TONI CANTÓ,
Vuelven los Goya y no defraudan. Sanidad pública, ni una crítica al poder y ecos de los abusos feroces. Un cartel en la puerta: «La gala de los Goya tiene que ser un espacio de disfrute para todo el mundo. Intenta asegurarte de que no traspasas límites de otras personas y acepta las negativas». Sólo unos degenerados o unos hipócritas necesitan un cartel así en sus reuniones. Una tercera opción: hipócritas degenerados. ¡Y yo que pensaba que la desaparición de aquellos carteles de «no escupir» era un síntoma de avance social, de mejor educación!
La gala feroz sigue rondando mi cabeza. El monólogo de inicio del gran cómico Julián López fue profético. ¿No queríais mee too? Dos tazas. Las crónicas sociales se hacían eco de una valiente acción de las actrices feministas en la alfombra roja: vestir trajes unisex. Escalofriante.
Tuvo que ser un actor el que se mojara provocando un silencio incómodo en la sala. «Somos el secreto mejor guardado del cine español. Bueno, ese y el nombre de nuestros acosadores sexuales». Sólo horas más tarde, la realidad acudía al rescate. Y es curioso que el primer caso relevante del movimiento patrio lo denunciara un hombre. Un transexual, para ser más exactos. No sé qué pasó con Jedet y el productor presuntamente baboso, así que no hablaré de ese incidente por respeto. Sé que, sin ni siquiera juicio, él ya tendrá muy jodido volver a trabajar después de esto. La pena del telediario.
Tras el incidente, varios personajes declararon haberse sentido acosados por el mismo productor. El síndrome Ada Colau. Uno de ellos me llamó la atención: Bob Pop. Charlando con Ángels Barceló se quejaba de que había sufrido el mismo ataque y que hizo mal en no denunciar. Bob Pop es el señor que declaró que los homosexuales cubanos no sufrían mucho en la cárcel, que se lo pasaban pirata. Lo digo para ponernos en contexto. «Tenían tres comidas al día y tampoco es que fuera de sufrir, sufrir. Pasabas cuatro días, ya salías, hacías amigos…era como la chiquimili en un cuarto oscuro», dijo. La declaración lo tiene todo. El blanqueamiento del régimen cubano, la cobardía, la burla hacia las víctimas, de un personaje siniestro que luego se victimiza apenas le rocen un pelo: que la dictadura cubana te encierre en la cárcel es una chorrada, que un borracho te intente comer la boca en los Goya, un auténtico drama.
Si es cierto que el tipo en cuestión echó los trastos a Bob, que intentó sobrepasarse, demostrando así que le daba igual una belleza como Jedet que ochenta… ¿no estamos exagerando con el tema? Conste que esta reflexión sólo vale para una metida de mano o un intento de beso, que es lo que dijo Bob que sufrió esa noche. Con todos mis respetos: para algo así ¿metemos por medio al estado? ¿Ya no vale la bofetada de antaño, el empujón o pegarle cuatro gritos al baboso? ¿Ya es papá estado para siempre, para todo? ¿No está la justicia suficientemente colapsada? La solución a todos los males de ahora parece eso: más estado. Yo creo que más estado es la explicación a la mayoría de nuestros problemas.
Los Goya premiaron con la nominación a un proetarra. Nada nuevo bajo el sol. Los académicos vuelven a retratar su sesgo. Premian a los Muguruza y ningunean a los Viar o los Arteta. Las víctimas son un puñetero engorro, como dijo María San Gil en mi programa.
Por lo demás, la semana ha sido intensita. Los trenes de Renfe no caben por el túnel. Pagamos dos mil millones a Paris y Lisboa por un error de la ministra Ribera. La ley trans sigue adelante, aunque en varios países del resto del mundo se dé marcha atrás al comprobar el daño causado… Al podemismo todo eso le da igual. Por lo demás, Juana «Pezones» Belarra consigue aprobar una ley animal que prevé cárcel al que mate a un ratón a escobazos. Ay, los podemitas. Duros con los asesinos de ratones, blandos con los violadores de mujeres.