BRASILIA.- El presidente izquierdista de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, completó sus primeros 100 días en el poder con un nivel de aprobación del 38%, muy por debajo de los niveles que alcanzó en sus mandatos previos en 2003 y 2007, cuando acumulaba un 43 y un 48% de popularidad, respectivamente, según un sondeo publicado por el periódico ‘Folha de Sao Paulo’.
El tercer mandato de Lula, que volvió a la primera línea tras zafarse de una condena por corrupción salpicada de irregularidades, se encuentra ante un escenario frágil en los mercados, y para este año, el Fondo Monetario Internacional prevé que el PIB brasileño aumente un 1,2%.
Aunque el gobierno de Lula repasa en su página web «250 logros que han cambiado el rumbo de Brasil» en estos primeros cien días, con especial énfasis en el ámbito social, en el de infraestructuras y en materia productiva, lo que más destaca es la primera gran crisis política apenas una semana después de arrancar, cuando el 8 de enero miles de personas asaltaron las sedes de las principales instituciones del país.
Piedras contra su propio tejado
Para Denilde Holzhacker, politóloga de la escuela de marketing ESPM, el izquierdista no supo aprovechar el sentimiento de unión suscitado por el ataque, cuando recibió un amplio apoyo de los miembros del Congreso, de perfil predominantemente conservador.
«El espíritu de esa segunda semana de gobierno se perdió, y las divergencias aumentaron todavía más», dijo Holzhacker a la AFP.
Y Lula arrojó piedras contra su propio tejado al encadenar una serie de declaraciones polémicas.
Por ejemplo, insinuó que una operación de la Policía Federal contra un grupo narcotraficante acusado de planear el asesinato del senador y exjuez Sergio Moro -que condenó a Lula en 2017 en el caso de corrupción Lava Jato-, podía tratarse de un «montaje».
Esto reanimó a una oposición que estaba «desmovilizada después de los ataques del 8 de enero», y que se fortaleció aún más con el regreso la semana pasada a Brasil de Jair Bolsonaro tras una estadía de tres meses en Estados Unidos, asegura Holzhacker.
Lula multiplicó además sus ataques contra el presidente del Banco Central, al exigir -hasta ahora sin éxito- la reducción de la tasa de interés de referencia del país, hoy entre las más altas del mundo (13,75%).
«Lula tiene su manera de hablar y el mercado le tiene mucha desconfianza. Pero en los hechos ha reforzado posiciones (económicas) más austeras», pondera André Perfeito, economista de la consultora Necton.
Un ejemplo de ello es el nuevo régimen fiscal que será presentado al Congreso la próxima semana, que permitirá financiar el gasto social sin aumentar excesivamente el déficit público.