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El sueño de Martin Luther King Jr: 60 años después en Cuba y Estados Unidos

JOHN SUÁREZ,

Hace sesenta años, el 28 de agosto de 1963, una gran parte de los Estados Unidos estaba inmerso en la lucha por eliminar la segregación racial, y los activistas de derechos civiles hacían todo lo posible porque se aprobara una ley que garantizara el derecho al voto. La marcha a Washington, DC que concluyera con el discurso “Yo tengo un sueño” de Martin Luther King, Jr. quería presionar al Congreso a aprobar dicha ley, y lo lograron. Al igual que él, yo tengo un sueño de una Cuba libre sin dictadura donde un estado de derecho se establezca y se respeten los derechos humanos.

Aquella fue una revolución noviolenta que aspiraba a la justicia y que cambió la sociedad estadounidense, y 50 años después, un presidente afroamericano ocuparía la Casa Blanca, confirmando que al menos parte del sueño de Martin Luther King, Jr. se había hecho realidad.

Lamentablemente, el 26 de agosto pasado, un hombre blanco armado con una AR-15 “cubierta con suásticas mató a tres personas afroamericanas en una tienda Dollar General en Jacksonville, Florida, y luego se suicidó, según informes de la policía que describió el ataque como motivado por resentimientos raciales”.

La lucha por alcanzar una sociedad donde las personas sean juzgadas por el contenido de su carácter, al decir de King, continúa. Aún lo necesitamos.

Comparemos este movimiento no-violento con la revolución violenta que quiso derrocar una dictadura a noventa millas de los Estados Unidos. En 1963, esa revolución apenas cumplía cuatro años. Han pasado sesenta y cuatro desde que la dictadura de Castro reemplazó la dictadura de Batista, y la misma sigue en el poder, matando y reprimiendo. A pesar de estadísticas falsas respecto a la salud y la educación, la realidad de su fracaso en ambos sectores se hizo evidente durante la pandemia. El éxodo masivo de millones de cubanos, que no cesa, demuestra la pesadilla que existe en Cuba. Hoy por hoy, hay más de mil cubanos en presidió solo por querer ser libres.

Tampoco olvidemos que muchos cubanos que lucharon junto a Fidel Castro en los años cincuenta eventualmente se alzaron contra él en los sesenta, en una lucha armada que, si bien fue valiente, fracasó. La nueva dictadura eliminó toda oposición durante años, tanto la violenta como la pacífica.

Un movimiento no violento comenzó a surgir en las prisiones en los setenta, y se extendió a las calles en los ochenta. A pesar de esto, muchas voces dicen que la lucha pacífica no ha triunfado, y aconsejan o bien colaborar con la dictadura o llevar a cabo una resistencia violenta.

Es triste que, a pesar del éxito del movimiento de derechos civiles en Estados Unidos, hacia 1967, Martin Luther King, Jr. se sintió retado por el movimiento del Poder Negro, movimiento que lejos de acelerar el advenimiento de la justicia social y económica, la detuvo en seco. El reverendo King aconsejó a los activistas afroamericanos no seguir el camino de Castro o de Guevara:

“Los disturbios no conducen al éxito”, dijo King. Para él eran un fracaso objetivo más allá de la moral o la fe. “Porque si decimos que el poder es la habilidad de efectuar cambios, o de alcanzar un propósito”, dijo, “entonces no es una muestra de poder llevar a cabo disturbios, no importa cuánto ruido se haga, o cuántas cosas se incendien”. Igualmente, exhortó a sus colaboradores a combatir “la ilusión romántica” de la guerra de guerrillas al estilo Che Guevara. Ninguna versión “afroamericana” de la revolución cubana triunfaría sin una amplia simpatía política, afirmó King, y solo un puñado de personas dentro de la minoría negra están a favor de una insurrección. King alababa la disciplina de la desobediencia civil, que él definía no como un derecho sino como homenaje a una energía democrática por desarrollar. Urgió a sus colaboradores a “hacer realidad todo el poder de la no-violencia sobre los problemas económicos”, aunque la Constitución no prometía ni un techo ni un plato de comida. “Digo todo esto porque quiero que sepamos lo difícil de esta tarea”, concluyó King, en su súplica más elemental: “No podemos dejarnos intimidar por los que se burlan hoy de la no-violencia”.

Al igual que Mohandas Gandhi, el reverendo Martin Luther King, Jr. fue asesinado. Sucedió el 4 de abril de 1968.

Raúl Castro, sin embargo, sobrevive aferrado al poder mientras la isla de Cuba se hunde en la miseria y la desesperación con Miguel Díaz-Canel como presidente-a-dedo y con su hijo Alejandro Castro Espín compartiendo el poder detrás del telón.

Entretanto, dos hombres valientes, Oswaldo Payá Sardiñas, líder opositor y fundador del Movimiento Cristiano Liberación, y Harold Cepero, un joven líder del mismo movimiento y ex seminarista, fueron asesinados el 22 de julio de 2012 por abogar a favor de un cambio no-violento en Cuba.

Oswaldo había conseguido más de 25,000 firmas en medio de una dictadura estalinista para exigir una votación nacional que cambiara el sistema y reconociera los derechos y la dignidad del pueblo cubano. Al igual que Martin Luther King, Jr., Payá fue asesinado, pero sus ideas y su ejemplo viven y son inspiración para muchos.

El sueño perdura en otros, aunque el soñador haya muerto a manos de las fuerzas represivas y el odio.

Por eso, en el 60º aniversario de la Marcha sobre Washington, el King Center dice «sueña otra vez, marcha hacia adelante». Porque, como observó T. S. Eliot en 1927, «si adoptamos la visión más amplia y sabia de una causa, no existe una causa perdida porque no existe una causa ganada».

John Suárez, Director Ejecutivo, Centro por una Cuba Libre http://www.cubacenter.org/

Fuente: Diario las Américas

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