ERNESTO ARAUJO,
El mundo está hecho de voces, de palabras, y en mi caso, como distante admirador y amante de la hispanidad, España es antes que todo la poesía de Antonio Machado, ilustrada por algunas fotos de una vieja enciclopedia geográfica, que compulsaba en mi niñez de una prehistoria sin internet, y donde volvía siempre a releer la entrada España, sobre todo la imagen de un viejo pastor castellano con unas serranías muy secas por detrás y una leyenda que decía algo como «en estos campos, inmuebles en el tiempo…». Se podría conjeturar que la historia resulta, quizás, de los movimientos de esa inmovilidad que es la esencia misteriosa de cada nación (y de cada vida humana).
Pero volvamos a Antonio Machado y a nuestro duro presente. En sus Meditaciones Rurales, el poeta invoca «Esta España que se agita / Porque nace y resucita». Desde Brasil y toda Iberoamérica asistimos estos días a una España que ciertamente se agita, y esperamos que algo inmenso para nuestro destino iberoamericano común esté por nacer o renacer muy pronto: la resurrección de una España noble, recia y soñadora, fiel a sus poetas y pensadores y a su futuro (que sólo hace sentido como reflejo de su pasado), una nación que puede renacer como adalid de una civilización grandiosa que aún no ha muerto.
Que aún no ha muerto, pero que está muy cerca de una muerte ingloria. Estamos inseridos en la más dramática lucha por la libertad en el mundo desde 1945, esa libertad que forma el corazón de Occidente y —no por coincidencia— de la fe cristiana. La libertad sufre un ataque concertado, diario, sistemático y sin precedentes de sus enemigos externos (el eje totalitario de China, Rusia e Irán) bien como de los enemigos internos con su gran reseteo donde «no tendrás nada y serás feliz», con su dictadura climática y sanitaria, con su desconstrucción del ser humano, su materialismo mal disfrazado de humanismo, y en el caso específico de Iberoamérica una alianza desvergonzada del ecosocialismo con el crimen organizado y la corrupción. Muchos brazos está trabajando para destruir no solamente los aparatos de la libertad —los derechos, las leyes, las constituciones que solían componer el Estado de Derecho— sino también el propio sentimiento de libertad. Nos están robando la libertad al mismo tiempo en que nos enseñan a no desear la libertad y a despreciarla. El mundo está hecho de palabras, de discurso, de narraciones, y las palabras que hoy se imponen por toda parte a partir de los intereses congregados del Partido Comunista Chino, de las élites de Davos y de los carteles del narco son las palabras de la servidumbre. La ideología de género, la ideología climática, la ideología pandémica, todas contribuyen a establecer en el Occidente otrora libre la misma sociedad de control de la que ya padecen el pueblo chino y otros sometidos a la gigantesca máquina globalista que no es sino el comunismo del Siglo XXI.
En Brasil estamos probablemente peor que en otras partes, pues todo el sistema político está allí comprometido con un mecaniso de control absoluto basado en el robo, lo que denomino la dictadura del corruptariado, comandada por un poder judicial configurado de manera confiesa como poder político, un sistema que ha secuetrado y pervertido la palabra «democracia», y cuyo mandatario, el gran «demócrata» Lula, viene de afirmar sobre sus opositores que «a esa gente, hay que extirparla».
Los que en Brasil todavía luchan por la libertad, por la verdad, por una justicia igual para todos y que no se aplique segun las amistades y lazos políticos, los que en Latinoamérica sufren y combaten otras versiones muy semejantes del mismo mal, pero también los europeos y norteamericanos sujetos cada día más a la dictadura woke, todos esos miramos con enorme atención a las elecciones del 23J en España.
Dentro de este gran conflicto mundial por la libertad, cada elección nacional es un factor que puede funcionar para accelerar una agenda transnacional de esclavitud, se para alentar la durísima lucha que podemos llamar pan-nacional para la recuperación de la libertad. No hay lugar para ilusiones: es una lucha que estamos perdiendo. Pero si España elige un gobierno consciente de la situación apocalíptica que vivimos y un partido combatiente por la libertad, verdad y justicia, quizá sea un momento providencial de reversión de la marea y comienzo de una reconquista. Quizás veamos todo un Occidente que nace y resucita.
Tengo mucha fe y esperanza de que el pueblo español se acuerde de Antonio Machado, cuando dice, esta vez en los Campos de Castilla: «A distinguir me paro las voces de los ecos, / y escucho solamente entre las voces una». De hecho, creo que hoy en España solamente una voz —Vox unica— habla la lengua sagrada de la libertad.