Editorial La gaceta de la Iberosfera,
El resultado de las elecciones parlamentarias celebradas el pasado domingo en Finlandia es inapelable. Los finlandeses han decidido acabar con el Gobierno de la fiestera rockstar socialista Sanna Marin, buena amiga de Pedro Sánchez, y con sus políticas globalistas, inmigracionistas y ecoalarmistas que no responden a los intereses ni a las necesidades de Finlandia.
Sólo un decidido intento de suicidio político del centroderechista Partido Coalición Nacional de Petteri Orpo, que ha ganado las elecciones apenas por unas décimas al Partido de los Verdaderos Finlandeses, la formación patriótica liderada por Riika Purra, podría evitar el cambio político y social que los finlandeses exigen después de cuatro años de empobrecimiento.
Un cambio basado en la defensa activa de la soberanía nacional frente a los burócratas bruselenses y en el rechazo a la inmigración ilegal y masiva. Así como en la denuncia de las políticas de desindustrialización basadas en el alarmismo climático y la defensa de políticas de austeridad que pongan freno al gasto político con el dinero de nuestros impuestos.
Con este resultado, Finlandia completa el giro soberanista de los países nórdicos de la Unión Europea que comenzó en Suecia y que continuó, de inmediato, en Dinamarca. La tendencia en la mayor parte de Europa a enviar a la oposición al socialismo y a todos aquellos partidos sumisos a los designios de la Agenda 2030 que empobrece a los europeos y pone en peligro la identidad de los pueblos, es irrefrenable.
La mejor noticia, sin embargo, no es la mera afirmación de esa tendencia, sino la constatación, vía Giorgia Meloni, de que las formaciones patrióticas, cuando alcanzan el poder, impulsan políticas efectivas —basadas en el cumplimiento exacto de sus promesas electorales—, que refuerzan las instituciones, mejoran la seguridad, reducen la inmigración ilegal, protegen a los trabajadores, fomentan la natalidad, acortan la brecha maternal, defienden el mundo rural y, en definitiva, mejoran la vida de sus nacionales.
Poco a poco, pero cada vez a mayor velocidad, la vía de la reacción frente a la agenda globalista e inmigracionista de los partidos clásicos encuentra su camino en la Unión Europea. Empezó en el Este, llegó al Sur y ahora levanta un fuerte en el Norte. Habría que estar muy ciego, ser muy cínico o estar muy untado para no verlo.