LA HABANA.- Cuatro décadas después, José Antonio, 55 años, sentado en short y camiseta en la sala de su casa, en Cuba, rememora aquella mañana de 1976 cuando su madre lo llevó a un colegio electoral, a cuidar una urna de votación.
“Tenía nueve años y cursaba cuarto grado en una escuela primaria del municipio Cerro. Aún tengo en mi memoria el vaso tibio de café con leche y un pan con mantequilla, que la vieja me preparó antes de ir con uniforme y pañoleta al colegio electoral”, recordó José Antonio, graduado de filosofía, hoy obrero en una fábrica del Cotorro, al oeste de La Habana.
“Poner a estudiantes a cuidar las urnas fue una iniciativa de Fidel Castro, un símbolo que demostraría la pureza del sistema electoral cubano. La prensa oficial relataba que antes de la revolución, los colegios electorales eran vigilados por militares. Entonces, ni mis padres ni los vecinos se quejaban y criticaban la inviabilidad del modelo cubano y la falta de democracia como ahora. Lo que decía Fidel era palabra bendita. En mi infancia, no recuerdo a nadie que se preguntara por qué en Cuba solo había un partido político y no se convocaban elecciones para elegir al presidente del país. La gente, o al menos la mayoría, daba por hecho que lo que hiciera el gobierno era lo correcto”, opinó José Antonio y justifica el sonambulismo político del cubano de a pie.
“Los regímenes totalitarios tienen la capacidad de controlar los medios de difusión, la propaganda y de anular a la ciudadanía. Los cubanos vivíamos en una urna de cristal. No existía internet ni habían surgido las redes sociales. Lo que conocíamos del mundo exterior era lo que los medios, controlados por el partido comunista, publicaban. Por eso, antes de hacer cualquier análisis del contexto y la realidad actual, tenemos que comprender que tres generaciones de cubanos crecimos en una sociedad en la cual desde niño éramos adoctrinados. Éramos unos zombis. Fidel, revolución y socialismo eran sinónimo de patria y cubanía», relató José Aantonio.
«Las autoridades nunca contaron con nosotros para prohibir las navidades en el mes de diciembre o cerrar los pequeños negocios privados en 1968. La mayor parte de la población iba a votar en una parodia de sufragio que no elige nada importante. No me avergüenza decir que formé parte de aquellos pelotones de linchamiento moral contra las personas que se marchaban de la isla. Era adolescente y ni siquiera sabía de qué iba la cosa. Otros fueron a combatir a Angola sin saber ubicar en el mapa a esa nación africana y sin convicción alguna. Lo hacíamos porque lo ordenaba el comandante. Cuarenta años después, muchos hemos abiertos los ojos y reconocemos que fuimos manipulados. A otros les conviene seguir simulando. Pueden acusarnos de cobardes y sumisos, pero cualquiera que haya vivido en una sociedad totalitaria, sabe que los métodos de control de corte fascista utilizados por los gobernantes tratan de anestesiar masivamente a la población”, concluyó José Antonio.
En la primavera de 2023, Miguel Ángel, profesor ya jubilado, confiesa que siempre lo tuvo claro: “Desde hace 30 años no voy a votar. Sobre estas elecciones, debo aclarar que, aunque el 80% de los electores se abstuvieran o anularan su voto, el mecanismo del sufragio para ratificar a los 470 diputados, con diez personas que voten es suficiente, pues la candidatura se aprueba con el 50% de los votos válidos. La mayoría del pueblo sabe que esas elecciones son una farsa. Pero unos cuantos siguen el juego porque viven dentro de la institucionalidad o laboran en sectores que gracias al ‘invento’, pueden sobrevivir en la anarquía del sistema político y económico existente en la Isla”.
Luana, abogada, sonrió cuando se le preguntó su opinión sobre la democracia en Cuba.
“Claro que no hay democracia. El gobierno se ha inventado una narrativa sobre la democracia socialista que es una teoría falsa. La democracia no distingue sociedades, razas ni credos. Es un conjunto de normas, entre ellas la parcelación de las ramas políticas de un Estado, la independencia de los tribunales, la variedad de partidos y organizaciones políticas y sociales, la libertad de prensa y expresión y, sobre todo, que el poder recae en el soberano, que es el pueblo. El modelo democrático está muy lejos de ser una maravilla. Pero en más de dos mil años, es el modelo que mejor ha funcionado”, explicó Luana.
“El modelo cubano está lejos de ser una democracia. Al contrario. Es una sociedad autoritaria donde el partido comunista gobierna incluso por encima de la Carta Magna. A veces me preguntó por qué el gobierno gasta tantos recursos en querer demostrar un talante democrático que no práctica. La mayoría de las naciones en el mundo, públicamente o en privado, reconocen que Cuba no es una democracia de facto. Estas elecciones, así como otras maniobras de aperturas democráticas, se lo cree muy poca gente. Pero hay una especie de pacto no escrito. El gobierno simula democracia y la gente aparenta que vota en la misma. Es diabólico, pero así funciona en la práctica”, afirmó la abogada.
El domingo 26 de marzo parecía un día cualquiera. En los días previos al sufragio, las autoridades desplegaron ferias agropecuarias en varios municipios de la capital y otras provincias, y apenas se produjeron apagones. Se intentó motivar a la población con la actuación de la selección nacional en el Clásico Mundial de Béisbol. Y hasta los siete huevos per cápita de la libreta de racionamiento, se despacharon antes del 26 de marzo.
Pero el horno en Cuba no está para pasteles. La estacionaria crisis económica, desabastecimiento generalizado e inflación galopante provocan que una gran cantidad de personas tengan que hacer largas colas para comprar pan o un medicamento. La gente está al límite.
Dos horas después que abriera el colegio electoral situado en la Calzada de Diez de Octubre entre Carmen y Patrocinio, en la barriada habanera de La Víbora, apenas quince personas habían votado. “Van a votar los de siempre. Los chivatos, los que tienen un cargo o trabajan en puestos importantes y los pendejos que tienen miedo de que algo les puede pasar si no van a votar. Hay que ser muy sumiso para ir a votar por esa pandilla de barrigones que nos tienen al borde de la locura colectiva. Esa caterva de sinvergüenzas va a los lugares a tirarse fotos y aparentar que escuchan a la población. Prometen que van a resolver y al final todo sigue igual. Hay que ser masoquistas para votar por un gobierno incapaz de administrar los servicios básicos y que ha hundido la industria azucarera, la ganadería y la pesca”, dijo Camila, emprendedora privada.
DIARIO LAS AMÉRICAS recorrió seis colegios electorales, cinco en circunscripciones del municipio Diez de Octubre (La Víbora, Lawton, Sevillano, Luyanó y Santos Suárez) y uno en el municipio Cerro. Entre las 7 de la mañana, hora de apertura, y la una de la tarde, la asistencia era escasa. En uno de los colegios, una mujer en la puerta invitaba a cualquier transeúnte a votar. En otras localidades el ambiente era igual, informaron activistas como Diasnurka Salcedo, quien subió a las redes sociales videos de colegios electorales vacíos en Alquízar, uno de los 11 municipios de la provincia Artemisa.
Un exfuncionario del Partido Comunista, el único autorizado por la dictadura, asegura que «La Habana es la más contrarrevolucionaria de todas las provincias. En las elecciones de noviembre un alto por ciento se abstuvo o anuló el voto. Las autoridades tomaron nota”. En el sufragio del 27 de noviembre de 2022, en la capital estaban inscriptos para votar 1.677.456 personas. Pero a las urnas solo acudieron 916.128, el 55% del total. Según cifras ofrecidas al periódico estatal Tribuna de La Habana por Maydelys Dupuy Zapata, presidenta del Consejo Electoral Provincial, de ese total el 88% de los votos resultaron válidos, pero el resto, un 12%, fue descartado. Eso significa que, entre abstención y votos nulos, La Habana sumó el 57%.
Los operarios políticos del régimen intentan revertir los resultados de las elecciones para diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, con una avalancha propagandística y la presencia de pesos pesados de la dictadura en casi todos los municipios del país. “Una jugada cantada, creen que van a superar las cifras y alardear de victoria. Si no es el resultado esperado, no dudo que hagan un pucherazo (fraude) ”, comentó un taxista.
Activistas y disidentes que se prepararon como observadores electorales, denunciaron estar bajo sitio policial y sufrieron amenazas de agentes de la Seguridad del Estado. El opositor Manuel Cuesta Morúa, contó a Diario Las Américas que intentó participar como observador y lo detuvieron a las cuatro y media de la tarde, cuando se dirigía a un colegio a ver el escrutinio. «En estos momentos me encuentro en mi casa, sitiado por fuerzas policiales. También he sabido de la detención de Elsalisis Isaac Reyes, una de las observadoras nuestras en Palma Soriano, Santiago de Cubal, a quien detuvieron y golpearon. A María Elena Mir no la dejan salir de su domicilio para observar el conteo de votos. Y están los casos de Zelandia Pérez y Juan Manuel Moreno que tampoco han podido salir de sus casas”.
Pasada las ocho de la noche del domingo 26 de marzo, Alina Balseiro, presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE) informaba que hasta las 5 de la tarde habían votado 5.711.397 electores inscritos, cifra equivalente al 70,34% de los más de 8 millones de ciudadanos llamados a votar.
«La falta de entusiasmo marcó estas elecciones parlamentarias, que incluso con los datos oficiales disponibles hasta el momento, ya apuntan a ser las de menor participación desde 1959. Un equipo de periodistas pudo comprobar en distintos colegios electorales de La Habana que no fueron muchos los que se acercaron a depositar su voto, pero tampoco en las provincias, donde resulta más complejo significarse a través de la abstención, se notó mayor ánimo. La baja concurrencia la confirman colaboradores en distintas provincias y la sugiere también la cobertura de la prensa oficial, que no ha podido mostrar colas de electores en las imágenes de sus medios, mientras Granma, el diario del PCC, lleva inaccesible desde el cierre de las urnas», reportó el medio 14ymedio en la mañana del lunes 27 de marzo.
Para José Antonio, obrero licenciado en filosofía, “solo con una radiografía más profunda se puede conocer el descontento y la frustración que sufrimos los cubanos. Se ha pasado de la utopía a una distopía espantosa”. Y es que la única estadística que crece en Cuba es la emigración.