Raúl Tortolero,
¿Cuál es el proyecto de China para Hispanoamérica? Existe, por supuesto, un proyecto político, económico, comercial, financiero, militar y cultural, de colonización de nuestro continente completo por parte del comunismo chino, donde el Partido Demócrata de los Estados Unidos y sus radicales son, o los tontos útiles, o los cómplices financieros que están facilitando tal conquista roja, en todos los frentes.
Y no se diga todos los tiranos de izquierda que ya están instalados en países de habla hispana, quienes son los principales interesados en contribuir con una nueva hegemonía mundial, con Mao Tse Tung como el nuevo dios, el Estado comunista como la religión oficial, y Xi Jinping, como el gran emperador rojo.
A los dictadores socialistas de nuestro continente les conviene aportar todo su esfuerzo para construir una nueva dominancia mundial, un nuevo orden mundial, con China a la cabeza.
¿Por qué? Porque así pueden eternizarse en el poder, ya que el esquema del Dragón Rojo no promueve ni democracia, ni elecciones libres, ni alternancia, ni respeto a los derechos humanos más básicos, ni las libertades.
A China le conviene más hacer tratos con dictadores y tiranos, que con verdaderos líderes democráticos, porque así sus leoninos convenios comerciales pueden alargarse ad infinitum, sin tener que renegociarse con los cambios de gobiernos cuando hay alternancia de partidos políticos en el poder.
Y también, entre muchas cosas más, porque el Dragón Rojo sabe que los líderes autoritarios de izquierda necesitan protección, amparo político internacional, porque son corruptos, porque roban y despojan, para enriquecerse.
Pero esto le conviene a China pues a cambio podrá disponer más fácilmente por ejemplo del litio y un sinfín de recursos naturales, que le serán entregados en charola de plata, a bajo costo, en un oscuro negocio que beneficie al comunismo chino y al dictador en turno, pero nunca a los gobernados en Hispanoamérica.
Estados Unidos se ha presentado durante muchas décadas como una suerte de garante continental y mundial que propicia regímenes democráticos, y combate a los totalitarios, o dictatoriales, sobre todo si ahogan a sus poblaciones en la miseria al imponer políticas socialistas.
Esto no ayuda en nada a los tiranos bananeros zurdos que rechazan este papel por parte del país de las barras y las estrellas, alegando “respeto a la libre autodeterminación de los pueblos”, y a la soberanía, y esgrimiendo políticas de “no intervención”.
Sus argumentos son, claro, lejanos a un verdadero patriotismo, y sólo encubren sus afanes de perpetuarse en el poder y continuar robando los recursos públicos a costa del sufrimiento de la gente.
Su combate contra el “intervencionismo” extranjero, señaladamente contra el “yanqui”, se revela como una mera pose, una falsedad, ya que ante China se comportan sumisos y entreguistas: si han de agacharse ante un imperio -calculan- es mejor uno que no promueva la democracia, y que siendo una dictadura, no vea con malo ojos a otras dictaduras socialistas.
Así, las nuevas propuestas para el integrismo de las naciones en Hispanoamérica, donde llevan la voz cantante los gobiernos más autoritarios de izquierdas -por ejemplo las expuestas en la cumbre reciente de la Celac en Argentina- no son ningunos nuevos “regionalismos” en nuestro continente, ni una expresión de estrechar lazos entre “soberanías”, ni “soberanismo”, ni mucho menos un rostro de la “desglobalización”, sino la avanzada del nuevo globalismo rojo, el impulsado por China.
A Xi Jinping y al Partido Comunista chino, que no se distinguen por su respeto a las libertades ni a los derechos humanos, les es muy útil tener trabajando para ellos a la Celac.
E incluso la propuesta de una nueva moneda común entre Brasil y Argentina, les sería útil para avanzar en la “desdolarización” de las economías hispanoamericanas, que pronto se integrarían al globalismo de Eurasia, esa integración económica y militar de China con Rusia (y aliados).
Con Brasil a la cabeza, ya de regreso a la Celac, de donde se había ido en 2020 por órdenes de Jair Bolsonaro -quien consideraba a esta agrupación como un hervidero de socialismo y que no defendía los valores de la democracia, y tenía razón- el socialismo en Hispanoamérica inicia un nuevo capítulo en su integración con Eurasia, a partir de tres instrumentos: el BRICS, la Celac y el Mercosur.
El BRICS se integró en 2006 con: Brasil, Rusia, India, China, y en 2011 se sumó a Sudáfrica. Esta agrupación, con el regreso del expresidiario Luiz Inácio Lula da Silva al poder, pone a Brasil como la perfecta punta de lanza para la expansión de Eurasia en Hispanoamérica, y más exactamente, de la hegemonía mundial liderada por el PCCh.
Hay que subrayar que el BRICS ha establecido desde hace años una agenda para 2050, cuando esperarían ser tan productivos y desarrollados como hoy lo son los miembros del G-7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, y Canadá), los más ricos del orbe en el presente.
Dicho de otra manera, el BRICS buscará con China como líder indiscutible, acabar con la hegemonía de Estados Unidos, y reemplazarla con la suya, lo cual implica potenciar regímenes no democráticos y la multiplicación de gobiernos socialistas en Hispanoamérica.
De hecho, el principal socio comercial de Brasil, hoy por hoy ya es China.
El gigante sudamericano exporta al país de los osos pandas, sobre todo, hierro, caolín, cobre, manganeso y niobio.
El Mercosur se fundó en 1991 y entró en vigor en 1994 con Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela, como estados miembros. Venezuela está suspendido por el bloque. Y sus estados asociados son: Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, y Surinam.
El Mercosur prohibiría a sus miembros negociar por separado tratados de libre comercio -con China, por ejemplo-, pero cuando tres de sus integrantes son hoy el Brasil de Lula, la Venezuela de Maduro y la Argentina de Fernández, no hay obstáculos para que alguien como Lacalle Pou, el presidente de Uruguay, pueda negociarlo.
De hecho, Lula se reunió con Lacalle este 25 de enero,y no sorprende a nadie que haya propuesto, justa y oportunamente, “fortalecer el Mercosur y negociar un acuerdo en bloque con China”…
Brasil, el operador del PCCh para las Américas, el socio privilegiado del Dragón Rojo cuya agenda globalista roja consiste en coadyuvar a la nueva colonización, una comunista, de Hispanoamérica.
No es gratuito que Xi Jinping está que salta de gusto por el éxito de Lula en las urnas, al grado que le dedicó una carta publicada el 2 de enero, en la que expresa que da “gran importancia al desarrollo de la asociación estratégica integral entre China y Brasil”, y plantea “su voluntad de realizar esfuerzos mancomunados con su homólogo brasileño para seguir apoyándose firme y mutuamente en la adopción de un camino de desarrollo concordante con sus propias condiciones nacionales, respetar los respectivos intereses fundamentales, promover la cooperación práctica bilateral, estrechar la coordinación y la colaboración multilateral, y dirigir e impulsar la asociación estratégica integral entre China y Brasil a un nivel superior desde una altura estratégica y una visión de largo alcance, a fin de beneficiar mejor a los dos países y sus pueblos”.
La Celac, por su parte, muestra fisuras internas, ya que el liderazgo rojo hispanoamericano está siendo disputado entre Lula da Silva y López Obrador, quien no asistió al más reciente encuentro de esta comunidad, en Argentina, con el pretexto de estar “muy ocupado”.
Sin embargo, en la Declaración de Buenos Aires, resultado de la VII Cumbre de la Celac, se enlista entre sus 111 puntos, a China como una prioridad para la integración de los estados, partiendo del instrumento conocido como “Cumbre del Foro China-Celac”.
Felicitan del mismo modo a Cuba, por haber sido electa para presidir durante 2023 el grupo “77+China”. ¿Y qué se propone Miguel Díaz-Canel? Impulsar los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. También, «fomentar la solidaridad y la cooperación internacionales en apoyo a la recuperación pospandemia de las naciones en desarrollo».
Mientras tanto, Estados Unidos se hunde entre los fangos woke, el adoctrinamiento en la ideología de género, el socialismo del Partido Demócrata y su “Squad” legislativo, el aumento de la violencia, la inflación, una masiva migración ilegal con crisis humanitaria, y la falta de liderazgo de Joe Biden, señalado por Donald Trump por haber hecho negocios tanto en Ucrania como en China. Dicho de otra manera, también como lo ha señalado el líder del movimiento MAGA, Biden está vendido a China. Urge un resurgimiento de la derecha en las Américas, porque el Dragón Rojo ha llegado para quedarse.