Hace casi cuatro años, en agosto de 2019, Caracas acogió el XXV Encuentro del Foro de São Paulo (FSP), la organización fundada en 1990 por el tirano comunista cubano Fidel Castro y un por entonces no tan conocido agitador sindical brasileño llamado Luiz Inácio da Silva, quien luego asumiría el mote de Lula.
Aquel encuentro supuso el último pleno que esta internacional del crimen había celebrado hasta ahora. Con la llegada del 2020 sobrevino la temporada de confinamientos y con ello las limitaciones a la movilización y las posibilidades de realizar cumbres presenciales como las que habitualmente este conglomerado internacional de extrema izquierda acostumbra.
Sin embargo, este jueves el FSP se ha vuelto a reunir con toda la pompa, en el marco de su XXVI Encuentro. El propio presidente brasileño participó en la apertura de esta iniciativa. El sitio seleccionado para volver a las andadas no ha sido otro que Brasilia, en un contexto en el que justamente Lula da Silva ha vuelto al Palacio de Planalto para un tercer mandato. Se tiene previsto que este nuevo encuentro se extienda hasta el domingo, en el marco de una discusión sobre la «Integración regional para avanzar en la soberanía latinoamericana y caribeña».
El evento, que tiene estipulada la participación de 150 representantes de más de una veintena de países, supone una demostración de fuerza de las formaciones comunistas de la región, que en los últimos años han logrado un avance importante al tomar los Ejecutivos de varios países, bien sea de manera directa o por mampuesto.
Aparejada a la vuelta al poder de Lula en Brasil, otros países de Sudamérica también han caído en las manos de Gobiernos proclives a favorecer las agendas radicales de izquierda. Tal es el caso del actual presidente chileno Gabriel Boric, o de su homólogo colombiano, Gustavo Petro, quienes, aunque no forman parte oficialmente del FSP, son vistos con abierta simpatía por sus integrantes.
Y es que el contexto de la región ha cambiado muchísimo desde la última vez que el pleno del Foro de São Paulo se reunió en Caracas. Por poner sólo dos casos: vale recordar que para 2019 otro de los miembros fundamentales del FSP, el dictador venezolano Nicolás Maduro, estaba en una encrucijada diplomática mundial tras haber cometido un fraude electoral para permanecer en el poder; al mismo tiempo que en la Casa Blanca estaba todavía instalada la administración de Donald Trump.
Al día de hoy muchos de los países del planeta que apoyaron la aplicación de sanciones económicas al régimen chavista han decidido «dejar hacer y dejar pasar» con el caso Venezuela, en un momento en el que Maduro parece haber tomado un segundo aire y pretende revalidar su mandato el año próximo en otras sospechosas elecciones presidenciales.
Entretanto, la llegada de Joe Biden y los Demócratas al poder nuevamente en los Estados Unidos ha significado un retroceso a las políticas de máxima presión enarboladas por Trump justamente en países como Cuba o Venezuela, dándole así razones al FSP para sonreír.
La agenda del XXVI Encuentro del Foro de São Paulo no puede ser más cliché. Se estima que durante su desarrollo los asistentes debatan sobre temas como: integración entre los países del continente, anti-imperialismo, lucha contra el neo-liberalismo, medidas contra el cambio climático, uso de las redes sociales y la amenaza de las «fake news».
Estos dos últimos temas son fundamentales a esta altura, dado que el propio Lula da Silva ha demostrado un interés especial en perseguir a la disidencia a su Gobierno basándose en la supuesta preservación de la verdad en los mecanismos alternativos de información y comunicación que suponen las redes sociales, al mismo tiempo que se ha proyectado a sí mismo como un paladín en la lucha contra las «noticias falsas».
No resultaría extraño que, en tiempos en donde la censura ha ganado cuerpos de ventaja en la carrera de los grandes medios de comunicación mundial —tan dados a cierto buenismo conveniente y políticamente correcto— sea justamente la lucha contra la información «no ajustada a verdad» la nueva piedra de toque utilizada por la izquierda radical para promover sus agendas.
Es imposible olvidar que el Foro de São Paulo surgió a principios de la década de los noventa esencialmente como un mecanismo de reacomodo de las izquierdas iberoamericanas frente al colapso de los socialismos reales en Europa.
En aquella oportunidad la decisión a la que llegaron Castro, Lula y los suyos fue la de hacer más potable sus intenciones criminales ante los ojos del mundo, llegando a la conclusión de que esto sólo sería posible buscando la conquista de nuevos espacios de poder a través de los métodos democráticos. La apuesta era, en todo caso, llegar a las presidencias de los países mediante los votos, dinamitar las instituciones y luego, desde allí, construir la autopista para afianzar su control político.