecto. Si aprueban la doctrina, Castillo pasará de nuevo a la izquierda. Será la primera víctima documentada de esa sumisión química de la que todo el mundo hablaba este verano.
Por Toni Canto