Uno de los principios de la democracia es que es el sistema político que permite al pueblo elegir. Ante esta premisa se apega Nayib Bukele para seguir como presidente de El Salvador. Sin embargo, la Constitución del país indica que un mandatario en función -como es el caso- no puede buscar la reelección.
Pero el 3 de septiembre de 2021 la Corte Suprema de Justicia de El Salvador, afín a Bukele, declaró mediante un fallo que el presidente de la República tenía el derecho constitucional de buscar la reelección inmediata, con lo que anuló una declaración previa de 2014 en la que había determinado que un mandatario debía esperar diez años después de su mandato para postularse nuevamente.
“La legitimidad de democracia es un concepto bien complejo, no solo es la voz del pueblo. También es lo que dice la Constitución y hay una racionalidad legal que tiene que seguir. Pero como él [Bukele] controla absolutamente todo, tiene los tres poderes del estado. La interpretación que le ha dado la Corte es la que está siguiendo y eso le ha dado una racionalidad legal”, dijo a DIARIO LAS AMÉRICAS el profesor y politólogo Eduardo Gamarra, académico de la Universidad Internacional de Florida (FIU), horas después de que Bukele, a través de la red social Twitter, confirmara que irá por otro período presidencial.
“Dicen los medios de (George) Soros que los salvadoreños no pueden decidir por sí mismos. Pero hoy habló el partido más grande en la historia de nuestro país y el 4 de febrero de 2024 el pueblo salvadoreño tendrá la última palabra. La democracia se escribe de abajo hacia arriba”, manifestó el presidente Bukele en su cuenta oficial de Twitter.
El pueblo respalda, con un 91% de aceptación, la gestión de Nayib Bukele. Con medidas extremas, criticadas por defensores de los derechos humanos, el presidente actual ha convertido al país centroamericanos en uno de los más seguros de la región, bajando los índices de criminalidad tras declararle la guerra a las pandillas. Esto ha permitido, entre otras cosas, organizar eventos internacionales como los Juegos Centroamericanos y del Caribe, recién finalizados, o albergar el Miss Universo, que sucederá en diciembre.
“Lo que le están permitiendo hacer a Bukele es básicamente presentarse a la reelección con un esquema. Debe renunciar y ser candidato. La constitución dice que no puede ser presidente durante los 6 meses antes de las elecciones. Lo que él está buscando entonces, en su plan original, es renunciar y poner un presidente interino o dejar al vicepresidente como encargado, para él empezar a hacer la campaña”, detalla Gamarra. “Uno puede decir que eso es un tecnicismo, una interpretación extraña, pero como él básicamente tiene control de El Salvador tiene cómo salirse con la suya”.
¿Podría decirse que El Salvador va camino a una dictadura?
De momento parece una interrogante difícil de despejar, hay quienes piensan que sí porque viola principios básicos como los debidos procesos. Sin embargo, el apoyo que le da el pueblo salvadoreño hace dudar en una respuesta definitiva.
“Es una pregunta muy interesante, porque si uno le pregunta al salvadoreño de a pie, el 91% de los salvadoreños están muy de acuerdo con el presidente Nayib Bukele y les importa muy poco si lo que hace es constitucional o no, lo que quieren es que se quede en el poder”, explica el profesor Gamarra. “Es uno de esos problemas serios de las democracias. En especial cuando un ejecutivo elegido popularmente, es demasiado popular”.
Sin embargo, organismos internacionales enfocados en los DDHH, así como otros países de la región no ven a Bukele con buenos ojos. La administración del demócrata Joe Biden, desde 2021, según Bukele, ha financiado marchas en su contra. Mientras que el presidente estadounidense no invitó a El Salvador a una cumbre por la democracia en la que participaron sus principales aliados.
Y si bien Bukele inició en un partido de izquierda como lo es El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), hoy muchos de los que compartían ideología con él en la región se han distanciado porque el presidente de El Salvador habla frontal y sin rodeos. Más recientemente tuvo un altercado en redes con el mandatario de Colombia Gustavo Petro. Antes había señalado las crueldades de Nicolás Maduro, en Venezuela, y Daniel Ortega, en Nicaragua, para mantenerse en el poder.
Diferencia con Cuba, Nicaragua y Venezuela
“Creo que hay una diferencia grande. Bukele es un presidente democráticamente elegido”, detalla Gamarra. “No hay ninguna pregunta sobre la legitimidad de cómo fue elegido. Y la popularidad que tiene le da mayor legitimidad en ese sentido. El tema de (Nicolás) Maduro es que fue electo fraudulentamente, que gobierna con los militares. Si se hace una encuesta, cualquier encuesta, Maduro no tiene una aceptación popular muy grande. Diría lo mismo con Daniel Ortega, que también fue electo de manera fraudulenta”.
“Si bien se puede decir que los tres gobiernan por la fuerza, hay diferencia en cómo Bukele enfrenta a la oposición. Él no ha metido presa a la oposición, sino a unos pandilleros que la mayoría de los salvadoreños consideran como una amenaza a la ciudadanía y su existencia”.
Uno de los principios de la democracia es que es el sistema político que permite al pueblo elegir. Ante esta premisa se apega Nayib Bukele para seguir como presidente de El Salvador. Sin embargo, la Constitución del país indica que un mandatario en función -como es el caso- no puede buscar la reelección.
Pero el 3 de septiembre de 2021 la Corte Suprema de Justicia de El Salvador, afín a Bukele, declaró mediante un fallo que el presidente de la República tenía el derecho constitucional de buscar la reelección inmediata, con lo que anuló una declaración previa de 2014 en la que había determinado que un mandatario debía esperar diez años después de su mandato para postularse nuevamente.
“La legitimidad de democracia es un concepto bien complejo, no solo es la voz del pueblo. También es lo que dice la Constitución y hay una racionalidad legal que tiene que seguir. Pero como él [Bukele] controla absolutamente todo, tiene los tres poderes del estado. La interpretación que le ha dado la Corte es la que está siguiendo y eso le ha dado una racionalidad legal”, dijo a DIARIO LAS AMÉRICAS el profesor y politólogo Eduardo Gamarra, académico de la Universidad Internacional de Florida (FIU), horas después de que Bukele, a través de la red social Twitter, confirmara que irá por otro período presidencial.
“Dicen los medios de (George) Soros que los salvadoreños no pueden decidir por sí mismos. Pero hoy habló el partido más grande en la historia de nuestro país y el 4 de febrero de 2024 el pueblo salvadoreño tendrá la última palabra. La democracia se escribe de abajo hacia arriba”, manifestó el presidente Bukele en su cuenta oficial de Twitter.
El pueblo respalda, con un 91% de aceptación, la gestión de Nayib Bukele. Con medidas extremas, criticadas por defensores de los derechos humanos, el presidente actual ha convertido al país centroamericanos en uno de los más seguros de la región, bajando los índices de criminalidad tras declararle la guerra a las pandillas. Esto ha permitido, entre otras cosas, organizar eventos internacionales como los Juegos Centroamericanos y del Caribe, recién finalizados, o albergar el Miss Universo, que sucederá en diciembre.
“Lo que le están permitiendo hacer a Bukele es básicamente presentarse a la reelección con un esquema. Debe renunciar y ser candidato. La constitución dice que no puede ser presidente durante los 6 meses antes de las elecciones. Lo que él está buscando entonces, en su plan original, es renunciar y poner un presidente interino o dejar al vicepresidente como encargado, para él empezar a hacer la campaña”, detalla Gamarra. “Uno puede decir que eso es un tecnicismo, una interpretación extraña, pero como él básicamente tiene control de El Salvador tiene cómo salirse con la suya”.
¿Podría decirse que El Salvador va camino a una dictadura?
De momento parece una interrogante difícil de despejar, hay quienes piensan que sí porque viola principios básicos como los debidos procesos. Sin embargo, el apoyo que le da el pueblo salvadoreño hace dudar en una respuesta definitiva.
“Es una pregunta muy interesante, porque si uno le pregunta al salvadoreño de a pie, el 91% de los salvadoreños están muy de acuerdo con el presidente Nayib Bukele y les importa muy poco si lo que hace es constitucional o no, lo que quieren es que se quede en el poder”, explica el profesor Gamarra. “Es uno de esos problemas serios de las democracias. En especial cuando un ejecutivo elegido popularmente, es demasiado popular”.
Sin embargo, organismos internacionales enfocados en los DDHH, así como otros países de la región no ven a Bukele con buenos ojos. La administración del demócrata Joe Biden, desde 2021, según Bukele, ha financiado marchas en su contra. Mientras que el presidente estadounidense no invitó a El Salvador a una cumbre por la democracia en la que participaron sus principales aliados.
Y si bien Bukele inició en un partido de izquierda como lo es El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), hoy muchos de los que compartían ideología con él en la región se han distanciado porque el presidente de El Salvador habla frontal y sin rodeos. Más recientemente tuvo un altercado en redes con el mandatario de Colombia Gustavo Petro. Antes había señalado las crueldades de Nicolás Maduro, en Venezuela, y Daniel Ortega, en Nicaragua, para mantenerse en el poder.
Diferencia con Cuba, Nicaragua y Venezuela
“Creo que hay una diferencia grande. Bukele es un presidente democráticamente elegido”, detalla Gamarra. “No hay ninguna pregunta sobre la legitimidad de cómo fue elegido. Y la popularidad que tiene le da mayor legitimidad en ese sentido. El tema de (Nicolás) Maduro es que fue electo fraudulentamente, que gobierna con los militares. Si se hace una encuesta, cualquier encuesta, Maduro no tiene una aceptación popular muy grande. Diría lo mismo con Daniel Ortega, que también fue electo de manera fraudulenta”.
“Si bien se puede decir que los tres gobiernan por la fuerza, hay diferencia en cómo Bukele enfrenta a la oposición. Él no ha metido presa a la oposición, sino a unos pandilleros que la mayoría de los salvadoreños consideran como una amenaza a la ciudadanía y su existencia”.