lunes, noviembre 25, 2024
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Padrino López en la mira

IBÉYISE PACHECO,

Es probable que la creatividad de Maduro no alcanzó a imaginar que descabezando a Tareck El Aissami, hombre de su máxima confianza, generaría una batalla campal entre bandas criminales que se asumen poseedoras de cuotas para ejercer la corrupción, consecuencia de que el régimen impuso que la autoridad es, de quien más y mejor delinque. Por eso los organismos públicos anarquizados han sido en los últimos días sedes de peculiares enfrentamientos.

La salida del ministro de Petróleo y el relato construido de una supuesta lucha contra la corrupción han tenido la lectura opuesta y no alcanzan para ocultar una situación que es imposible que Maduro admita, pero que le debe preocupar: la existencia de enemigos internos sostenidos sobre el desastre y la inmoralidad de su régimen, con una estructura propia capaz de horadar su poder. ¿O no fue esa la razón de la expulsión de Tareck El Aissami?

Por primera vez Maduro se ha quedado sin discurso para atacar a la oposición. No hay manera de minimizar una crisis que desparrama evidencias de su entorno de hienas alimentadas sobre el imperio del crimen y ávidas de controlar más.

Maduro fue convencido de que debía quitar a Tareck del medio. Si para llegar a esta decisión hubo presión externa está por verse, pero lo que no puede esconder es la exposición de la pugna interna, de una dimensión tan grande como los montos de miles de millones de dólares, doloroso registro del desfalco del madurismo a nuestro país.

¿Quiénes ganan y quiénes pierden con la salida del ministro de Petróleo? Pierde Tareck -hasta ahora- y ganan Jorge y Delcy Rodríguez, cada día más influyentes en los sectores políticos y económicos del país. El petróleo, obviamente, ha sido un elemento de disputa. Con la caída de El Aissami y el nombramiento de Pedro Tellechea como su sustituto, las interpretaciones sobran. “El nuevo ministro de Petróleo responde a los Rodríguez, se lo metieron por los ojos a Nicolasito”, precisa una fuente.

Lo ocurrido en los tribunales ha sido un espectáculo. El Ministerio Público nombró unos fiscales para el caso del exministro, pero resulta que el jefe del Sebin, Gustavo González López, solicitó -aunque lo niegue- trabajar directamente con Tarek William Saab porque dos de los tres fiscales designados han robado más que los jueces procesados por extorsión.

Queda pendiente un sector decisivo, la Fuerza Armada. Cuando comenzaron las detenciones, una informante me hizo una pregunta que se responde sola: ¿Crees que Maduro se atreverá a detener a todos los militares incursos en corrupción? Decenas de oficiales controlan operaciones ilegales que ya Maduro no puede tocar. ¿Hacia quiénes va la cacería? Contra los sospechosos de haber operado con El Aissami, muchos, por cierto. ¿Podían hacerlo sin que Vladimir Padrino López, supiera? Imposible. Entonces, el ministro de las Defensa está en la mira de Maduro, azuzado por los Rodríguez.

De hecho, fuentes de inteligencia dentro y fuera de Venezuela, evalúan como escenario probable la salida de Padrino López y de su aliado el director de la Dirección General de Inteligencia Militar, Iván Hernández Dala, aunque la posesión de valiosos secretos de la pareja presidencial podría ser su salvavidas.

La desconfianza de Nicolás en la Fuerza Armada quedó en evidencia al apartar a la DGCIM del caso de Tareck, organismo que debía ejecutar las detenciones e interrogatorios a los oficiales. De toda esa dirección, Maduro se quedó solo con el torturador Alexander Granko Arteaga a quien instruyó directamente sobre las acciones a seguir contra los empresarios involucrados. Del resto, fue González López quien ejecutó los procedimientos contra la oficialidad de la FANB, pero su autoridad también fue retada cuando se solicitó el traslado de todos los militares en comisión de servicios en Pdvsa hacia el ministerio de la Defensa para ser interrogados. La orden se cumplió parcialmente porque Hernández Dala ordenó a su amigo, el general Carlos Henrique Terán Hurtado, asignado a la empresa petrolera, que se resguardara en la sede de contrainteligencia militar para ponerse a salvo y fuera del control del director del Sebin. Nadie se ha atrevido a buscarlo allá.

Por su parte, Padrino López es un sobreviviente y tiene su propio estilo mesurado de pelea, aunque está muy pero muy enojado y ahora tiene a su favor el manejo político del malestar que ruge en el seno de la FANB contra el régimen, ante la crisis económica y la grotesca corrupción a distintos niveles junto a la negativa a ajustar los salarios de la oficialidad.

Los hermanos Rodríguez no gozan del afecto del ministro de la Defensa y viceversa. Hace tiempo Delcy ha planteado ofrecerle a Padrino López un cargo decorativo que pueda resultarle atractivo económicamente y que deje para ellos el control de las armas y la seguridad del país. ¿Por qué no? Si a final de cuentas Nicolás Maduro es comandante en jefe. Hasta que, tal vez, pase también a ser objetivo de unos hermanos siniestros.

Fuente: Diario Las Américas

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