Una vez más, el Partido Colorado está bajo el fuego del Departamento de Estado. Las dos facciones principales de la fuerza política que gobernó casi ininterrumpidamente desde el retorno a la democracia se encuentran golpeadas por los cuestionamientos que llegan de Washington. En un comunicado emitido esta mañana, las autoridades norteamericanas ampliaron las sanciones contra el vicepresidente en ejercicio Hugo Velázquez y el expresidente Horacio Cartes. Consideran que ambos están implicados en “una corrupción sistemática que ha socavado las instituciones democráticas en Paraguay”.
Con el argumento que los dirigentes colorados son “significativamente corruptos”, el Tesoro norteamericano congeló los activos financieros de ambos bajo jurisdicción estadounidense. Entraron en las sanciones cuatro grandes empresas del expresidente paraguayo: Bebidas USA Inc., Dominicana Acquisition S.A., Tabacos USA Inc. Y Frigorífico Chajha.
Claro que, más allá de la verosimilitud que pudieran tener las acusaciones, lo cierto es que resulta imposible disociar las sanciones y sus ampliaciones en el contexto electoral paraguayo: en abril tendrán lugar las próximas elecciones presidenciales. Que las autoridades norteamericanas arremetan contra importantes cuadros del Partido Colorado parece indicar una preferencia por la alternancia en materia de liderazgo político del Paraguay. Cabe recordar que, desde el retorno a la democracia en febrero de 1989, la Asociación Nacional Republicana (como se le conoce a la mencionada tolda política) se impuso en casi todos los comicios presidenciales. Menos en uno.
La única vez que la oposición (cuya fuerza principal es el Partido Liberal Radical Auténtico) pudo doblegar a los colorados fue en 2008, con un frente comandado por el izquierdista Fernando Lugo. El PLRA buscó reeditar el formato de coalición de centro izquierda en la última elección, pero no pudo superar al actual mandatario Mario Abdo Benítez. Ahora, el nuevamente candidato por los celestes Efraín Alegre va con una compañera en la fórmula con un perfil diferente, más vinculada al mundo de los negocios, en una coalición sin la izquierda dura. Igualmente, el frente “anticolorado” es bastante diverso, por lo que no es clara la orientación que tendría un eventual gobierno de la actual oposición. José Luis Chilavert, exarquero de la selección y candidato independiente, calificó a la Concertación como “una farsa”.
A pesar de los públicos cuestionamientos, y lo que parecería una clara intención de fomentar la alternancia política en Paraguay, Estados Unidos supo tener (al menos en las cuestiones internacionales) un gobierno cercano con los colorados. En la última cumbre de la Celac, el actual mandatario paraguayo fue una de las únicas voces en contra de las dictaduras de izquierda en América Latina. Sin embargo, es sabido que Estados Unidos no tienen amistades sino intereses. Las idas y vueltas con el chavismo en los últimos tiempos (sobre todo luego de la invasión rusa a Ucrania) recuerdan que el norte puede ser imprevisible.
Nada de las cuestiones por las que el Departamento de Estado se rasga las vestiduras son nuevas. Ni las intervenciones sobre el Poder Judicial, ni la corrupción vinculada con las empresas. Por lo tanto, quedan para la especulación las razones del insistente accionar preelectoral. ¿Tendrá que ver el narcotráfico y el movimiento de células terroristas en las fronteras? ¿Existirá un acuerdo previo con el candidato Alegre? ¿Habrá sido una gota que rebalsó el vaso el avión iraní venezolano que llegó a la Argentina procedente de Paraguay? ¿Habrá un poco de todo esto?
Preguntas, que por ahora tienen las respuestas en sobres cerrados a los que no tenemos acceso. Por lo pronto, todo parece indicar que los Estados Unidos no verían con malos ojos que la tradicional centroderecha paraguaya pase a la oposición. ¿Por qué? Puede que rumbo al 30 de abril tengamos algunas respuestas más.