El viaje de dos buques de la Marina iraní a Brasil se ha convertido en un enmarañado caso internacional. Se trata de la fragata Dena y del buque de guerra Makran, autorizados por el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva a atracar y permanecer en el puerto de Río de Janeiro del 23 al 30 de enero. Pero durante la visita de Lula al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el 10 de febrero, se descubrió que los dos buques nunca llegaron. Según la explicación del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil, el Itamaraty, un retraso en su ruta las llevó a solicitar un aplazamiento de la autorización para entrar en el puerto carioca la semana pasada, precisamente en los días de la visita del Lula a la Casa Blanca. Mas, para evitar el bochorno diplomático, el gobierno brasileño denegó la autorización, posponiéndola entre el 26 de febrero y el 3 de marzo con la justificación de celebrar los 120 años de las relaciones diplomáticas entre Brasil e Irán.
Sin embargo, los dos buques iraníes no son ordinarios. El Makran es un antiguo petrolero reconvertido en un potente buque de guerra comparable al Expeditionary Sea Base de la Marina estadounidense. Se utiliza como base para embarcaciones más pequeñas y aeronaves. Además, es capaz de transportar millones de litros de combustible en sus depósitos, por lo que tiene autonomía para navegar durante meses en alta mar sin repostar. Según las autoridades iraníes, tendría una autonomía de desplazamiento de dos años. En 2021, el Pentágono lo interceptó cuando se dirigía a Venezuela con siete lanchas con misiles de alta velocidad abordo, lo que generó una fuerte crisis diplomática con el gobierno de Nicolás Maduro, que finalmente se vio obligado a negarse a permitir su atraque por presiones de Washington. El Dena, por su parte, lleva cuatro misiles Qader que tienen un alcance de 300 km y son descritos por Irán como “los misiles más potentes y precisos de la marina iraní”.
La escala brasileña de los dos buques forma parte de un plan más amplio, decidido en una reunión celebrada en noviembre de 2022 por el ayatolá Alí Khamenei, quien, a través de los mares, quiere reforzar la imagen de Irán en el mundo, debilitada por meses de continuas protestas internas. “Queremos establecer un centro de mando naval en el Pacífico”, declaró el almirante Shahram Irani el 11 de enero, “y para ello estaremos presentes en el Canal de Panamá en 2023.”
La noticia creó debate en Brasil y en toda América. El Canal de Panamá separa Estados Unidos de América Latina y es el paso estratégico entre los océanos Atlántico y Pacífico. Por tanto, cualquier problema en su funcionamiento repercutiría en la economía mundial. Sin embargo, en virtud del tratado internacional de 1977 que estableció el estatus neutral del canal, el gobierno panameño autorizó la presencia de los buques iraníes “siempre que cumplan las normas internacionales”. Mientras el ex gobernador de Florida Jeb Bush acusó a Panamá de ayudar a Irán a eludir las sanciones que bloquean sus exportaciones de petróleo aún más duro pero contra Lula fue el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Michael McCaul. En una declaración del 10 de febrero, criticó duramente la decisión del presidente brasileño de suspender el atraque de los buques iraníes. “Es inaceptable que Lula se limite a aplazar en lugar de prohibir su atraque debido a la reunión con Biden. Uno de estos buques, el Makran, ha sido sospechado de tráfico de armas con Venezuela. El presidente Biden debe pedir urgentemente a Lula que rechace de plano cualquier futuro atraque de estos dos buques”.
Según el periodista de investigación brasileño Leonardo Coutinho, el hecho de que no atracaran en el puerto de Río de Janeiro no se debería a un retraso en su ruta, como declaró el Itamaraty, sino a las actividades de los servicios de inteligencia estadounidenses. Además, el portavoz del Departamento de Estado, Vedant Patel, lo había anunciado en los últimos días: “Washington vigilará las actividades navales de Teherán en el hemisferio occidental”. No es casualidad que la Fuerza Aérea de Estados Unidos realizó dos vuelos importantes una semana antes de la supuesta llegada de los buques a Río. Según Coutinho, el 16 de enero la aeronave WC-135R Constant Phoenix 64-14836, también apodada de “rastreador nuclear”, partió de Puerto Rico pasando cerca de las aguas territoriales de Venezuela, Guayana, Surinam, Guayana Francesa y parte de Brasil, en las proximidades del estado de Espíritu Santo. Se trata de la misma ruta, pero a la inversa, que tendrían que seguir los dos buques iraníes para llegar a Panamá desde Río de Janeiro. A continuación, en un segundo vuelo, la aeronave rodeó Sudamérica en dirección opuesta a la ida, tomando medidas en el mar Caribe, Panamá, la parte norte de la costa venezolana y, después, en aguas de Colombia, Ecuador y Perú.
El WC-135R está especializado en la detección y medición de la actividad nuclear en la atmósfera. Según Coutinho, fueron precisamente las actividades de medición estadounidenses las que impulsaron a los iraníes a cambiar su plan de ruta, probablemente para buscar apresuradamente una solución alternativa y evitar que se descubrieran sus operaciones. Por eso el Makran y el Dena se estarían moviendo estos días en las proximidades de las aguas territoriales de Brasil, Argentina y Uruguay según informó Coutinho. Si los dos barcos transportaran de hecho material radiactivo o armas para realizar pruebas en alta mar en países amigos como Venezuela, Estados Unidos, gracias a estas prospecciones recién realizadas en la región, es ahora capaz de detectar cualquier anomalía nuclear y se daría cuenta. En cuanto a Irán, es lógico suponer que tiene todo el interés en proseguir su escalada nuclear en aguas lejanas y amigas como las latinoamericanas, sobre todo desde que el acuerdo sobre el tema con el gobierno de Biden está estancado. Al riesgo nuclear se añade también el de los envíos de armas.
“Irán ya ha utilizado sus embarcaciones para pasar armas de contrabando a sus aliados, por ejemplo a los hutíes en Yemen. En el futuro podría utilizarlos para actividades terroristas en América Latina”, declaró Raz Zimmt, investigador del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (INSS) de Israel a The Investigative Project on Terrorism. “Parece que Irán está interesado en ampliar su cooperación militar con Brasil. Este tipo de actividad en América Latina puede utilizarse como mensaje disuasorio para Estados Unidos, que participa en actividades militares con Israel y sus socios árabes en el Golfo”, añadió Zimmt.
En sus dos mandatos anteriores, Lula había recibido al ex presidente Mahmoud Ahmadinejad en 2009 para intensificar el comercio entre ambos países. En 2010 intentó, junto con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, que Teherán firmara un acuerdo nuclear, lo que enfureció al presidente estadounidense Barack Obama. En 2019, también durante el gobierno de Jair Messias Bolsonaro, Brasil había hecho la vista gorda dejando atracar a dos buques iraníes bajo sanción que transportaban 100.000 toneladas de maíz. Estuvieron varados 50 días porque, por temor a sanciones, la petrolera nacional Petrobras se negó a repostar. Una decisión del Tribunal Federal Supremo resolvió el problema.
El 1 de enero, a la ceremonia de investidura de Lula asistió nada menos que el Presidente del Parlamento iraní, Mohammad Bagher Ghalibaf. Ghalibaf es un antiguo comandante de las fuerzas aéreas del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) sancionado por el Tesoro estadounidense en 2007 por su apoyo al terrorismo. La reunión privada el día siguiente entre Ghalibaf y Lula dio resultados.
El embajador iraní en Brasil, Hossein Garibi, ha pedido discutir con el vicepresidente y Ministro de Industria y Comercio, Geraldo Alckmin, la compra de 40 aviones a la brasileña Embraer. El contrato se había negociado en 2016 e incluso se envió un avión a Irán para realizar pruebas. Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU y la vuelta de las sanciones, Embraer se retiró del acuerdo. Sin embargo, según diplomáticos iraníes, con el nuevo gobierno de Lula la compra podría llevarse a cabo. “Con Lula todo será más fácil”, había declarado Garibi al sitio brasileño de noticias Poder 360 a finales de noviembre. “Su gobierno puede preparar el terreno y proponer al Congreso leyes y reglamentos para ampliar la participación de los interlocutores comerciales. Existen algunos acuerdos comerciales preferenciales entre Brasil y otros países. Necesitamos que esto ocurra también con Irán” dijo Garibi.
El gigante latinoamericano importa anualmente de Irán bienes por unos 1.000 millones de dólares, el 90% de los cuales son fertilizantes. En cambio, Brasil exporta principalmente soja y maíz a Irán, por unos 5.000 millones de dólares al año. Sin embargo, más allá de las relaciones comerciales con un régimen opresor que, cabe recordar, está matando a cientos de disidentes en su país, la historia de los dos buques Dena y Makran corre ahora el riesgo de convertirse en el primer gran dolor de cabeza de Lula en su política exterior.