RICARDO RUIZ DE LA SERNA,
En Francia se estrena el próximo 25 de enero una película interesantísima: “Vencer o morir”. Producida por Puy du Fou Films, este largometraje épico cuenta la historia del exoficial de marina François-Athanase Charette de La Contrie (1763-1796), el general que encabezó la lucha de los campesinos de La Vendée contra el régimen revolucionario francés durante el Terror con la ejecución del Rey, la política de levas forzosas y la defensa de la tradición como telón de fondo. Con un presupuesto de tres millones y medio de euros y protagonizada por Hugo Becker, que declaró en una entrevista que no conocía la historia antes de que le ofrecieran el papel, se trata de una cinta que, sin duda, despertará interés más allá de las fronteras del Hexágono.
En España, por desgracia, se hablaba poco de estas cosas. Sólo en las últimas décadas ha entrado en la cultura popular la gesta de aquellos que se alzaron en armas por Dios y por el Rey. En 1995, la editorial Actas publicó “La revolución francesa y las guerras de La Vendée: memorias de la Marquesa de La Rochejaquelein”, con una introducción de Alfonso Bullón de Mendoza que, a su vez, sintetiza la bibliografía francesa más relevante. Años más tarde, Alberto Bárcena publicaría “La guerra de La Vendée: una cruzada en la revolución” (Ediciones San Román, 2014). En nuestros días, “La sacristía de La Vendée”, la “tertulia sacerdotal y contrarrevolucionaria” más famosa de las redes, acumula miles de visualizaciones cada semana y más de catorce mil suscriptores.
La respuesta del gobierno de París a la resistencia de La Vendée fue el exterminio. Se incendiaron las aldeas. Se cortaron los caminos. Los soldados de la Revolución mataron a mujeres, niños y ancianos hasta dejar La Vendée casi por completo despoblada. A ellos se opusieron unos ochenta mil campesinos valerosos, pero, en general, mal armados. Hoces y guadañas frente a mosquetes, pistolas y artillería. Era un combate desigual, pero justo. El régimen de la Revolución, que acababa de ejecutar el rey Luis XVI, accedió y se mantuvo en el poder gracias a la violencia, que en el caso de La Vendée y de otras rebeliones como la de los chuanes, en Bretaña, terminó en lo que algunos historiadores como Secher consideran un genocidio.
También esto es memoria histórica, aunque a veces parezca de mal gusto recordar que, so pretexto de la “libertad, igualdad y fraternidad”, se cometieron matanzas. 230 años después de aquella guerra, que se prolongó hasta 1796, la Revolución cuenta en su haber con una cifra pavorosa de muertos. Reivindicar las conquistas revolucionarias exige cierta autocrítica: en la represión de La Vendée, de Bretaña y en otros lugares, vemos prefigurado el horror del siglo XX. Por supuesto, hay enormes diferencias -la tecnología, el poder del Estado, los métodos de exterminio- pero la pulsión totalitaria ya está latiendo en la terrible ley del 1º de octubre de 1793, que daba forma jurídica a la voluntad del Comité de Salvación Pública: “Arrasad La Vendée”.
Toda violencia genera resistencia. El alzamiento vandeano fue espontáneo, como señalaron los propios líderes de la revuelta en una carta al gobierno británico en agosto de 1793, que cita Bullón de Mendoza en la introducción referida: “Son los generosos habitantes de nuestros campos quienes, los primeros, se han armado contra el despotismo convencional y republicano, y nosotros hemos cumplido el deber de unirnos a ellos”. Uno puede pensar en los movimientos populares que, desde los inicios de la época contemporánea hasta nuestros días, se han opuesto a las medidas que se querían imponer desde un poder central controlado por unas élites políticas respaldadas por la violencia y apoyadas por la propaganda. Salvo para sus víctimas, las atrocidades cometidas en La Vendée quedaron en el olvido durante mucho tiempo.
Por eso, esta película supone un signo de esperanza. Cuando se proyectó en La Vendée ante los miembros de la asociación Puy du Fou, al final de la proyección, hubo un instante de silencio que rompió un atronador aplauso. Quizás entre los espectadores había descendientes de aquellos campesinos que prefirieron combatir en defensa de la tradición y la fe católicas a enrolarse a la fuerza en un ejército revolucionario. Hugo Becker declaró, con razón, que “esta película alivia los sufrimientos ignorados de toda una población”. En efecto, nada puede reparar los crímenes cometidos, pero sí se puede contar su historia y preservar su recuerdo.
Ojalá, en España, “Vencer o morir” se estrene en salas comerciales y se distribuya por las plataformas en línea independientes. Hay precedentes de producciones que, precisamente por ir contracorriente, han cosechado éxitos notables como sucedió con “La última cima” (2010), de Juan Manuel Cotelo, y “España, la primera globalización” (2021), de José Luis López-Linares. El mismo público que le ha devuelto a Blas de Lezo el lugar que por derecho propio le corresponde en nuestra historia tendrá interés en conocer a los héroes de La Vendée.
Si tienen la oportunidad, no dejen de verla.