lunes, noviembre 25, 2024
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Enemigos de EEUU se agrupan en el BRICS por un nuevo orden mundial

MIAMI– Ningún otro país como China -en las últimas dos décadas- ha buscado la hegemonía mundial con cada vez más claras intenciones de destronar a Estados Unidos (EEUU) y desmembrar el sistema capitalista occidental.

China, un régimen comunista regido por estrictas normas de un único partido político (Partido Comunista de China), se insertó en la economía mundial mediante reformas que le otorgaron el estatus de economía de mercado de forma oficial en el 2016.

Mucho antes de integrarse en el 2001, mediante el protocolo de adhesión a la Organización Mundial de Comercio (OMC) bajo la condición de “economía de no mercado”, el régimen ya tomaba fuerzas desde mucho antes (década de 1980) y se levantaba de la mano del más poderoso: Washington.

China, promotor del nuevo orden mundial

Entre 1978 y 2005, su tasa promedio de crecimiento fue del 10%, según datos del gobierno chino. Ahora, el Producto Interno Bruto (PIB) es el mayor respecto a la paridad de poder adquisitivo.

La ayuda de Norteamérica desde hace décadas, a medida que se hizo mayor, propició un cambio en la mentalidad de los dirigentes chinos que comenzaron a ver el vertiginoso desarrollo del país como una posibilidad real de competir contra el más fuerte. Esa transformación socioeconómica y su nueva fase de plataforma estratégica convirtieron a China en la segunda potencia económica y militar del planeta.

La crisis creada por la pandemia de SARS-COVID-2 o COVID-19 fue la revelación más evidente de la estrategia geopolítica de China y de tendencias que se manifestaban a escala mundial, pero que avanzaban de forma poco perceptibles y poco realizables dentro de un mundo extremadamente polarizado y erosionado política, económica y culturalmente. Estas condiciones hacían impensable un avance fugaz a gran escala del gigante asiático frente a la Unión Europea, el Medio Oriente, el resto de las naciones de Asia y Norteamérica.

Ahora, China comunista, basa su imagen atractiva en una visión del ser humano y de la sociedad muy similar a la de Occidente, gracias a las nuevas tecnologías. Pero en la práctica, mantiene los mismos controles y la planificación centralizada de sus políticas internas y externas.

Mediante este poder económico, sustentado en su revolución industrial, cultural y de comercio desde las reformas de 1978 que abrieron el flujo directo y sostenido del gran capital estadounidense, China ejecuta ahora la segunda fase de consolidación económica con una expansión subrepticia y a la vez exitosamente visible, en América Latina, África, Europa y la llamada Ruta de la Seda, una extensa red de rutas comerciales terrestres y marítimas de 5.000 kilómetros que interconectan el continente asiático, con terminales en las islas del Sudeste Asiático, el Mediterráneo europeo y la costa Oriental Africana.

Nace el bloque de países BRICS

Como parte de este ambicioso plan de hegemonía mundial se crea en junio del 2009 el BRICS, con el precedente de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) en 2001, integrado por Rusia y cuatro exrepúblicas soviéticas. En 2017 se le unen al OCS India y Pakistán, y en septiembre de 2022, Irán. En total 9 naciones.

“BRICS ha iniciado un nuevo capítulo en su esfuerzo por construir un mundo justo, equitativo, inclusivo y próspero”, afirmó Cyril Ramaphosa, presidente de Sudáfrica y el anfitrión de la cita reciente en agosto de ese grupo. El país africano fue el último en sumarse al bloque en 2010.

Sin embargo, el verdadero objetivo de las oficialmente cinco naciones del BRICS es agrupar en un bloque económico y político a grandes enemigos de EEUU como Rusia, China e Irán para enfrentarse a Norteamérica y evitar la dependencia del dólar estadounidense.

La suma de seis nuevos miembros a partir del 1ro de enero de 2024 junto a China, Brasil, India, Sudáfrica y Rusia (Arabia Saudita, Irán, Etiopía, Egipto, Argentina y los Emiratos Árabes Unidos) revela los verdaderos propósitos del BRICS, que ahora controlará el 80% del petróleo mundial y el 32% del Producto Interno Bruto (PIB) en el planeta.

De esta forma, el BRICS supera en peso económico al G7, el grupo de potencias occidentales liderado por Estados Unidos y la Unión Europea, según un informe del Banco Mundial.

Pero la principal expectativa es que las 11 economías participantes a partir de enero se apoderen de más de la mitad del PIB mundial antes del 2050. Resulta muy probable que el grupo admita que más naciones se sumen en los próximos años.

La actual expansión allana el camino para que decenas de otros países busquen ingresar al grupo, que se ha comprometido a abordar un nuevo orden mundial por encima de EEUU y diversas potencias occidentales, el tema central en su encuentro entre el 22 y el 24 de agosto de este año.

Más de 20 países han expresado formalmente su interés en unirse al bloque, mientras que muchos también han hecho consultas informales, de acuerdo con el embajador sudafricano ante el BRICS, Anil Sooklal.

Guerra frontal al dólar estadounidense

“Hay un impulso global para el uso de monedas locales, arreglos financieros alternativos y sistemas de pago alternativos”, dijo el líder sudafricano Ramaphosa al terminar el evento. Incluso, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva insistió en su llamado a una moneda común, algo que ya había anunciado a comienzos de año en alianza con Argentina.

En el 2015, el BRICS funda el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), una alternativa para contrarrestar las políticas financieras del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, dirigidas por EEUU y países occidentales.

Llama la atención que Brasil, a través de la expresidenta socialista Dilma Rousseff, controla el capital inicial del NBD de más de 100.000 millones de dólares.

En representación de Moscú, acudió a la cita el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, quien reiteró en la cumbre que el bloque busca establecer un sistema alternativo de pagos internacionales mediante SWIFT o BIC, un código de identificación bancaria más utilizado actualmente para transferencias internacionales de dinero.

Estos códigos fueron creados para incrementar la seguridad en las transferencias internacionales, erradicar errores, aumentar la rapidez y evitar costos adicionales, pero que también abren la posibilidad a un nuevo sistema financiero de intercambio sin el dominio del dólar, del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI).

En su discurso por videoconferencia en el evento de Johannesburgo, Putin dijo que Rusia estaba «redirigiendo» sus flujos comerciales a los países BRICS y otros «socios internacionales confiables», según la transcripción del Kremlin.

Por su parte, Xi Jinping» está centrado en contrarrestar lo que considera “esfuerzos de EEUU por contener el desarrollo de China”, pero lo que ha hecho Washington desde el mandato del presidente Donald Trump es frenar el espionaje chino, el robo abierto de la propiedad intelectual y científica estadounidenses, denunciar los ataques directos a empresas estadounidenses en Pekín y muchas otras acciones deliberadas y consideradas peligrosas para la seguridad nacional de EEUU.

Para responder a la ‘contención occidental’, Xi Jinping intenta movilizar todo lo que tiene a su alcance, incluidos los llamados instrumentos legales, consideran expertos.

Latinoamérica y el Caribe, foco de evidente atención

Gran parte de los espacios que ha dejado EEUU durante décadas en América Latina y el Caribe los han ocupado China y Rusia en los últimos 20 años mediante fuertes inversiones económicas, pero de enorme trasfondo sociopolítico y expansionista, como es el caso de Brasil. El país sudamericano recibió en 2022 un préstamo de China por 500 millones de dólares a través del Banco Do Brasil.

Venezuela ha amasado miles de millones de dólares de bancos chinos en préstamos adeudados, por lo cual en casi ocho años el régimen de Nicolás Maduro parece haber perdido la prioridad de respaldo financiero directo por parte de Pekín.

Cerca de la mitad de los 65.000 millones de dólares en préstamos chinos en América Latina se los llevó Venezuela y por supuesto, no ha pagado. De ahí el freno en los últimos cuatro años sobre los créditos del régimen asiático en la región.

El apoyo de Rusia, Turquía y China ha sido vital para mantener a Maduro en el poder, uno de los principales objetivos para Pekín y Moscú revelados por altos funcionarios de Xi Jinping y Vladimir Putin.

En Centroamérica, Honduras ha solicitado la ayuda de China por encima de las inversiones de Taiwán, al tiempo que el régimen de Jinping extendía un cheque de $121 millones a Barbados y otro de $192 millones a Guyana, ambos para proyectos de infraestructura. Y, por supuesto, Cuba sigue situada como un punto clave estratégico de alto valor militar y de inteligencia para Rusia, China e Irán a unas 90 millas de EEUU.

Entre los intereses de China en la región se encuentran recursos naturales como el litio, el petróleo, el cobre, el oro y las oleaginosas, elementos cruciales para su economía y desarrollo. Pero lo fundamental es que Pekín alista infraestructuras estratégicas para ampliar su presencia militar, comercial y de espionaje en el patio de Norteamérica, al igual que lo ha hecho el Kremlin desde la crisis de los misiles en octubre de 1962.

Como nuevo miembro del BRICS a partir de enero, el actual presidente de izquierda de Argentina, Alberto Fernández, resaltó la «relevancia singular» como «referente geopolítico y financiero» de la inclusión de su país en el BRICS, además de que supone el 30% de sus exportaciones.

El mandatario argentino recordó que las gestiones para el ingreso comenzaron hace un año, con la petición formal al entonces presidente del bloque, el chino Xi Jinping, con la «convicción» de que el BRICS es «una plataforma política y económica necesaria frente a un mundo inestable e inequitativo», en el que los países con economías emergentes precisan «mayores niveles de integración».

Pero con el triunfo en las primarias del conservador y popular economista, Javier Milei, el camino del BRICS en Argentina parece bien oscuro. Milei ha dicho que de ser presidente no hará pacto con China ni con “ningún comunista”.

Gobierno de Joe Biden y su respuesta al BRICS

Estados Unidos restó importancia a la expansión del BRICS al señalar que cada país puede escoger a sus socios; mientras que el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, destacó la disparidad de visiones políticas dentro del bloque y dijo a reporteros que Washington no ve al grupo con posibilidades reales de «evolucionar para convertirse en algún tipo de rival geopolítico».

Pero a pesar de las declaraciones de Sullivan y de la Casa Blanca, la realidad ha demostrado que China, Rusia, Irán y Arabia Saudita ahora unidos en el BRICS no trabajarán sobre ningún interés favorable a EEUU y más que una observación pasiva, el poderoso grupo merece toda la atención posible en cada uno de sus pasos a partir de ahora.

Para la administración de Joe Biden, lo más preocupante de la expansión proyectada del BRICS es el desembarco de Irán en el grupo.

La república islámica buscó esta membresía para burlar el aislamiento al que la someten las sanciones occidentales encabezadas por Washington debido a su programa nuclear, la falta de intención de un acuerdo real y la represión brutal de protestas y el encarcelamiento y torturas a los disidentes. En ese mismo enfoque se ubica la narcodictadura de Venezuela, visiblemente ansiosa por integrarse a un bloque que le siga ayudando financieramente tras varios años de recesión económica y sin ninguna alternativa medianamente eficaz.

La inclusión de enemigos acérrimos antiestadounidenses en el BRICS, y las solicitudes de otros para entrar, delatan la estrategia antioccidental del bloque, que a partir de 2024 será de 11 miembros.

A pesar de que el gobierno de Biden le ha restado relevancia al BRICS por supuestas grandes divergencias internas, el mundo se abre a la expectativa de lo que podrá hacer el poderoso grupo, que busca un nuevo orden mundial sin la presencia de EEUU ni la de otras economías occidentales.

lmorales@diariolasamericas.com

Fuente: Diario las Américas

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