Hugo Marcelo Balderrama,
El 31 de enero del 2006, a los pocos días de haber llegado al poder, Evo Morales y sus bandoleros organizaron una serie de rituales y hechicerías que tenían como objetivo pedir por una buena gestión de gobierno. Han pasado diecisiete años desde la brujería de narras, y hasta el momento nada de eso se cumplió. Veamos.
Desde febrero 2023, en el mismo momento que el Banco Central dejó de emitir información, los ciudadanos bolivianos viven todo un calvario en busca de dólares. Si bien es cierto que la subida de los tipos de interés por parte de la FED y el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania afectaron a la economía de Bolivia, su influencia es, tan sólo, de factores agravantes. El verdadero problema es el Estado Plurinacional, que no es otra cosa que haber suplantado la republica por el modelo dictatorial castrochavista.
La gestión de Evo Morales se caracterizó por gastar las ganancias inesperadas del gas natural en subsidios a los combustibles, en empresas estatales ineficientes y obras tan inútiles como un museo para las prendas de vestir del cocalero.
Luego de la caída del precio internacional de los hidrocarburos en 2014, la dictadura se negó a modificar su modelo. Al contrario, acumuló deudas y utilizó sus reservas para financiar sus costosas subvenciones.
Bolivia lleva una década de déficits fiscales (7 % en promedio). Además, según la Fundación Milenio, la deuda pública ya alcanza al 80 % del PIB. En resumen, Evo Morales de presidente y Luis Arce Catacora de ministro de economía se portaron como aquel adicto al alcohol que empeñó la casa para continuar con la parranda.
Ahora ya con Arce Catacora convertido en presidente, la dictadura boliviana insiste por todos los medios posibles que no tenemos problemas. Incluso en una de las pocas entrevistas que dio en sus casi treinta meses de gestión, Arce Catacora ha insinuado que la caída de las Reservas Internacionales y la escasez de dólares no eran motivos de preocupación, pues el país estaba listo para entrar a un acuerdo monetario con los BRICS.
Sin embargo, mientras el presidente minimizaba los problemas del país, Sergio Cusicanqui, ministro de planificación, viajaba a Washington para reunirse con diferentes organismos multilaterales de crédito. Note la paradoja, se la pasan despotricando contra los Estados Unidos, pero van a su capital a mendigar dólares para intentar salvar su desastroso modelo.
En un artículo titulado: Bolivia está al borde de una crisis económica y su modelo está en quiebra, el diario digital Infobae afirma lo siguiente:
El Sr. Arce no tiene una salida fácil de la crisis. La producción de gas se ha desplomado un tercio desde 2014. Alrededor de un tercio se vende en el país a precios inferiores a los del mercado, mientras que el resto se envía a Argentina y Brasil. Pero esas exportaciones cesarán en 2030, según un reciente informe de Wood Mackenzie. Esto se debe a que la producción caerá en picado. Además, en junio entrará en funcionamiento un oleoducto desde uno de los segundos mayores yacimientos de petróleo y gas de esquisto del mundo, en el extremo occidental de Argentina, hasta Buenos Aires. Esto reducirá la necesidad de Argentina de importar el producto de Bolivia. Aunque la demanda brasileña continuará, Bolivia tendrá que centrarse en abastecer el mercado nacional con una producción cada vez menor. La inversión privada no se materializará pronto. La ley por la que YPFB debe tener una participación mayoritaria en cualquier empresa conjunta se incluyó en una nueva Constitución redactada en 2009.
Empero, la amenaza más grande contra las libertades individuales de los bolivianos es la estatización de las pensiones y jubilaciones. Este es uno de los problemas que más preocupa a los ciudadanos, pues no existe garantía alguna que la dictadura no vaya a despilfarrar los ahorros de vejez de millones de aportantes.
Sí tuviéramos que usar tres conceptos para describir a la dictadura boliviana estos serían: 1) La farsa indigenista, 2) el fracaso económico y 3) la fábrica de miseria.