Saúl Hernández Bolívar,
Lamentablemente, parece tener razón el senador David Luna al decir que los partidos que hacen parte de la coalición petrista han venido protagonizando una pantomima en la que se muestran reacios a la reforma a la salud cuando en realidad están prestos a aprobar, en la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes, el texto que manden de Palacio por abominable que sea.
Eso es lo que quedó en evidencia el miércoles anterior cuando se propuso hundir la reforma y solo votaron afirmativamente los cuatro congresistas del Centro Democrático y Cambio Radical. Los 17 restantes se negaron al hundimiento, incluyendo los de los partidos Liberal, Conservador y de La U, a pesar de que llevan semanas asegurando que este proyecto propone cambios muy lesivos para la salud de los colombianos que ellos no están dispuestos a aceptar.
Sin embargo, no es fácil creerles a politiqueros de la talla de César Gaviria, Efraín Cepeda y Dilian Francisca Toro, a quienes solo les interesa el clientelismo y la contratación. Estos lobos son expertos en politiquería y como ya le tienen bien medido el aceite al hampón-presidente, saben lo mucho que lo pueden exprimir haciéndose los difíciles para aprobarle sus aberraciones y negándole algunas, como sucedió con la reforma política. Así valorizan su apoyo y obtienen mermelada a rodos.
Es cierto que eso se ha visto en todos los gobiernos, pero en este las consecuencias serán peores dado el calado de las reformas. Tan solo lo que se conoció la semana anterior es motivo suficiente para darle la sepultura. La ministra Corcho tuvo que reconocer, por gracia de un derecho de petición, que el sistema resultante de su alocada reforma dará cabida a actividades que no deberían considerarse dentro de la esfera médica porque carecen de sustento científico.
El gobierno de Petro quiere atender enfermedades con yerbateros, sobanderos, curanderos, brujos, taitas, teguas, homeópatas y cuanto payaso se crea en capacidad de ofrecer un servicio de salud. Acaso, solo las parteras, que son tradicionales en algunas regiones, tienen alguna idoneidad y experiencia que avala su función. De resto, es un retroceso que a un campesino lo atiendan en el Templo del Indio Amazónico y no en un hospital del nivel requerido, a donde diariamente son remitidos colombianos de todas las regiones por un sistema de salud que se pretende demoler.
Como si fuera poco, se descuida la onerosa atención de alta y media complejidad, en las que tanto se ha avanzado sin costo para los pacientes de cualquier estrato social.
Pueda ser que Luna se equivoque y que los partidos hundan este adefesio, aunque Petro más tarde intente implementar una constituyente para hacer los cambios frustrados y atornillarse en el poder. A fin de cuentas, este individuo no admite el disenso; ya veremos salir del gobierno a la ministra de Agricultura, Cecilia López, por declararse en contra de la desmedida transición energética que quiere hacer Petro. Una posición sensata que contrasta con la lambonería del canciller Leyva, ese antiguo miembro de las Farc que tergiversó las palabras del presidente Biden al llamar a Colombia como «la piedra angular» de la relación de EE. UU. con Latinoamérica, no a Petro, hoy convertido en hazmerreír mundial por su cantinflesco discurso sobre el cambio climático. Un chiste que a nosotros nos costará muchas lágrimas.