No es la primera vez que el mandatario encuentra responsabilidades esotéricas en el fracaso de su gestión.
Ya dijo cosas similares en otras oportunidades. Él lo dice entre broma y victimización. Sin embargo, en lo concreto, lo cierto es que Alberto Fernández considera que su gobierno fracasó por cuestiones exógenas a su praxis política y gestión. Se excusa hablando de maldiciones y menciona varias cuestiones que otros países también sufren, pero que no caen en el desastre sistemático de la Argentina.
“No les quiero contar mis penurias desde que llegué al gobierno”, empezó diciendo el mandatario argentino este lunes, haciendo un preludio predecible: que sí iba a contar una vez más el listado de lo que siempre repite sistemáticamente. “Cada día me aparece una nueva. Ya quisiera que paren las maldiciones que me han mandado, porque han sido muchas”. Acompañado con los dedos de una mano, el socio de Cristina Kirchner dijo que tuvo que “heredar a Macri, agarrar una pandemia, transitar una guerra y soportar una sequía”. “Ya está, más cosas no me pueden pasar”, se quejó nuevamente.
Lo que no aclara Fernández es cuál era el plan de gobierno del Frente de Todos que jamás pudo poner en marcha mientras sucedían las maldiciones, como tampoco parece reparar que las problemáticas que él enfrenta no generan los mismos desajustes en países vecinos como Uruguay, Brasil o Paraguay.
Con respecto a “la herencia de Macri”, una de las maldiciones preferidas a la hora del lamento kirchnerista, lo cierto es que parece que el gobierno de Juntos por el Cambio recibió un país normal, que destruyó en tan solo cuatro años. Cuando Mauricio Macri recibió la presidencia, Argentina tenía desajustes fiscales y energéticos importantes. Claro que el gobierno anterior no se animó a hacer reformas de fondo y se limitó a un gradualismo tímido (que ya fue completamente desarticulado desde 2019) y a tapar los agujeros con ayuda del Fondo Monetario Internacional. JxC fracasó, pero no creó la problemática. El kirchnerismo se limita a hablar de la deuda (que todavía renegocia), pero jamás menciona el contexto de la misma.
A la pandemia la enfrentaron todos los países del mundo. Y si bien es cierto lo que dicen Alberto y Cristina, que todos emitieron para afrontar urgencias, lo cierto es que el problema inflacionario se agudizó en Argentina. Es que lo que para el resto de los países fue un recurso extraordinario, en Argentina venía siendo la fuente natural de financiamiento. Esto se concatena con la cuestión de la sequía y la dependencia del sector agropecuario. Aunque el kirchnerismo insiste con la idea que a la gente la salva el Estado y no el mercado, sin las divisas que ingresan por las exportaciones del sector más productivo, ya todo hubiera volado por los aires hace mucho tiempo. Aquí cerca, Uruguay y Paraguay también sufren los infortunios del clima y las arcas públicas se encojen cuando el tiempo no acompaña. Lo que por allí no sucede son las escaladas del dólar y el aumento de la inflación que tiene lugar en Argentina. Es que, el problema de fondo, no es la sequía sino un Estado deficitario y dependiente del sector agropecuario.
En lo concreto, la única maldición que sufren los argentinos es el gobierno que ha tocado. Lo cierto es que no hay mucho que quejarse, ya que fue una maldición elegida en las urnas hace más de tres años. En agosto y octubre serán las posibilidades de romper con el maleficio.