Probablemente por la necesidad de recurrir a una profunda abstracción para entender sus principios y relaciones, la economía ha sido considerada al menos desde Thomas Carlyle en su tratado de 1849, como una «ciencia lúgubre» a partir del fatalismo con el que Thomas Malthus escribió su Ensayo sobre la población en 1798.
Sin embargo, a la vez que no es necesario tener determinada capacidad de abstracción (todos tenemos habilidades distintas a fin de cuentas) para entender algunos conceptos de economía básica, siempre resulta más fácil explicar las principales características, proporción y magnitud de una crisis económica cuando se la ilustra con el desperdicio de cosas u objetos materiales que, de no haber corrido con la mala suerte que ha determinado un Gobierno, habrían tenido un destino más útil para la sociedad.
Es decir, una de las crisis económicas más sonadas de los últimos tiempos, comparable solamente a la Gran Depresión de los años 30, ha sido la de la burbuja de activos entre 2007 y 2008, cuyo reventón provocó la Gran Recesión, y más aún la burbuja inmobiliaria no solo en Estados Unidos, sino en un lugar como España.
Una de las obras públicas insignia que formó parte de la burbuja inmobiliaria y Plan E con el que Zapatero y el PSOE trataron de aplazar los efectos de la burbuja cebada por el crédito artificialmente barato del Banco Central Europeo y las cajas controladas por los sindicatos en España, fue toda la red de aeropuertos fantasma, como el aeropuerto de Castellón, cuya pista de aterrizaje no registró un solo vuelo ni siquiera inaugural al menos durante el primer año.
Pues, como si no hubiera habido suficiente advertencia y las lecciones no hubieran sido aprendidas con semejante antecedente, esto mismo es parte de lo que ha sucedido en Bolivia. Aunque no ha constituido noticia alguna -porque una cosa es observar obras en ruinas o inconclusas durante el auge de ayer y otra muy distinta es tomarlas como una de las principales causas de la crisis y al menos llevar a los responsables del desproporcionado destrozo ante los tribunales-, hace unos días el periódico digital de Erbol dio a conocer el trabajo de Acceso Investigativo y CONNECTAS sobre el programa Bolivia Cambia, Evo Cumple.
Se trató de un programa de gasto en obras públicas cuyo financiamiento no siempre estuvo del todo claro desde un principio. Presumiblemente, el origen de los fondos eran las arcas públicas de Venezuela mientras Hugo Chávez Frías gobernó aquel país. Sin embargo, el informe trata sobre «los proyectos más jugosos del millonario programa de infraestructura que el expresidente boliviano promovió durante su gestión terminaron en manos de empresarios cercanos al poder y de compañías que recibían contratos antes de habilitarse legalmente ante el fisco. La discrecionalidad a la hora de repartir proyectos acabó en pérdidas económicas para el Estado y en edificaciones sobredimensionadas, subutilizadas o con fallas que le robaron a los bolivianos el prometido desarrollo».
Desde luego, esta investigación, a pesar de que está muy bien lograda, es solamente una pequeña muestra de lo ocurrido durante el auge económico ficticio de la nación andina al lado de todas las obras de infraestructura pública que se ejecutaron desde que Evo Morales, el Movimiento al Socialismo (MAS) y luego Arce Catacora se hicieron del poder en 2006, y que constituyen los alcances de la incalculable destrucción de capital a la que llevaron al país mientras era posible percibir y disponer de las rentas de la exportación del gas estatizado, del meteórico incremento de la deuda pública, el incremento de impuestos, la híper-regulación del sector del empresariado privado y la manipulación irrestricta de la base monetaria y el crédito bancario.
Por ejemplo, las empresas públicas estatales, creadas casi en su totalidad durante los gobiernos del MAS, que suman casi 80, y que, en su gran mayoría -por no decir que todas- son deficitarias o que operan a pérdida permanente desde su creación, explican buena parte del abultado déficit fiscal de 7,5% del PIB.
Entre las obras públicas fantasma existe un incompleta pero muy nutrida lista que requiere una investigación igualmente comparable a la de Evo Cumple:
En buen castellano, allí está buena parte de los dólares que hoy escasean en el sistema bancario y financiero.
Finalmente, vale destacar que los medios están poniendo énfasis en el hecho de que Evo Morales ha estado involucrado en sendos hechos de corrupción con el programa de gasto mencionado, y por lo cual parece que podría comenzar a ser investigado por miembros de su propio partido en la Asamblea Legislativa.
No obstante, dadas las circunstancias, es menester seguir indagando en aquello que es considerablemente más importante apuntar: a todas estas obras ruinosas como una de las ilustraciones más fieles de toda la destrucción de capital a la que el gasto estatal desenfrenado que el MAS y sus acólitos han llevado al país.
Pues no se vaya a pensar que el problema estriba apenas en cambiar de gobernantes y no en el hecho de que concebir el pleno empleo creando demanda para lo que todavía no se ha producido -y que es lo que tanto propugnan los economistas estatistas y los políticos a los que asesoran- lleva siempre a la ruina más condenable indistintamente de quién lo haga.