Si el arribo del Cartel de Sinaloa, del Jalisco Nueva Generación, el Cártel del Golfo de Colombia y la banda venezolana el «Tren de Aragua» confirmó la instalación del crimen organizado en Chile, ahora el panorama parece empeorar con la suma de las Maras Salvatruchas (MS), la pandilla de El Salvador, que según las autoridades australes ya estarían operando en el norte y la Región Metropolitana de Santiago.
La llegada de las Maras a Chile sería un efecto colateral de la «guerra contra las pandillas» que desplegó el presidente salvadoreño Nayib Bukele. En esa dirección apuntan los indicios de la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) que se analizarán en la Comisión Especial Investigadora sobre Criminalidad del Congreso en «reunión reservada» (secreta) el próximo lunes 23 de enero, donde las autoridades policiales presentarán los antecedentes que maneja.
A la jornada, según ExAnte, asistirán el director general de la PDI, Sergio Muñoz; el subdirector de Inteligencia, Crimen Organizado y Seguridad Migratoria, Luis Silva; y el jefe nacional Antinarcóticos y Contra el Crimen Organizado, Paulo Contreras.
Una pandilla que «actúa como un parásito»
«Es muy probable que pandilleros de El Salvador hayan migrado buscando escapar de la Policía. Se tienen reportes de Guatemala, Honduras y México sobre la presencia de pandilleros salvadoreños que han sido ubicados y algunos capturados y deportados hacia el país en calidad de detenidos», afirma el líder del movimiento de trabajadores de la Policía Nacional Civil de El Salvador, Marvin Reyes, en entrevista con PanAm Post, tras indicar que «aquellos que hayan llegado hasta Chile deben ser líderes de pandillas que tienen la facilidad de disponer de ingresos suficientes para viajar a esas distancias».
¿Cómo se reconfigurarían tan lejos de su lugar de origen? «Reclutando a jóvenes que se dejan seducir por la filosofía de la pandilla: controlar el territorio, tener buen dinero, mujeres, alcohol, drogas, armas y hacer lo que les plazca», responde Reyes.
Con esas maniobras, el futuro con la instalación de las Maras en Chile promete caos, considerando que «la pandilla MS actúa como un parásito que poco a poco se va enquistando en la sociedad, contaminando la mente de los jóvenes para tener soldados disponibles en cualquier zona que establezcan la extorsión a negocios, comercios y medios de transporte. Para ello, asesina a quienes no pagan y distribuyen droga al menudeo en zonas de bares y discotecas. Así se van expandiendo hasta controlar grandes áreas».
Más presión de Bukele
La estampida de las Maras a Chile por la arremetida de Bukele será una constante, considerando que el Congreso aprobó la décima prórroga del estado de excepción –establecido desde el 27 de marzo del año pasado- para seguir combatiéndolas a través de una disposición que dotó a la policía con nuevos y amplios poderes, incluyendo el derecho a detener a sospechosos sin el debido proceso.
«La población está viviendo más tranquila y se puede movilizar sin miedo», dijo el ministro de Seguridad, Gustavo Villatoro, al presentar la petición de la Administración de Bukele ante el parlamento, donde 67 de los 84 diputados que conforman el organismo respaldaron la solicitud, mientras seis opositores votaron en contra, otros 10 se abstuvieron y uno no asistió.
La tendencia de los votos refleja que el presidente carece de apoyo unánime a pesar de insistir en el beneficio que supuestamente generan los arrestos que alinean al país con las represiones de Nicaragua y Cuba.
Excesos que generan debate
Motivos para dudar de la eficacia de la orden de Bukele hay. «Decenas de exmiembros de las Maras también han sido objetivo de las medidas, a pesar de que muchos de ellos habían renunciado a la vida pandillera décadas antes e intentaban reparar el daño de sus crímenes anteriores», reveló BBC citando, entre ellos, a William Arias, un pastor evangélico y antiguo miembro de la MS-13 que la cadena entrevistó en 2018, quien ahora está desaparecido tras su detención en abril. No es el único.
De hecho, el Comité Contra la Tortura de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), mostró su preocupación por la presunta existencia de ‘escuadrones de la muerte’ dentro de la policía y las fuerzas armadas.
La instancia también reprocha la dificultad para la asistencia jurídica (derecho a abogado), la ampliación del término de inquirir (plazo para ser acusado) que pasó de 72 horas a 15 días, la falta de efectividad de los recursos de hábeas corpus y la ausencia de un registro sistemático de personas privadas de libertad.
Además, la población carcelaria se triplicó con los arrestos de pandilleros y pasó de 30.864 reos a 94.000, con los 300 encarcelamientos diarios que se producen.
Nayib Bukele sobrepasó los límites con una medida que se usó como estrategia de seguridad en 2003, cuando el país centroamericano registraba 6.000 pandilleros activos, pero las pandillas se estiman que representan 86.000 militantes que tienen una cultura propia, con una forma de hablar, caminar y vestir particular e incluso tienen un lenguaje de señas propio, llevan tatuado todo el cuerpo y muchas veces la cara, con signos y símbolos que tienen un significado de lealtad y amor a la banda.