Cerca de 10 millones de personas pasaron hambre en Venezuela en 2017, uno de los peores años de la crisis económica, cuyos indicadores oficiales se desconocen en su mayoría, salvo algunos revelados recientemente por el régimen en su intento por mostrar mejoras en la situación, sin que quede claro cuán hondo rasgaron los daños de un septenio de recesión.
El dictador venezolano, Nicolás Maduro, anunció la semana pasada, a modo de victoria, que el déficit nutricional se ha reducido hasta el 7,7% -como cerró en 2022-, una cifra alentadora si se compara con 2017, cuando el 35,6% (unas 10 millones de personas) padecía falta de nutrientes o, en otras palabras, estaba mal alimentado.
Este problema, según Maduro, ha sido “una de las heridas más lacerantes y dolorosas” de la crisis, pero no es la única ni la peor, si se confía en las alarmas publicadas por las organizaciones humanitarias, las cuales han dado cuenta de la pobreza extrema en que vivió y sigue viviendo la mayoría de la población.
Durante la rendición de cuentas anual, presentada el jueves pasado ante el Parlamento, el dictador rompió el silencio que caracteriza a su régimen y habló sobre economía y alimentación al presentar indicadores que comparó con años anteriores para demostrar la mejoría alcanzada, lo que desnudó la severidad de la crisis con datos extemporáneos pero inéditos.
Rumbo de la economía
La economía venezolana creció un 15% en 2022, la “mayor” alza de Latinoamérica, según los datos presentados por Maduro que solo hablan de los últimos seis trimestres -todos positivos- sin ninguna alusión al período comprendido entre abril de 2019 y junio de 2021 -cuya información no se conoce-, ni a los cinco años anteriores de contracción.
Jugando con esos vacíos de información, el dictador destacó, por ejemplo, el hecho de que las importaciones crecieron un 106% en 2022, cuando llegaron a 8.194 millones de dólares.
Al anunciar este incremento, reveló que en 2021 estas operaciones cerraron en 3.979 millones de dólares, un dato hasta ahora desconocido y que desnuda una caída del 90% en comparación con 2015, cuando las compras al exterior sumaron 36.901 millones de dólares.
Así, hoy se puede confirmar que las importaciones -como ocurre en otras áreas de la economía, de acuerdo a indicadores independientes- se contrajeron enormemente en los últimos siete años, cuando siete millones de venezolanos, según estimaciones de Naciones Unidas, dejaron el país huyendo de la crisis.
La grave crisis alimentaria
Maduro también celebró que el consumo de proteína se incrementó en 2022 y hoy se estima como una realidad en el 78,3% de los hogares de Venezuela, una mejora frente a cinco años antes, cuando apenas la mitad de la población, según los mismos datos, podía acceder a alimentos como la carne, mientras los supermercados estaban vacíos debido a una escasez generalizada de productos.
La manera de comunicar esta información es, a juicio de la nutricionista Susana Rafalli, poco clara, pero confirma una verdad que el régimen negó durante años. “En 2017 hubo una crisis alimentaria severa” que, admite, ha mejorado, pero no a los niveles que hoy asegura Maduro.
“No es verdad que haya vuelto la proteína a (ese porcentaje de) los hogares”, sostiene la experta que recuerda, en cambio, la estimación de Naciones Unidas publicada en 2020, según la cual una de cada tres personas en Venezuela sufre inseguridad alimentaria, un dato que, insiste, mejoró un poco.
Aunque sean datos tardíos, subraya Rafalli, descubren la responsabilidad del Ejecutivo sobre las acciones que no se tomaron a tiempo para mitigar la desnutrición que se cobró la vida de miles de personas en los últimos años.
Los venezolanos se vieron “golpeados” en los últimos años, según reconoci Maduro, que no dejó claro cuán fuerte fue el golpe.