WASHINGTON-Los republicanos en el Congreso dieron un primer paso este jueves para abrir una posible investigación que conduzca a un juicio de destitución contra el presidente Joe Biden, ahora con razones sobradas, a diferencia de la falsa trama de Rusia que se inventaron los demócratas contra el entonces presidente Donald Trump.
Los legisladores responsabilizan al líder demócrata de una «invasión» en la frontera entre Estados Unidos y México por cuenta de su política migratoria, además de sus políticas económicas que condujeron a la peor inflación en cinco décadas y a un gasto federal descomunal.
La Constitución estadounidense establece que el Congreso puede acusar al presidente de «traición, corrupción u otros delitos y faltas graves».
Biden ha «puesto en peligro la seguridad de Estados Unidos y la salud del pueblo estadounidense», argumenta en los artículos de acusación la congresista republicana de Colorado Lauren Boebert, quien considera que es una razón suficiente para destituirlo.
Más del 70% de los estadounideses, según las encuestas durante el último año, desaprueba la gestión del actual inquilino de la Casa Blanca.
Sin embargo, un juicio de destitución formal resulta hipotético hasta el momento por falta de apoyo político.
El resto de la oposición republicana rehúsa a entrar en ese terreno, pues temen que el procedimiento se extienda demasiado y cueste millones a los contribuyentes, como mismo ocurrió en el infructuoso caso de Trump.
En vez de votar directamente sobre los procedimientos de un juicio de destitución, los republicanos en la Cámara prefirieron tener el jueves una votación preliminar en el comité.
Los demócratas, como era de esperar, están en contra de la investigación hacia un juicio de destitución.
Nunca en la historia de Estados Unidos un presidente ha sido destituido. Tres fueron sometidos al juicio de destitución: Andrew Johnson en 1868, Bill Clinton en 1998 y Donald Trump en 2019 y 2021. Aunque al final todos fueron absueltos.
Para evitar un procedimiento similar en el Congreso, Richard Nixon prefirió dimitir en 1974 luego de que estalló el escándalo de Watergate.