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Lamento de tiranos en Caracas a una década de la muerte de Chávez

El 5 de marzo de 2013 fue, sin duda, un día de emociones encontradas para los venezolanos. La muerte de Hugo Chávez significó un gran duelo para sus seguidores –tanto los ingenuos que creyeron en sus utópicas promesas como los parásitos que se arrimaron al poder para vivir del Estado–, mientras para el resto del país aquel anuncio representaba la esperanza de recuperar la libertad y volver al camino democrático. Sin reproche alguno también se puede recordar que muchos festejaron como si se hubiese tratado de la caída del Muro de Berlín o, con una más cercana analogía, el fallecimiento de Fidel Castro. Y fue justamente esta segunda comparación la que se repitió, ya que tanto Cuba como Venezuela siguen bajo el mismo sistema totalitario engendrado por sus fallecidos fundadores.

Fue a las 4:25 de la tarde cuando se produjo la muerte de Chávez, según el anuncio con voz quebrada de Nicolás Maduro a través de una cadena de radio y televisión, quien había sido escogido previamente como su sucesor desde el momento de hacerse público que el llamado líder de la «revolución bolivariana» padecía cáncer. Sin embargo, la fecha del fallecimiento sigue siendo tema de discusión. El secretismo con el que se manejó la enfermedad, el acta de defunción que nunca se difundió e incluso declaraciones de la exfiscal general, Luisa Ortega Díaz, sobre una llamada de Diosdado Cabello el 28 de diciembre de 2012 para anunciarle el deceso que al poco tiempo desmintió, elevan el misterio.

Lo cierto de todo es que la muerte de Chávez no representó un cambio para Venezuela. Al menos no para mejor. Nicolás Maduro se atornilló en el poder tras ganar unas muy cuestionadas elecciones por una diferencia inferior a un punto porcentual. Su rival en esa elección, Henrique Capriles, no estuvo a la altura de las circunstancias y, lo más irónico es que ya anunció su participación en las primarias del próximo 22 de octubre con la intención de ser candidato a la presidencia por tercera vez.

Una década de Maduro en el poder
Que Maduro fracasó en su misión de preservar el «legado» de Chávez es una falsa afirmación de quienes pretenden enaltecer la imagen del fallecido dictador con la intención de resucitar los orígenes del chavismo. Y es que el madurismo nunca germinó. El heredero del socialismo del siglo XXI no ha sido más que el encargado de dar continuidad a una tragedia que se inició el 2 de febrero de 1999, cuando Hugo Chávez juró sobre la «moribunda Constitución». La diferencia ha estado en la falta de carisma, la ausencia de liderazgo regional y la significativa reducción de la petrochequera. Un cóctel explosivo que desató una fractura interna, inestabilidad política y crisis económica sin precedentes que empujó a más de siete millones de venezolanos a un éxodo masivo nunca antes visto.

Esta década de Maduro en el poder ha estado marcada por el hambre, la miseria y la persecución. A medida que perdía el control político del país, el descontento en las calles aumentaba y la migración se disparaba, Maduró escogía radicalizarse. Con las cárceles llenas de presos políticos, una legitimidad cuestionada, sanciones económicas de potencias extranjeras, expedientes en tribunales internacionales por crímenes de lesa humanidad y hasta millonarias recompensas por la captura del dictador de turno y sus más cercanos colaboradores, el régimen chavista cayó por un par de años en el mayor aislamiento hasta que dese el año pasado consiguió un respiro gracias, nuevamente, a los desaciertos de los líderes al frente de una cómplice oposición que se acostumbró a cohabitar con la tiranía.

Reunión de dictadores
Hoy, las dictaduras de la región se reúnen en Caracas para recordar la muerte de Chávez y fraguar las estrategias para seguir oprimiendo a sus pueblos. No es casualidad que la lista de asistentes extranjeros esté encabezada por el primer secretario del Partido Comunista de Cuba, Raúl Castro, y el dictador de Nicaragua, Daniel Ortega. El primero, encargado de heredar el poder de su hermano Fidel Castro para cedérselo a Miguel Díaz-Canel, en un intento por mostrar al mundo una aparente apertura que no engaña a los cubanos que en julio de 2021 protagonizaron las mayores protestas contra el castrismo desde el «Maleconazo» de 1994. El segundo, reelecto para un quinto periodo en noviembre de 2021 tras haber encarcelado a todos sus rivales para dichas elecciones que no han sido reconocidas por gran parte de la comunidad internacional, a lo que ha sumado una férrea persecución a la Iglesia y a las organizaciones no gubernamentales, así como el reciente destierro de 222 presos políticos y el despojo de la nacionalidad a 94 nicaragüenses.

A ellos se sumó el presidente de Bolivia, Luis Arce, el escogido por Evo Morales para prolongar la dictadura del Movimiento al Socialismo (MAS), cuyo talante autoritario se ha expresado con represión en las calles y encarcelamiento de políticos como la expresidente interina Jeanine Áñez y el gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho. También dijo presente en la capital venezolana la presidente de Honduras, Xiomara Castro, esposa del depuesto exmandatario Manuel Zelaya, muy cercano a Hugo Chávez durante su mandato y, quien incluso ha visitado en un par de ocasiones a Nicolás Maduro, el anfitrión de quien no hay mucho más que agregar, solo que sin la muerte de Hugo Chávez no habría llegado al puesto que hoy ocupa.

Fuente: Panampost

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