Luis Beltrán Guerra,
La pregunta, diera la impresión, que como que valdría la pena planteársela en los términos de los libros sagrados. Y tanto los del “Antiguo” cómo o del “Nuevo Testamento”. Pues al “comunismo” ab initio se vincula con lo inhumano, terrorífico y demoledor, no únicamente de lo que él roce, tanto volitiva como inintencionalmente. Es sinónimo de “crueldad” y la Biblia, como se escucha, contiene 51 versículos con respecto a esa terrible conducta.
Una primera apreciación pasaría por afirmar que no hay persona natural o jurídica a quien “el comunismo no asuste” y hasta mucho más que “la bestia marina gigante del Genesis y que Job percibe como “un terrible dragón”. “La infocrácia”, tanto la tradicional, en boga durante ya algún largo tiempo, como la de hoy, “the media”, descrita con preocupación por Byung-Chul Han, una denuncia ante los serios trastornos que está produciendo en el proceso democrático. Páginas, revelan, también, la apreciación clásica de Thomas Hobbes, con respecto a la necesidad de un Estado fuerte” para evitar que “el poder de los hombres destruya al hombre mismo”. El clásico de “Don Thomas”, para muchos, en lo relacionado a la “Teoría del poder público”.
En principio la branca del comunismo se encuentra por allá en 1860 en el denominado “Manifiesto”, para algunos escrito por Karl Marx y Friedrich Engels, pero dudándose en lo concerniente a quién escribió más. El encargo, “La liga de los comunistas”, sociedad obrera internacional, que dada las características de la época actuaba ocultamente, detalle que confirma “alienación”, tan extrema que suelen anotarse dudas en lo relacionado con la originalidad del histórico documento. Ha generado tanto miedo, como, tal vez, nunca lo imaginó la dupla de filósofos a la cual se imputa su autoría.
Si se quisiere precisar por qué el comunismo es malo, pareciera necesario dejar claro que bajo sus banderas suelen guarecerse la totalidad de los errores de “aprendices de brujo” que devienen presidentes en conglomerados humanos que se han propuesto convertirse en repúblicas y quienes no saben, con el perdón de lo vulgar de la expresión, “de qué palo ahorcarse”. Recordemos, como se lee, que el mencionado poema (Aprendiz de brujo) de Johann Wolfgang von Goethe revela que correspondió al hechicero poner término al desastre de la inundación del taller y no al aprendiz, quien presuntamente lo había causado. A los gobiernos en principio comunistas, como que pareciera identificarles en rigor como el resultado de la procura de una denominación que no les corresponde. Evidencia, que ante el clamor mayoritario de que el comunismo es malo, sin ningún prurito pasan a llamarse “socialistas”, sin saber de que se trata. Únicamente para aminorar el temor y amparándose en las bondades del esprimimiento de las finanzas públicas. Y en otros casos del denominado “bastón de mando” en manos del “gendarme”. ¿Consecuencias? desbastadoras. Y sin excepciones.
Si acudiéramos a la “nomenclatura, repertorio o catálogo”, habría de concluirse que en la actualidad únicamente la República Popular China pudiera en rigor calificarse como “comunista”, aunque a raíz de la muerte de Mao adoptó como metodología de desarrollo “el socialismo a la china”. Hoy, “a pesar de los pesares”, ocupa un determinando lugar en el desarrollo del mundo. En lo relativo a Vietnam y Laos, más de un análisis se inclina por fundamentarse en “el socialismo de mercado”. Apreciación similar pareciera afirmarse en lo relativo a Corea. Finalmente, en lo concerniente a Cuba, que suele incluirse en el elenco, más que comunismo, lo que ha habido es un cúmulo de barbaridades y “el resultado” es “Un gigantesco desastre”, pero entendido como sinónimo de “naufragio”.
Es de tener presente, asimismo, en aras de una respuesta acertada a la pregunta, el título de este ensayo, que “gobernar es cosa seria” y que ello demanda, por lo menos, algo de idoneidad y que las gentes esperan que se les ofrezcan oportunidades para “un racional ciclo existencial”, por lo que hay que escuchárseles y tomárseles en cuenta, no únicamente para que sufraguen. Y que se trata de una temática que la historia ha acompañado, inclusive, desde las ciudades romanas en las cuales en un espacio público se reunía el pueblo para analizar sus problemas y soluciones con gobernantes, legisladores y jueces. No limitado, como los ultramodernos, tipificados porque la denominada “derecha” tiene los suyos distintos los que se autocalifican de “izquierda”. De estos últimos, para unos cuantos, el comunismo y el narcotráfico bailan juntos, lo cual no pareciera imputable a los conservadores, para sus defensores, en esencia, impolutos. La gran calamidad viene determinada por la competencia tanto en la escogencia de los temas, sus analisis y particularmente las alternativas. En América Latina, en el denominado “Foro de Sao Pablo, reunido a posteriori en Puebla se asume que la pregunta allí seria distinta al ¿Por qué no soy?, pues se da por descontado que al “Manifiesto comunista” se le conoce al «caletre” y que por él se brindaría. Allí no existe racionalidad y menos preparación.
El mundo de hoy, un escenario confuso, tanto en los países ricos como en los pobres. La bipolaridad que nos sacude ha de definirse en los hechos, ubicándonos en los dos polos de desarrollo más avanzados del mundo. Las preguntas allí serían distintas a las del título. Sonaría más bien: 1. En EE. UU. ¿Por qué soy demócrata o republicano? Y 2. En China, una sola opción ¿Por qué soy chino?
En España, ha de ilustrarse, se lee que este jueves 16 de febrero, el Congreso ha aprobado la ley trans y LGTBI, regulando por primera vez la autodeterminación de género, ahora permitida a partir de los 14 años. Esto implica que la tierra de Franco se convierte en el noveno país europeo que permite el cambio de sexo legal sin requisitos patologizantes: ni hormonación obligatoria ni diagnóstico de disforia de género, como era hasta ahora con la ley aprobada de 2007. Preguntémonos por el comunismo y las izquierdas y las derechas a fin de dilucidar de quién es la bandera. El generalísimo ha de estar, por lo menos, “jarioso”.
Por vía de conclusión, ha de concluirse que el universo entre democracia y no democracia debe analizarse con objetividad, pensando en el bien común y no en el individual. Así debe hacerse al igual que en lo concerniente al comunismo y lo que él se oponga.
Al lector corresponde contestar, y tal vez, para sí, la repuesta a que se contrae el título.