domingo, noviembre 24, 2024
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¿POR QUÉ DEMÓCRATAS CRISTIANOS CON MARIA CORINA?

Luis Hidalgo Parisca,


Durante los últimos años se ha repetido hasta la saciedad que “este no es momento de los partidos políticos”. “Que es necesario anteponer el interés nacional al de las organizaciones partidistas”. “Que el interés superior de la sociedad civil debe prevalecer sobre el de las parcialidades de gremios, partidos, religiones, categorías sociales o proyectos personales”.
Pero, ¿Qué ha sucedido en la práctica cada vez que se ha presentado un evento electoral? ¿Cuáles han sido los intereses y las posiciones que se han impuesto en esas contiendas electorales y en los posteriores efectos de sus resultados? Pues con muy contadas excepciones, como en un incesante ritornelo, se ha hecho todo lo contrario de lo que se ha predicado.


En cada candidatura presidencial o en cada triunfo obtenido en la elección de parlamentarios, Gobernadores o Alcaldes, se han repetido las mismas exclusiones, actitudes hegemónicas, sectarismos, cegueras y visiones sesgadas de la realidad, que tanto se critican y condenan. Se ha incurrido, una y otra vez, en la torpeza y el error de creer que la votación obtenida, le pertenece única y exclusivamente al candidato electo o que se debe solo a los militantes de su organización.


Craso y lamentable error de esa dirigencia política, porque esas actitudes lo que han hecho es acrecentar el abismo existente los partidos y sus líderes con el conjunto de los ciudadanos, que han perdido la confianza en ellos. Todas las mediciones de opinión realizadas dejan constancia de ese abismo, en el que se evidencia un rechazo de mas del 80% de la ciudadanía tanto a los partidos del gobierno como a los de la oposición.
De modo que ahora, cuando se convoca un proceso de elecciones primarias para escoger una candidatura presidencial unitaria, que debería ser un proceso armónico, transparente y propiciador de la necesaria unidad opositora, en los hechos se ha convertido en una competencia interpartidista, en la que otra vez afloran, por parte de algunos precandidatos, posiciones sectarias, excluyentes y con pretensiones hegemónicas.
Ante ese escenario de poca confianza y lealtad, ha ido surgiendo del seno de la propia ciudadanía, del interior del propio pueblo soberano, un sentimiento de verdadera y auténtica unidad que se ha cifrado alrededor de la figura de María Corina Machado, a quien por su coherencia, verticalidad, valentía y honestidad, se le reconoce como la líder de ese enorme sentimiento de UNIDAD NACIONAL que quieren y desean la mayoría de los venezolanos.


La de María Corina, se ha convertido en la verdadera candidatura unitaria. En la auténtica candidatura suprapartido. En ella convergen los mas variados factores políticos, económicos y sociales, porque para aceptar su respaldo a nadie se le imponen condiciones que no sean otros que su profundo amor al país, su competencia para el trabajo y la adscripción a los más elevados principios democráticos y valores morales.


Por otra parte, desde el punto de vista de los Demócratas Cristianos que no tenemos complejos en definirnos como demócratas de centro-derecha, María Corina Machado es la precandidata, de mayor opción, que mas se identifica con nuestros postulados doctrinarios e ideológicos. Aparte por supuesto de los otros dos precandidatos democristianos que también participan en la primarias, pero que no cuentan en estos momentos con el favor popular y la fortaleza indispensable para derrotar a la tiranía. Por eso repetimos y aceptamos, que este no es el momento de los partidos sino de la sociedad civil como conjunto.


Los Demócratas Cristianos coincidimos con la caracterización que María Corina ha hecho de la crisis nacional y compartimos sus propuestas para resolverla.
Al igual que ella, creemos que no solo estamos enfrentando a un mal gobierno, sino que estamos ante una estructura criminal mafiosa, desalmada, antinacional, anticristiana, tiránica y totalitaria.


Creemos en el valor de la libertad como fundamento esencial para la promoción y desarrollo del hombre y de la sociedad.
Postulamos la defensa de la individualidad y la dignidad del hombre.
Perseguimos la construcción de un mundo mejor, perfectible, pero no perfecto como falsamente lo ofrece la utopía comunista.
Coincidimos en el estímulo a la libre competencia y al libre mercado con sentido social, en la defensa de la familia, de la historia y de la propiedad privada y, en el rechazo al desaforado intervencionismo estatal en la economía y al colectivismo negador de valores y derechos individuales.
También compartimos el criterio de que para que exista libertad, debe haber ley, orden, justicia, democracia, saber y virtud.


Finalmente queremos destacar que suscribimos los principios liberales que los padres de la patria plasmaron en la constitución primigenia, la de 1811, mediante la cual surgimos como República independiente, en la que se proclamó al mundo la primacía de la “soberanía popular, la igualdad ante la ley, la independencia de todo poder extranjero, la división de poderes, la forma republicana de gobierno, la abolición de castas y privilegios, el sufragio popular, el principio de la legalidad y los derechos del hombre y el ciudadano”.

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