MARCO RUBIO,
Cuando nos enteramos por primera vez de los planes de los Dodgers de Los Ángeles de premiar al vil grupo de odio conocido como las Hermanas de la Perpetua Indulgencia (SPI, por sus siglas en inglés) con el “Premio al Héroe de la Comunidad”, la verdad que no lo podíamos creer.
¿Cómo podría una institución como los Dodgers, que juega béisbol para cuatro millones de católicos en la Arquidiócesis de Los Ángeles y cuentan con católicos devotos como Vin Scully, Tommy Lasorda y Gil Hodges entre sus leyendas, celebrar a tales fanáticos radicalmente anti-católicos? ¿Por qué el propietario de los Dodgers, Todd Boehly, decidiría contaminar el amado legado del béisbol de patriotismo, fe y familia con un grupo que existe para profanar los valores religiosos?
Estas “hermanas” han hecho todo lo posible para mostrar su hostilidad hacia el catolicismo. Sin embargo, a pesar de múltiples evidencias que las condenan, los principales medios de comunicación–como era de esperarse–han hecho grandes esfuerzos para minimizar al grupo con descripciones como “satíricas”. Cualquiera que haya puesto un pie en una iglesia católica o que sepa algo sobre las enseñanzas de la iglesia católica, sin embargo, entiende que tales eufemismos son absolutamente inapropiados.
Lo que los católicos aprecian más en la vida es su fe, cuyos símbolos sagrados, tradiciones y prácticas se han inculcado con fervor por más de 2000 años a la congregación más diversa del planeta. Las “hermanas” lo saben, y por eso se dedican a las parodias más grotescas de aquellos símbolos, tradiciones y prácticas que se les ocurren.
La organización consiste en hombres disfrazados como monjas que toman nombres como “Sister Porn Again” y adoptan lemas como “Ve y peca un poco más” para burlarse de las palabras de Jesús, “Ve y no peques más”, que llaman a todos a la conversión. Las “hermanas” también ridiculizan la Pasión de Cristo al convertir la escena de la crucifixión en un baile de stripper. También se burlan del Domingo de Pascua, fecha que para los cristianos es un día sagrado. Estas “hermanas” son tristemente célebres por llenar cálices con yogur hecho para parecer semen, así como por distribuir condones en una burda simulación de la Sagrada Eucaristía. Podríamos continuar con detalles más sórdidos, pero creemos que entienden el punto.
Cualquier cristiano que sea testigo de tal comportamiento entiende que estas ofensas tienen la intención de ir mucho más allá de la “sátira”. De hecho, el historial de estas “hermanas” es tan perverso que muchos católicos no saben cómo responderles más que expresando su conmoción con las mismas palabras que Jesús dijo desde la cruz: “Padre, perdónalos, porque saben no lo que hacen”.
Los Dodgers pronto honrarán a este grupo en nombre de la “inclusividad” y la “tolerancia”.
¿Toleraría alguien un grupo que presente al profeta Mahoma como un drag queen? ¿O un striptease en el Muro de los Lamentos en Jerusalén? Por supuesto que no. Pero ahora, cuando los extremistas pro-aborto siguen desencadenando una ola de ataques violentos contra católicos en todo el país, los Dodgers han dejado en claro que el anticatolicismo no solo es una forma aceptable de intolerancia, sino también meritoria.
A diferencia del poderoso lobby LGBTQ+, no contamos con el apoyo de corporaciones multimillonarias como los Dodgers. Entonces, expresamos nuestras preocupaciones a la antigua: les escribimos una carta, llamamos y llenamos su correo de voz. Nuestra solicitud fue modesta y razonable. No exigimos que los Dodgers cancelaran por completo su Noche del Orgullo Gay, aunque creemos que los equipos de béisbol deberían centrarse en el béisbol, no en la política de identidad. Simplemente les pedimos que no sirvieran como una plataforma para el fanatismo anticatólicos.
Por unos días, parecía que los Dodgers cambiarían de rumbo y reconsideraron su grave error. Pero al final, los extremistas de la izquierda se salieron con la suya y las “hermanas” obtuvieron no sólo una nueva invitación sino también una disculpa por haberlos desinvitado.
Esto debería indignar a los millones de católicos de la Arquidiócesis de Los Ángeles, cuyas voces y creencias religiosas son claramente despreciadas por el mismo equipo que confía en su apoyo. También debería preocupar a los millones de residentes que no son católicos en la ciudad cuyo equipo decidió celebrar abiertamente la discriminación anticatólica.
No toleraremos estos ataques a nuestra fe. Todos en el sur de California deberían entender que los Dodgers que conocían y amaban sacrificaron su legado y honor en el altar del odio anticatólico.