SONIA SCHOTT,
Bien lo dice un refrán: “Un barco no avanza si cada uno rema en una dirección diferente”, y es que, aunque la polarización en la política estadounidense no es un fenómeno nuevo, y de hecho se puede seguir su trazo desde los albores mismos de la Guerra Civil, (1861-1865), nunca deja de causar preocupación porque se vale de las emociones extremas para abrir paso a ideas divisivas, sin importar su objetivo.
En 2006, el Instituto Brookings y el Instituto Hoover de la Universidad de Stanford, en una investigación sobre la polarización encontraron que, la victoria de Ronald Reagan (1981-1989) en la campaña presidencial de 1980 inició lo que algunos observadores identificaron como un período de creciente diferenciación entre los dos principales partidos políticos, en temas como impuestos, aborto y defensa nacional.
“Sus respectivos discursos enviaron señales claras a los votantes liberales y conservadores sobre qué partido representaba mejor sus inclinaciones ideológicas”, señaló el reporte investigativo.
Si bien la polarización, hasta cierto punto, forma parte de las tácticas electorales, cuando traspasa las fronteras políticas para asentarse en la sociedad civil permanentemente, representa un grave problema.
En este contexto de extremos, que viene desde hace muchos años, ¿tiene la justicia alguna posibilidad? Tomando en cuenta que sirve para lograr un equilibrio entre las partes y asegurar, más allá de las diferencias, que todos tengamos los mismos derechos y obligaciones.
Una vez más, la nación se encuentra dividida, en torno al expresidente Donald Trump, luego de su comparecencia ante un corte penal en Manhattan, para ser encausado con 34 cargos de fraude comercial.
También están pendientes una investigación sobre una supuesta intromisión electoral en Georgia y dos del Departamento de Justicia acerca de su presunto mal manejo de documentos clasificados, así como otra que examina su posible implicación en torno al ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021.
No es solo su futuro político lo que está en juego, es también la confianza en las instituciones del país.
El exfiscal general William Barr, quien fuera uno de los defensores más leales de Trump, dijo que la investigación de documentos clasificados podría representar una amenaza real para el expresidente.
Por su parte, James Trusty, uno de los abogados de Trump en el caso de los documentos clasificados, denunció al Departamento de Justicia por las supuestas filtraciones sin precedentes, sobre el caso. “No respetan ningún privilegio que tenga el presidente Trump. Y están tratando desesperadamente de encontrar un ángulo de obstrucción que simplemente no está allí”, dijo recientemente.
Obviamente, Trump es inocente hasta que se pruebe su culpabilidad, de acuerdo con la ley, pero ¿se aplicará la ley en su caso de manera diferente aun si hay méritos suficientes para que sea condenado?
Por lo pronto, ya ha comenzado el debate sobre si es apropiado que se presente a la presidencia, mientras enfrenta varios delitos penales.
La pregunta más desafiante es si Trump es declarado culpable y es sentenciado antes de las elecciones de 2024, ¿qué sucedería si gana la nominación republicana y la campaña por la Casa Blanca en 19 meses?
En todo caso, la Constitución, que es la ley suprema que rige el país, solo dice que para ser presidente de Estados Unidos se debe tener al menos 35 años, ser ciudadano natural y por lo menos haber vivido 14 años en el país.
Por otro lado, la Corte Suprema nunca ha tenido que centrarse en los requisitos constitucionales que apliquen a un presidente que haya sido condenado y sería un tema jurídicamente fascinante si tuviera que hacerlo en el caso del exmandatario.
Lo más probable es que si un candidato nominado a la presidencia gana una elección siendo culpable de un delito federal, seguro se pensaría en una salida legal bajo la cual se pospusiera el cumplimiento de la sentencia. ¿Sería hasta posible que el nuevo presidente electo se perdonase oficialmente a sí mismo?
El tema que queda en el tintero es el efecto divisorio que puede causar en el país un proceso tan polémico, que se desarrollará en el marco de las próximas elecciones presidenciales.
Sea lo que sea, está claro que Trump no solo tiene la intención de impugnar los cargos en su contra, sino también hacer causa a su favor para impulsar su campaña presidencial. Entonces ¿tendrá éxito la polarización resultante, para determinar quién será el futuro presidente?