Hugo Marcelo Balderrama,
En su libro, La rabia y el orgullo, Oriana Fallaci, destacada periodista y escritora italiana, describe que una clase obrera sin ningún interés por las consignas socialistas, además de una población envejecida, forzó a la izquierda a buscar apoyo en las crecientes poblaciones musulmanas, en palabras de la autora: En los 90, los partidos socialistas reemplazaron a Marx por Mahoma.
El escrito también relata como el socialismo europeo consiguió que los diferentes Estados destinen dinero público a comunidades de musulmanes, que de paso no tenían la menor intención de integrarse a la cultura del país que los recibió. Hay casos tan fuertes como aquel que cuenta que fondos municipales italianos fueron destinados a pagar profesores de Corán y hadices. Paradójicamente, esos mismos estudiantes islámicos reclamaban sentirse mal por vivir en una sociedad «racista» y «discriminatoria».
Fallaci pronosticó que la suma de esos factores estaba conduciendo a una destrucción de Europa y una pérdida de la soberanía de las naciones. Algo que se hizo evidente con la violencia en Francia, pues ahí no se tienen simples disturbios sociales, sino un choque entre la barbarie yihadista y la civilización cristiana.
Al respecto, el escritor, José Javier Esparza, en su artículo, Lo de Francia y tú, afirma lo siguiente:
80 millones de nigerianos trasplantados a Alemania no hacen Alemania, harán Nigeria. Y cientos de miles de magrebíes y centroafricanos trasplantados a París no han hecho Francia, sino que, fuera de su sociedad de origen e incapaces de reconocerse en la nueva, en sus normas y prescripciones e inhibiciones, han terminado construyendo algo parecido al mundo anómico de Mad Max, que es la versión contemporánea de la ley de la jungla. Se acabó el sueño cosmopolita de la sociedad fraternal de individuos iguales. Sencillamente, el proyecto ha estallado. Porque se basaba en premisas falsas.
En Hispanoamérica, también en los 90, pasó un fenómeno parecido, pues el Foro de Sao Paulo se valió del indigenismo, ambientalismo, feminismo, de la defensa de la hoja de coca y de los lobbies LGTB para atacar sin piedad la institucionalidad democrática y destruir la libertad de toda la región.
¿Por qué una izquierda, que considera a la religión como un opio, se asocia con musulmanes, o que la motivó a levantar los banderines de las diversidades sexuales luego de haber fusilado sin piedad a cientos de homosexuales en Cuba, Camboya, China, Corea y la Unión Soviética?
La respuesta es muy sencilla, porque no tienen ningún escrúpulo.
Por ejemplo, Fidel Castro y sus secuaces torturaron y mataron a gays, sacerdotes y a cualquiera que se oponga a su tiranía. Sin embargo, hoy presentan a Cuba como un paraíso de los derechos sexuales. Así es amigo lector, ahora en la isla te puedes «cambiar» de sexo, pero no dejar de militar en el Partido Comunista, ¡qué oferta! Todo porque hoy necesitan del banderín multicolor para sostenerse en el poder, también del dinero rosa, obviamente.
De igual manera, la más reciente reunión del Foro de Sao Paulo (29 de junio al 2 de julio) brindó su apoyó a los grupos de violentos que están destrozando Francia. Sin embargo, declarar la tiranía de Cuba como: Patrimonio universal de la dignidad, es la mayor oda al cinismo que pudo haber salido de esta agrupación delincuencial.
Acá vemos, una vez más que ―eso que el gran Hayek ya había descrito en Camino de servidumbre― las narrativas y consignas socialistas son simples pretextos, pues Marx, Tupac Katari o Mahoma pueden, en el momento menos pensado, convertirse en fetiches revolucionarios. Nunca se trató de política, siempre fue crimen.