María Durán,
El nefasto gobierno del que, si Dios quiere, nos libramos el mes que viene, impuso en los colegios una tontería macabra que llamó «matemáticas con perspectiva de género», que en la práctica no son matemáticas, sino otra manera de que los estudiantes españoles no aprendan a hacer la o con un canuto para tener alguna posibilidad de seguir gobernando ellos en el futuro. María Guardiola, candidata del PP a la Junta de Extremadura, tiene muchos años para haber pasado recientemente por las aulas y haber aprendido a sumar con perspectiva de género, así que su curiosa manera de entender las matemáticas debe ser simplemente con perspectiva Guardiola.
Esta perspectiva la tienen bastante interiorizada en el PP, y consiste, básicamente, en que en aquellos territorios donde hace no tanto le daban a Ciudadanos el oro y el moro, ahora, aunque necesiten a Vox para gobernar, deciden que ellos han sacado mayoría absoluta. Así, por ejemplo, en Extremadura, resulta que siendo la mayoría de gobierno 33 escaños, y habiendo obtenido el PP 28, los mismos que Guillermo Fernández Vara, aunque este con más votos, Guardiola cree que los cinco escaños de Vox son suyos. El domingo al ver el escrutinio me quedé muy tranquila al pensar que en la comunidad autónoma seguiría gobernando Vara, ya que la popular nos había avisado por activa y por pasiva en el último mes de que ella no iba a gobernar con Vox. Y digo que me quedé tranquila porque Guardiola me parece incluso peor que Vara. Iguales en lo ideológico, ella más absurda en las formas, recordándonos en todo momento que es muy y mucho feminista.
Las matemáticas guardiolanas le siguen pareciendo hoy, cuatro días después de los comicios, espectaculares. Pero sólo lo son en su cabeza. Dijo que no gobernaría con Vox, luego que ella no había dicho eso, para volver a insistir el miércoles por la tarde en que va a ser presidenta sin los de Abascal. Pues muy bien, señora. Que la vote Vara, porque no es usted Ayuso, que la vota hasta Txapote. Siga empeñada en ser Pam Guardiola, como la llama la periodista Carmen Álvarez.
Ayuso es otra muy fan de las matemáticas peperas, aunque a ella le ha salido bastante bien la jugada. Pero estarán muy equivocados María Guardiola y el resto de barones de Alberto Núñez Feijoo si empiezan a sentirse iguales a la presidenta madrileña. Si a uno se le mide por la envergadura de sus enemigos, Ayuso tuvo como rivales simultáneamente al presidente de la nación y al de su partido. Nunca podrá agradecerles bastante a ninguno de los dos lo que sus celos de príncipes destronados adolescentes han supuesto en su carrera política. Pero el fenómeno de Madrid no se repetirá en mucho tiempo en ningún otro lugar. Fenómeno, por cierto, que ha frenado en esa región el espectacular crecimiento del Vox que sí se ha mantenido en el resto del territorio nacional.
Particularmente me entristece el resultado de Rocío Monasterio en la Asamblea. Sería muy fácil ahora decir que hay que cambiar de candidata, pero yo preferiría utilizar estas líneas para recordar su trabajo. Si yo voto a Vox, es, sobre todo, por ella. Recuerdo perfectamente cuando la conocí hace ya ocho años. Yo trabajaba en Intereconomía y ella iba en las listas de Javier Ortega-Smith al Ayuntamiento. Cada vez que la necesitamos para hacer una declaración o participar en una tertulia sobre ideología de género, ahí estuvo ella. Eran muy pequeños sus cuatro hijos todavía. Yo en aquel momento aún no tenía. Pero me admiraba cómo cada vez que la llamábamos solo nos pedía unos minutos para organizar a los niños y venia a defender aquello en lo que cree y creía. Cómo alguna vez llegamos a estar con ella en las obras que dirigía como arquitecto para poder contar con su opinión, porque la conciliación, lo sabemos muy bien todas, es difícil. Muchos buenos españoles llegaron después a Vox, pero ella luchó por lo que hoy es desde el principio, y de bien nacidos es ser agradecidos. Por no hablar de lo que supone aceptar hacer oposición constructiva o negociar con una Ayuso sagrada e intocable para todos los medios de comunicación en los que Vox podría tener voz.
Me consuela, como digo, el crecimiento exponencial del partido en casi toda España, que debería augurarle un magnífico resultado en las generales. Y además, para todos los que no tuvimos el domingo la oportunidad de no votar a María Guardiola, está Macarena Olona, que nos brinda ahora la posibilidad de no elegirla como diputada en el Congreso. Motivos para ser feliz, siempre hay.