miércoles, noviembre 27, 2024
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Juicio a Trump: el interés electoral de Soros y los lunáticos woke

Raúl Tortolero,

El fiscal Alvin Bragg lleva años obsesionado persiguiendo a Donald Trump. Pero ni la izquierda  puede negar algo que es verdad: el tipo ha sido respaldado financieramente por George Soros. Esto debería ser suficiente para restarle toda legitimidad a las muchas acusaciones que Bragg ha puesto sobre la mesa para llevar al presidente 45 de Estados Unidos a la Corte de Manhattan.

¿Por qué? Porque no, no es mentira: el billonario Soros es uno de los miembros más destacados de la élite globalista occidental, que impulsa –a través de sumas millonarias–, en todo el mundo, y no se diga en Estados Unidos, una agenda totalmente anticristiana, totalitaria woke, supremacista progresista, que supone el aborto libre y hasta los 9 meses de gestación, adoctrinamiento del supremacismo LGBT desde la más tierna infancia, la hipersexualización de los niños, las «infancias trans», la «libertad» de los menores para tener sexo con quien quieran (lo cual se traduce en pedofilia), la transexualidad en general, el «matrimonio» entre personas del mismo sexo y la adopción por parte de estas parejas, la Teoría Crítica de la Raza (CRT) y la DEI (diversity, equity, and inclusion), migración ilegal descontrolada, «fronteras abiertas», y por supuesto, la Agenda 2030, un gobierno mundial, y «sociedades abiertas».

Soros es descrito por la izquierdista BBC de Londres como de «ideología liberal», e impulsor de un mundo «más abierto y equitativo». Por esto es que no se puede combatir al marxismo posmoderno y sus rostros actuales, sus nuevos sujetos revolucionarios (los supremacismos feminista, LGBT, negro, indigenista y ecoanimalista) desde las filas de este liberalismo, abuelo del progresismo.

Soros, quien se presenta como un «filántropo», en 1992 quebró al Banco de Inglaterra, con manejos mafiosos, egoístas, de fondos de inversión y especulaciones, que le permitieron ganar mil millones de dólares en un solo día, gracias a su ataque a la libra esterlina. Eso ya nos daba una idea clara de su perfil sociópata.

Siendo originario de Hungría, George Soros es repudiado por el gran Víktor Orban, el primer ministro de Hungría, quien lo rechaza por sus ideas progresistas y su combate eterno al conservadurismo. Ha financiado a decenas de candidatos progresistas en diversos países, y a muchos del Partido Demócrata en Estados Unidos, como a Hillary Clinton. También, a académicos, universidades y organizaciones sociales.

En 2017 se dio a conocer que había donado 15.000 millones de euros de su fortuna, a su fundación Open Society, desde donde canaliza su agenda progresista a escala mundial. Esa casa opera en al menos 120 países, por lo que Soros ha sido acusado de «intervencionista» y de «desestabilizador» en no pocas ocasiones.

Reconocido no digamos por Trump, ni por sus cercanos, como Jason Miller, el estratega senior de comunicación de cara a 2024, ni por alguno de sus más de 75 millones de votantes en 2020, sino por el propio New York Times –acaso el medio más progresista del mundo–:

«El Sr. Soros hizo una donación a un grupo liberal que respalda a los fiscales progresistas y apoya los esfuerzos para reformar el sistema de justicia penal, de acuerdo con las causas que ha apoyado públicamente durante años. Ese grupo usó una parte significativa del dinero para apoyar al Sr. Bragg en su campaña de 2021”.

¿No es suficiente esto para entenderlo todo?

El progresista fiscal del distrito de Manhattan no es sino la punta de lanza  de los radicales izquierdistas del Partido Demócrata, del progre-globalismo encabezado por Soros, y de los lunáticos woke, todos enemigos de lo que representa Donald Trump: los intereses de los americanos y el patriotismo, por encima de los del globalismo; el conservadurismo frente al delirio anticristiano; la defensa de la democracia y la libertad, ante las imposiciones dictatoriales zurdas y la cancelación, el respeto a la paternidad y el derecho a educar a sus hijos, frente al adoctrinamiento sexual de los menores.

Bragg quiere ser gobernador de Nueva York en 2026. Alegando no que ha hecho algo relevante por la ciudad, por su gente, sino algo que sólo exhibe el odio típico de la izquierda posmoderna, el resentimiento social: que él fue quien logró tomarle las huellas digitales a Trump.

Ya durante su campaña de 2021, que lo llevó a ser el primer fiscal negro del distrito de Manhattan, se vanagloriaba que había demandado más de 100 veces a Trump, logrando que éste disolviera algunas de sus instituciones.

Mientras este narcisista fiscal lucha por colgarse la medalla de descarrilar finalmente la campaña de regreso a la presidencia de Trump el año que entra, el expresidente ha recaudado más de 8 millones de dólares de apoyos de donantes en todo Estados Unidos, y ha ganado muchísimas horas en todos los canales y medios de comunicación, exposure que no habría tenido de otra manera. Habría que agradecerle esto a los demócratas y en especial a Bragg, quien pareciera ser un buen estratega del war room de Trump.

Donald Trump se ha declarado inocente de los 34 cargos que se le han imputado, y si estudiamos bien los detalles, esto se entiende porque alguien de su perfil no maneja nunca por sí mismo las finanzas, ni los movimientos bancarios, ni cada uno de los miles de detalles de tantas empresas y proyectos, por lo que gente de su equipo podría haber incurrido en algunas irregularidades por su cuenta, sin que esto signifique que el propio presidente 45 lo hubiera ordenado.

Estados Unidos se convierte cada día más, bajo el gobierno de Biden, en una verdadera república bananera, que usa la justicia con fines electoreros: el FBI allanando la mansión de Mar-a-Lago, el proceso en Manhattan, los inventos para salvar a Hunter Biden del contenido de su laptop. Y además, la mainstream media cómplice, la inflación elevada, y acaso lo peor y más estructural: todos los enemigos de Occidente están haciendo equipo. China y Rusia unidos para acabar con la dominancia de los Estados Unidos, pero no sólo de su «almighty» dólar, sino de los cimientos cristianos de la vida cotidiana y de las instituciones. Trump 2024 o el derrumbe de los Estados Unidos.

Fuente: Panam Post

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