David Ruíz Gualo,
A estas alturas, en pleno siglo XXI, hablar de la película “Caballo de Troya” no creo que sea hacer, como se suele decir hoy en día, “spoiler”, o lo que siempre hemos conocido “desvelar el desenlace de la película”.
Gran película, mejor estrategia de combate, con la que los griegos, no sólo consiguieron entrar en la fortaleza de Troya, sino que además una vez dentro, con la confianza de los troyanos, consiguieron arrasar Troya. La fortaleza que se sabía infranqueable cayó, y cayó bajo mi punto de vista por no desconfiar de aquel que quería el fin de Troya, que haría lo que estuviese en su mano para lograrlo.
¿Y cómo los troyanos permitieron entrar a los griegos en su fortaleza? A través de una figura mítica-sagrada, un caballo de madera, en cuyo interior se encontraban los griegos prestos para el desenlace. Fueron los propios troyanos quienes acabaron con ellos mismos, fueron los troyanos quienes abrieron sus puertas al enemigo. Y así fue como cayó Troya, la ciudad fortificada infranqueable.
Si salimos del cine y nos ceñimos a la vida real, ¿qué está sucediendo en Francia? En primer lugar, habría que dejar claro que da igual cuando esté leyendo este artículo, para conjugar los verbos en el mismo tiempo verbal, es decir el presente indicativo “que está sucediendo”. Porque con independencia de si son más o menos virulentos los altercados, con independencia de si han remitido o no, “el caballo de troya” sigue ahí.
Calles quemadas, comercios reventados, tiendas saqueadas, coches pasto de las llamas, edificios emblemáticos atacados como la biblioteca más grande de Marsella o el Ayuntamiento de Clichy. En definitiva, imágenes más propias de una guerra, pero para que exista una guerra, debería haber dos bandos, y en este caso sólo hay uno…o no.
Digo “o no”, porque ante la inoperancia y permisibilidad del gobierno francés, de Emmanuel Macron, se empiezan a organizar grupos de franceses que no están dispuestos a entregar su patria a aquellos que debíamos acoger en nuestra casa, porque era nuestra obligación moral como europeos. Y como se suele decir, de esa obligación moral, a la que nos comprometieron nuestros políticos, estos lodos.
Muchos hablan de “guerra civil” en Francia, pero como os decía, para que exista guerra tiene que haber dos bandos y, a día de hoy, sólo son unos los que atacan y otros los que son atacados. Bajando al terreno, el mundo musulmán ataca y los europeos somos atacados. Y por otro lado, para que sea “civil” tendríamos que estar hablando de un enfrentamiento entre franceses, que ya vemos que no existe, porque lo que existe es un ataque o invasión de musulmanes que, por mucho que se le regale la nacionalidad francesa, no se consideran tales.
De esa obligación moral, a la que nos comprometieron y nos comprometen nuestros políticos, se derivan ayudas, subvenciones, privilegios, prioridades y servicios, que en ningún caso harán que se sientan integrados en la patria que les abrió las puertas. No lo digo yo, que también, lo dicen ellos mismos cuando tienen la oportunidad que se les pregunte. Recibirán la nacionalidad que se les regale, pero nunca renunciarán a su nacionalidad, porque de ella se deriva un fin, un objetivo: la conquista de occidente mediante un proceso de mayorías.
Cada vez son las zonas “no go” en Europa, Francia, Bélgica, Alemania o la misma España. Zonas en la que literalmente la policía no puede entrar, y con lo que estamos viviendo en Francia, vemos que esas zonas “no go” cada vez se hacen más grandes, haciéndolas extensibles al todo el país. Naciones caídas ante el invasor mediante un proceso de mayorías, lento pero constante, con el beneplácito de nuestros políticos y con el visto bueno de una gran parte de los ciudadanos, por ese buenismo que nos hace salvadores del mundo.
La realidad de Francia es la realidad de Europa, porque es la consecuencia de las políticas globalistas de Europa. Políticas donde nuestros políticos ven mano de obra barata y un instrumento para desestabilizar nuestras naciones, pero políticas donde nosotros, los ciudadanos, sufrimos sus consecuencias, que no son otras que inseguridad, violencia, así como una pérdida de derechos y servicios, derivados a los que un día acabarán con nuestras patrias desde dentro. Muchas veces, una imagen vale más que mil palabras. Me refiero a un cartel que dejaba puesto un comerciante francés en su escaparate, ante el paso de estas hordas. Y decía así: “Ne casse pas mes autres vitrines, s´il te plaît. J´en ai besoin pour payer le RSA de ta mére”.
Un mensaje desolador, por la falta de seguridad a la que se encuentra, pero certero en cuanto a la realidad: “No me rompas más escaparates, por favor. Los necesito para pagarle a tu madre la prestación”.
Cuando asumimos una realidad que no hemos pedido, es el principio del fin.
Nosotros en España lo vivimos en primera persona, con Marruecos. Así lo ha dejado de manifiesto en reiteradas ocasiones el Reino de Marruecos. Su objetivo es conquistar territorio nacional de España, como Ceuta, Melilla o Las Islas Canarias, “sin pegar un tiro”, es decir, mediante un proceso de mayorías, que nosotros, los españoles permitimos.
No es Francia, su objetivo es toda Europa. ¿Qué les permite o les hace posible construir su particular “caballo de troya”? La Agenda 2030. Una agenda que abre las puertas a estar hordas de musulmanes, que van incrementando su población en nuestras naciones, donde una vez conseguido, una vez organizados, están preparados para el “Allahu Akbar”, el grito que antecede a todo ataque terrorista.
Una Agenda 2030 que se ha convertido en el principal enemigo de los ciudadanos y de nuestras patrias, pero que nos edulcoran la realidad haciendo ver a estas hordas como un acto de solidaridad y de responsabilidad con el mundo, tapando a su vez, una realidad que nos está devorando por los pies.
Solo necesitan una excusa cualquiera para mostrar su verdadera cara. En este caso ha sido el asesinato de un delincuente musulmán, por parte de los gendarmes franceses, al desobedecer sus órdenes de alto, y salir a la fuga. Los enemigos de nuestras patrias, como buenos enemigos, siempre tienen sus aliados, la izquierda, amparando y justificando violencia y asesinatos por parte de estas hordas. Así lo han manifestado Jean Luc Mélenchon en Francia, o Pablo Iglesias en España. Pero como os decía, no sólo es responsabilidad de quien viola, roba, asesina o siembra el terror en nuestras calles, es responsabilidad de todos aquellos que legislan y blanquean: el globalismo que impera en Europa, donde se da la mano las izquierdas y las supuestas derechas.
Por tanto, lo que estamos viviendo en Europa, no es algo pasajero o puntual, es algo permanente que estamos condenados a sufrir, si no despertamos YA. No se puede regalar, lo que tantos años de lucha y sacrificio costó a nuestros antepasados: la nacionalidad. La nacionalidad son derechos, son obligaciones, es historia, y son raíces, que estas hordas de invasores no están dispuestos a respetar, sino más bien a suplantar por sus derechos, sus obligaciones y, desde luego, sus raíces. Unas raíces totalmente incompatibles con nuestras raíces cristianas.
Necesitamos apelar a nuestros valores, a nuestra historia, a nuestras raíces, así como defender nuestras fortalezas, para no dejar no dejar ningún resquicio a “caballos de troya”. No estamos llamados a ser salvadores del mundo, estamos llamados a defender nuestras naciones, como así lo hicieron nuestros antepasados.
Europa SÍ, pero esta Europa NO.