LA HABANA.- El sábado 24 febrero de 1996, mi apartamento en la barriada habanera de La Víbora, en La Habana, Cuba, amaneció vigilado por agentes de la Seguridad del Estado, que estaban acompañados por miembros de la represiva Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC).
Días antes, un vecino, que había luchado en la guerra civil de Angola, en la que el ejército cubano intervino, y que entonces era miembro de la ACRC, me alertó del operativo.
El hombre, a finales de 1995, comenzó a escribir para la agencia Cuba Press, dirigida por el poeta y periodista Raúl Rivero (1945-2021). En febrero de 1996, quien escribe, era un perfecto desconocido. El foco de atención de la policía política era mi madre, Tania Quintero, quien durante más de dos décadas había trabajado como periodista del gobernó cubano, primero en la revista Bohemia y después en el Instituto Cubano de Radio y Televisión y se había reconvertido en reportera independiente de Cuba Press. Querían impedir -y lo consiguieron- que ella no cubriera una reunión de Concilio Cubano, iniciativa liderada por Leonel Morejón Almagro y en la cual participaban 130 organizaciones opositoras.
Decenas de disidentes y activistas fueron detenidos y a un puñado de periodistas sin mordaza se nos impidió salir de nuestros domicilios. Los teléfonos, todos fijos, fueron cortados. En aquellos años, a la Seguridad del Estado le era muy fácil aislar a la oposición pacífica. Entonces, en Cuba no había internet y los celulares y las redes sociales no habían hecho su aparición a nivel global.
Para recabar información y escribir un trabajo sobre Concilio Cubano decidí hablar con el abogado criminalista Jorge Bacallao, ya fallecido. Pero el despliegue policial no me permitió llegar a la vieja casona donde Bacallao vivía, donde conocí a Leonel Morejón Almagro y a Pedro Pablo Álvarez.
No obstante, escuché disertaciones del jurista René Gómez Manzano y me adentré en las interioridades de la disidencia en la isla No había dudas o preguntas que Bacallao no esclareciera. Erudito y lector empedernido, era una especie de director político de activistas, disidentes y jóvenes. Un formador y líder espiritual de decenas de cubanos que apostábamos por la democracia.
Han pasado 27 años desde que me inicié en el periodismo libre. Entrevisté y conocí a protagonistas de aquella audaz oposición, como Martha Beatriz Roque Cabello, Félix Bonne Carcassés, Vladimiro Roca Antúnez, Arnaldo Ramos Lauzurique y el doctor Oscar Elías Biscet.
Reporté la huelga de hambre de Biscet en la calle Tamarindo 34. Junto con otros colegas de Cuba Press, como Ariel de Castro Tapia, cubrimos sucesos, detenciones y propuestas de la disidencia, entre ellas el lanzamiento del documento La Patria es de Todos y la creación de la asamblea para promover los esfuerzos de la sociedad civil. La represión fue implacable y un sector importante de la población, respaldaba, o simulada, apostaba por respaldar a Fidel Castro. El miedo imperaba entonces, aún más que hoy, en la sociedad cubana.
Con sus luces y sombras, la disidencia fue la primera en alzar la voz y pedir al castrismo que dejara de tratar a los cubanos como ciudadanos de tercera categoría. Antes que los hermanos Castro diseñaran tímidas reformas económicas, la oposición reclamó aperturas de pequeños negocios y la derogación del absurdo apartheid que sufrían los cubanos en el ámbito legal, tecnológico y turístico.
Fue la disidencia la que reivindicó al régimen para que los cubanos pudieran acceder a internet, telefonía celular, comprar o vender un auto o una propiedad y el derecho a viajar al exterior y regresar al país. Nadie dentro del gobierno reclamó esos derechos. Tampoco la amaestrada prensa oficial se atrevió a escribir un artículo pidiendo transformaciones urgentes de corte económico y social.
Las timoratas reformas que se han sucedido en la Isla son un éxito silencioso de la disidencia interna. Pero han pasado casi tres décadas y la oposición cubana necesita renovarse.
Con 80 años Vladimiro Roca Antúnez espera la muerte en condiciones lamentables. Tuvo que vender su casa y con el dinero se compró un desvencijado apartamento. El resto de lo que obtuvo lo gastó en alimentos y medicinas. Expiloto de la fuerza aérea, Roca trabajó en instituciones del Estado cubano y jamás recibió la pensión que le correspondía por las leyes laborales del país.
El 16 de mayo, la economista Martha Beatriz Roque Cabello cumplirá 78 años. Ella fue una de las firmantes del resonado documento La Patria de es Todos, junto a Vladimiro, Gómez Manzano, Bonne Carcassé y Arnaldo Ramos, que en dos ocasiones ha estado encarcelada. Con achaques de salud, sobrevive como puede. La mayoría de los disidentes han envejecido. O están presos, como José Daniel Ferrer y Félix Navarro. Otros lograron emigrar, escaparaon.
Y a pesar de que ha aumentado considerablemente el descontento popular, ese descontento no se canaliza en un incremento de las filas opositoras. Al contrario, se han ido diezmando debido a la represión y el éxodo.
La buena noticia es que amplios segmentos de la ciudadanía ahora abiertamente critica al gobierno y quiere cambios democráticos. Pero cuando usted le pregunta por qué no se alistan en la disidencia, dicen que no lo ven viable.
Quieren una Cuba donde exista libertad de expresión. Que los cargos públicos se elijan por el voto popular. Que se desaten las fuerzas productivas y los cubanos de la diáspora puedan invertir en su patria y participar de la vida política. Que se respeten los derechos inalienables.
Pero nadie, o muy pocos, están por la labor de liderar futuros proyectos disidentes. Recuerdo que durante las protestas del 11 de julio de 2021, una avalancha de personas caminaban por la angosta Calzada de Diez de Octubre gritando libertad. Iban sin un rumbo determinado. Alguien quiso saber hacia dónde se dirigían. Un hombre a su lado se encogió de hombro y respondió: “No sé, pa’llá, pal malecón”. Se notó la ausencia de líderes.
Luis Manuel Otero Alcántara, Félix Navarro y José Daniel Ferrer, quienes en sus respectivas ciudades intentaron sumarse a las manifestaciones el 11J, fueron detenidos y encarcelados. A pesar del enorme descontento de la población contra el régimen, la disdencia se ha debilitado. Urge que la oposición dé un golpe sobre la mesa. Se necesitan nuevos Biscet, Martha Beatriz, Vladimiro.
La semana pasada, mi hija, estudiante universitaria, me preguntó si había valido la pena oponerme al régimen durante 27 años sin conseguir la anhelada democracia. “Los jóvenes no quieren ser opositores. Quieren labrarse un futuro fuera de su país”, me dijo.
Puede que tenga razón. Pero creo que vale la pena seguir intentando una Cuba mejor desde adentro.