LA HABANA.- Cuando comenzaron las vacaciones de verano, a Charly, estudiante universitario que reside en el este de La Habana, su papá le regaló 500 dólares para sus gastos de ocio. Su padre, ingeniero civil en una empresa estatal, devenga un salario irrisorio: 5.200 pesos mensuales (21 dólares al cambio en el mercado informal). Pero hace dinero a manos llenas, al igual que muchos en Cuba, trabajando ‘por la izquierda’.
Se dedica a la venta de casas y diseños interiores en nuevos negocios privados. En un mes puede ganar hasta 3.000 dólares. “En cada venta de una propiedad o terreno, obtengo beneficios de un diez a un quince por ciento. También realizo diseños. Después de la pandemia, se ha visto un resurgir con la apertura de nuevos negocios. Por ahora no me falta trabajo. Y puedo regalarle dinero a mi hijo, que obtiene excelentes notas en la universidad, para que salga con su novia y sus amigos”, dice el padre del joven estudiante.
Cuenta Charly, que en un principio “pagaba en divisas. Pero sucede que la mayoría de los dueños de bares y paladares valoran el dólar muy por debajo de la tasa de cambio en la calle. Para que el dinero me rinda más, vendo los dólares”. 500 dólares a 250 pesos, según la cotización en el mercado informal, son 125.000 mil pesos cubanos. Aunque parece una cantidad enorme representa el salario de dos años de un profesional en Cuba, asegura Charly que “si no lo ahorro y administro bien se gasta en un mes”.
“Si no se administra bien, se gasta en un mes. Separo el dinero en paquetes de 6.000 pesos y cada vez que salgo con mi novia o mis amigos, llevo 6.000 pesos. Planificándolo así me alcanza para unas veinte salidas. El taxi de ida y vuelta lo pagamos entre cuatro o cinco personas. Y los gastos se pagan a la americana, pero yo le pago a mi novia, pues su familia es de bajos ingresos”, dice Charly.
Ni él ni su padre utilizan las pasarelas de pago del régimen Transfermovil o En Zona. “En un país como Cuba, donde se fiscaliza al detalle la vida de un ciudadano, hay que ser muy tonto y guardar dinero en el banco o hacer transferencias bancarias por aplicaciones supervisadas por el gobierno”, afirma el padre de Charly.
Samantha, vendedora de ropa a domicilio, considera que “esa normativa del gobierno de bancarizar las transacciones financieras es una trampa. Esa gente (el régimen) viven en una realidad paralela. Las tarjetas de créditos, los monederos en teléfonos móviles o pagar con el código QR se usan en el mundo porque es más cómodo. Pero en Cuba esa medida es para fiscalizar cuánto dinero ingresa y cómo lo gasta la gente”.
Lo ilegal es costumbre
En un país donde la ilegalidad es costumbre, resulta contradictorio intentar trazar reglas de juego del Primer Mundo cuando se tiene una infraestructura tecnológica comparable con la de Haití. Lo peor, piensa Richard, mesero de una cafetería privada, es que “vivimos en un Estado policiaco donde tener mucho dinero es considerado un delito. Por tanto, la gente se ve obligada a infringir las leyes para subsistir.»
Richard opina que es un chiste, «pretender que seamos transparentes en las transacciones bancarias cuando el gobierno te paga un salario mínimo de 2.000 pesos que no alcanza ni para comprar un paquete de diez libras de pollo en el mercado clandestino. Y si necesitas medicinas, ropa o calzado, los cubanos tienen que adquirirlo por la izquierda. Por eso la gente está muy irritada con esa medida”.
Lo estatal no sirve
Dania, además de masajista particular, le hace publicidad a una MIPYME en redes sociales. Con los dos empleos, al mes puede ganar hasta 50.000 pesos. “Si le trabajara al Estado, con la mierda que paga, solo podría comprar pan. A los jóvenes nos gusta vestirnos a la moda y pasar un rato agradable y seguro, en bares privados climatizados. En las fiestas públicas que organiza el gobierno lo mismo te pueden robar el teléfono móvil que acosarte sexualmente. Las opciones recreativas de calidad están destinadas a las personas con altos ingresos», explica y añade:
“Existen cientos de bares en toda la isla, pero casi ninguno está al alcance de un empleado estatal. Los mejores bares de La Habana son muy caros. En otros, más tranquilos, se puede ir en pareja. También hay discotecas como el Johny y sitios como el Turquino o el Salón Rojo del hotel Capri, que, aunque son del Estado, los precios están por las nubes. En cualquiera de ellos, un trago cuesta como mínimo 400 pesos. El precio de un reservado VIP fluctúa entre 100 y 120 dólares. Y en algunos solo se puede ir con reservación o si vas acompañado de hijo o nieto de un ‘mayimbe’ [funcionario del régimen]. En esos lugares la mayoría de los pagos se hacen en efectivo. Apenas verás a negros o mestizos, a no ser los guardias de seguridad o los cocineros. Mientras la gente que trabaja y los jubilados hacen colas de dos o tres horas para sacar un poco de dinero de los cajeros, en esos bares y discotecas, los usuarios andan con bultos de billetes que gastan en una noche”, asegura Dania.
Transparencia cero
Giselle, profesora particular de inglés, afirma que el “efectivo en Cuba se utiliza en más del 70 por ciento de las transacciones. Excepto el pago de la electricidad, el gas o reservar en un hotel, el resto de los gastos es con cash. No se olvide que la inmensa mayoría de las compras y ventas que hacemos los cubanos o son ilegales o no son transparente. Es imposible querer bancarizar un país donde solo se pueden extraer 5.000 pesos diarios, sin contar que los cajeros automáticos están desbaratos o no funcionan. Esa medida es una utopía”.
El mercado manda
Igor, trabajador de una MIPYME, expresa que “fue el propio gobierno el que obligó a muchos dueños de negocios privados a no guardar el efectivo en los bancos al imponer en enero de este año un límite a las transferencias de dinero. Solo se permite transferir 80.000 pesos diarios o 120.000 pesos al mes. En cualquier negocio, esas cantidades son una calderilla. Por eso el sector privado comenzó a guardar el efectivo. Del tema más importante las autoridades no hablan: al no existir un mercado de divisas, los emprendedores se ven obligados a comprar los dólares en la calle al precio que dicta el mercado informal”.
José Antonio, obrero del servicio de comunales, apunta que “nada de lo que hace el gobierno es para beneficiar al pueblo. Al contrario. Es para vigilarte. Si tienes mucho dinero en el banco, las autoridades te pueden abrir un expediente por enriquecimiento ilícito. Además, después de la Tarea Ordenamiento, en enero de 2021, la gente que tenía sumas importantes en pesos convertibles (CUC) vio cómo su dinero se devaluó. A mí no me gusta usar tarjetas bancarias. En cuanto cobro, saco todo el efectivo. No te puedes fiar de los gobernantes, son unos bandidos”.
Ocho de cada diez personas consultadas para esta nota prefieren guardar el dinero en sus casas. No confían en el sistema bancario. Lo suelen ver más como una sucursal de la policía que un lugar seguro donde guardar sus ahorros.