CARLOS SÁNCHEZ BERZAÍN,
Han asesinado al candidato presidencial Fernando Villavicencio en Ecuador. Matar a quien amenaza la impunidad es práctica reiterada del sistema dictatorial de crimen organizado transnacional cuya marca política es el socialismo del siglo XXI. Villavicencio es la más reciente víctima con la que repiten su metodología que en este siglo mató a Osvaldo Payá en Cuba, al fiscal Alberto Nisman en Argentina, al general Jorge Gabela en Ecuador, al general Raúl Baduel en Venezuela y más. Es una amenaza a los defensores de la libertad y la democracia en las Américas, ¿Quién sigue?
El asesinato de Villavicencio, perpetrado por sicarios, es un crimen de la política cometido por el crimen organizado, que detenta el poder político y que usa el narcotráfico como una de sus armas de poder económico y control criminal. La distinción entre el narcotráfico y poder político ha desaparecido o es en extremo difusa en los “narcoestados” en que han convertido a Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua las dictaduras del socialismo del siglo XXI y que fue Ecuador con Rafael Correa.
Narcoestado es el “país cuyas instituciones políticas se encuentran influenciadas de manera importante por el poder y las riquezas del narcotráfico, cuyos dirigentes desempeñan simultáneamente cargos como funcionarios gubernamentales y miembros de las redes de producción y/o tráfico de drogas narcóticas ilegales, amparados por sus potestades legales”. El gobierno del narcoestado está integrado o penetrado por quienes auspician, promueven, protegen, defienden, participan y/o se benefician del narcotráfico.
La historia prueba que desde la década de los sesenta del siglo pasado la dictadura de Cuba, por medio de Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara, proclamó “el narcotráfico como arma de lucha contra el imperialismo”.
Cuba fue el primer narcoestado de la región con la asociación del dictador Castro con los narcotraficantes Pablo Escobar, de Colombia, y Roberto Suárez, de Bolivia, que produjeron el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa, del coronel Antonio de la Guardia y otros en el intento de encubrir a Castro.
Con el gobierno de Rafael Correa, Ecuador fue un narcoestado. Lo prueba la “Operación Fénix” o “bombardeo de Angostura”, el ataque de fuerzas de Colombia en la zona de Angostura cerca de Santa Rosa de Manamaru, provincia de Sucumbíos el 1° de Marzo de 2008, que eliminó a 22 guerrilleros de las FARC incluyendo a alias Raúl Reyes, que operaban desde territorio del Ecuador. Fueron localizados porque “Raúl Reyes usó un teléfono satelital el 27 de febrero para recibir una llamada de Hugo Chávez”, el presidente del narcoestado de Venezuela.
El presidente Lenin Moreno retornó Ecuador a la democracia con la restitución de los elementos esenciales y empezó el desmontaje del narcoestado, proceso debilitado en la gestión actual. Retomar la lucha contra el narcotráfico fue tarea efectiva de Moreno al que intentaron derrocar en octubre de 2019. Correa había retirado la base antinarcóticos de Manta y cesado la cooperación internacional.
El más importante y valiente opositor a Correa y su dictadura del socialismo del siglo XXI fue Fernando Villavicencio, perseguido y exiliado, que señaló, documentó y demostró el narcoestado, la corrupción y la violación de derechos humanos institucionalizada por Correa repitiendo el método cubano de terrorismo de Estado.
La candidatura presidencial de Villavicencio es la postura más firme para evitar la reinstalación del narcoestado en Ecuador y el certificado de “no impunidad” para Rafael Correa, condenado a ocho años de cárcel con sentencia ejecutoriada. Villavicencio era el impedimento para evitar que candidatos pro Correa -Luisa González- y beneficiarios de las dictaduras del socialismo del siglo XXI tomen la presidencia de Ecuador para “rehabilitar” al prófugo, repitiendo el modelo de Luis Inácio Lula da Silva, que pasó de la cárcel a la presidencia de Brasil.
Evitar que Ecuador vuelva a ser un narcoestado del socialismo del siglo XXI, impedir la impunidad de Rafael Correa, recuperar la agenda de retorno a la democracia iniciada por el presidente Moreno, son temas que el asesinato de Villavicencio ha convertido en “agenda nacional”, que cualquiera de los candidatos democráticos que resulte elegido deberá cumplir.
El socialismo del siglo XXI o castrochavismo es el disfraz político del crimen organizado que busca presentar como políticos a los criminales y en convertir en política delitos como el narcotráfico, el terrorismo de estado, el terrorismo internacional, la corrupción, la trata de personas, el esclavismo, la tortura, la agresión a la paz, la seguridad internaciona y más. Es la sustitución de la democracia por la violencia, el adversario político se ha convertido en un enemigo al que se puede eliminar.
Los autores directos del asesinato de Villavicencio son solo instrumentos. La “autoría mediata” (quienes instiguen o aconsejen… .quienes ordenen… valiéndose de otras personas….) definida en el artículo 42.2 del Código Orgánico Integral Penal de Ecuador es la más importante, y todo señala a miembros del socialismo del siglo XXI. ¿Quién se beneficia del crimen?
La muerte de Fernando Villavicencio muestra además los riesgos de los luchadores por la libertad y la democracia, que tienen enemigos que matan y que amenazan públicamente a líderes como María Corina Machado, en Venezuela, Patricia Bullrich, en Argentina, periodistas, dirigentes cívicos, sindicales y políticos, hombres y mujeres de la resistencia civil en Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua… ¿Quién sigue mientras las dictaduras criminales detentan el poder?
*Abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy
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