El escándalo por los ejercicios militares que China activó cerca de Taiwán hace pocos días retumbaron en todo el mundo. De Oriente a Occidente hay reacciones de distintos gobiernos, los cuales entre sus preocupaciones internas y los conflictos actuales, parecen tener suficiente como para sumar el riesgo de una nueva guerra.
El propio gobierno taiwanés fue el que advirtió sobre la posibilidad de un nuevo conflicto a escala mundial. Específicamente, mencionó que cualquier desliz del comunismo chino “podría desencadenar una guerra incontrolable” a gran escala. Entonces, no es para menos que distintos organismos y presidentes hayan decidido fijar posición.
La lista la encabeza una delegación de parlamentarios de Canadá que aterrizó este 12 de abril en Taipéi y fue recibida por la presidente Tsai Ing-wen. Desde allí, John McKay, del Partido Liberal, aseveró que “China también ha tratado de influir en la política canadiense, lo que ha hecho que estemos alerta y que los países democráticos se unan ante esta amenaza”. Ciertamente, el primer ministro Justin Trudeu ha mostrado antes su admiración por el régimen de Xi Jinping. Eso genera inquietud. Le sigue Alemania, cuya portavoz de Exteriores, Andrea Sasse, manifestó su “preocupación” por lo que viene pasando en el Estrecho de Taiwán.
Pero también es válido recordar que ambas naciones no reconocen oficialmente a Taiwán como país. En papel, apoyan el principio de “una sola China” que considera a Pekín como único gobierno. Sin embargo, hay algunos que mantienen relaciones formales con Taipéi por fuera de ese documento (como Estados Unidos). Es decir, se trata de un gris diplomático. Y acá es donde entra el problema con Francia.
Macron en el ojo del huracán
Con Francia ocurre algo particular. Es la única potencia nuclear que queda en la Unión Europea y eso llama la atención del dictador chino, interesado en tener más cómplices en el mundo libre. El presidente Emmanuel Macron finalizó el 7 de abril una visita breve al gigante asiático donde mantuvo una reunión con su homólogo Xi Jinping. Su viaje fue calificado por medios internacionales como una “catástrofe para Taiwán”.
Luego de eso voló a Países Bajos y dio unas declaraciones que lo tienen bajo los focos. “Ser un aliado [de EE. UU.] no significa ser un vasallo. Ser aliado (…) no significa que no tengamos derecho a pensar por nosotros mismos”, dijo desde Ámsterdam. Tras esas palabras tuvo que salir a apaciguar las críticas por su cambio de postura a favor del comunismo chino.
Macron agregó que no va “a contribuir a la escalada verbal” sobre la situación de Taiwán, que EE. UU. sigue siendo “un aliado” y que continúa defendiendo el status quo de la isla. La cadena alemana DW lo sintetiza de otra manera: “Cuando Francia dice que no se une a Washington en la defensa de la libertad de la amenazada Taiwán, en la oficina de Xi resuenan las botellas de champán descorchándose”.
Incluso el expresidente estadounidense Donald Trump señaló en una reciente entrevista con la cadena Fox News que Macron “terminó besando el trasero (a Xi Jinping)”.
Unión Europea vigilante
La Comisión Europea, institución de la Unión Europea (UE), emitió un comunicado en el que advierte lo mismo que Taiwán. “Cualquier inestabilidad en el Estrecho resultante de una escalada, un accidente o el uso de la fuerza, tendría enormes implicaciones económicas y de seguridad para la región y el mundo. Es clave ejercer la moderación”.
En otras palabras, si hay un asunto que está acaparando la atención de la diplomacia mundial por estos días es el riesgo de una guerra entre Taiwán y China. La visita el año pasado a Taipéi de la entonces presidente de la Cámara de Representantes de EE. UU., Nancy Pelosi, caldeó los ánimos y el viaje reciente de la presidente Tsai Ing-wen a Washington los empeoró. China está reacia a cualquier tipo de intervención en un conflicto que pronto podría desatarse.
Por su parte, Jorge Dezcallar, diplomático y exdirector del Centro Nacional de Inteligencia de España (CNI) recordó que “la seguridad de Taiwán sí nos afecta, en la medida que afecta a nuestros valores, debemos defenderlos con fuerza”. A la par recordó que EE. UU. “ve la guerra con China como algo crecientemente posible, y eso es grave”.