MIQUEL GIMÉNEZ,
Digo el de la Historia por no citar al Tribunal de Dios, aunque en el fondo vengan a ser, si no iguales, sí parecidos. Este es uno de esos momentos en los que su severidad será mayor o menor en función de nuestro comportamiento. Porque las inhibiciones, los «a mi no me engañan más» o los terribles «todos son iguales» no son más que piedras en el camino de la recuperación de España de las manos que la han estado intentando destruir estos últimos años. Callen los comodones, los blanditos de corazón, los excusadores profesionales porque con su dejación de responsabilidades electorales ante la ocasión de expulsar a quienes han venido destruyendo tanto es tan dañina para la nación como la de aquellos que han perpetrado ese destrozo. Qui tacet consentire videtur, señoras y señores, y no acudir a votar en julio otorga a quienes no lo hagan el grado de cómplices en primer grado del social bolchevismo.
Muchos nos dicen que votar no es obligatorio y que tienen el mismo derecho a quejarse aquellos que no votan que los que sí lo hacemos. Cierto es que en España no es obligatorio acudir a las urnas y que, siendo las elecciones en festivo, por costumbre la gente sestea bastante. Sin negar que la gente tiene derecho a estar harta y que bastante tiene la mayoría en intentar llegar a mediados de mes, porque a finales es ya casi imposible, les recuerdo otra frase que en Derecho es habitual: Obligatio est iuris vinculum quo neccesitate adstringimur alicuis rei solvendae secundum iura nostrae civitatis. Para quienes anden flojos de latín, la obligación es un vínculo que nos constriñe a cumplir una prestación conforme a las leyes de nuestra ciudad. Y así debe ser. Nuestro voto nos vincula con nuestra democracia, con nuestro sistema de libertades, con nuestros vecinos, nuestra sociedad, con España, en definitiva. No acudir a las urnas, y más en este caso, supondría una deserción ante el enemigo si me lo permiten. Ese tribunal al que hacía mención al inicio se muestra siempre particularmente severo con aquellos pueblos que no supieron, por pura molicie o inacción moral, reaccionar ante los peligros que les amenazaban como sociedad. Si usted es de aquellos que se está preguntando ¿Y a mí qué? Le sugiero que se pregunte si le importan su familia, su trabajo, su propiedad, sus creencias religiosas, sus tradiciones, su cultura, su idioma… Si se siente usted concernido por esas cosas, que no son pocas, es evidente que, si no vota, comete una terrible traición en contra de todas ellas porque si no empezamos por defendernos nosotros ¿quién lo hará? ¿A quién podremos exigirle que lo haga en nuestro nombre? El peor defecto del español medio en la actualidad es insultar diariamente al televisor para luego quedarse sentado en el sofá, o marcharse a la playa, o a tomar el aperitivo cuando puede revertirse con un voto lo que nos indigna, con toda razón, en los informativos.
Recuerde: res non verba. Nunca más cierto e imperativo que ahora.