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Los funcionarios públicos tienen razón al abandonar la Asociación de Bibliotecas de EEUU

MARCO RUBIO,

Examen rápido: ¿Cree usted que las bibliotecas públicas deberían promover el socialismo? ¿Cree que deberían ofrecer cuentos de ‘drag queens’ para niños? ¿Y cree que se les debería permitir discriminar a los cristianos? Si respondió “no” a estas preguntas, los medios de comunicación izquierdistas probablemente piensen que usted es un fascista.

La verdad, por supuesto, es mucho menos sensacionalista y mucho más sencilla. En pocas palabras, los activistas progresistas están utilizando sus posiciones de influencia y recursos gubernamentales para imponer su ideología a los estadounidenses. Esto es especialmente evidente en la Asociación de Bibliotecas de EEUU. (ALA, por sus siglas en inglés), cuya presidente es una autodenominada “marxista” que quiere convertir las bibliotecas en espacios “queer y de diferencia en vez de democracia y ciudadanía”.

A medida que las personas normales y cuerdas han notado esta tendencia, han comenzado a rechazar esta postura, resultando en una serie de retiros de la asociación. Este “éxodo” no se trata de una “prohibición conservadora de libros”, sin importar lo que afirma la agencia de noticias Associated Press. Se trata que los estadounidenses no quieren que ellos ni sus hijos sean sometidos a la propaganda izquierdista.

Dan Kleinmann lo expresa bien cuando dice que el problema con la ALA es que ha “pasado de ser una organización que ayudaba a las comunidades y usaba el sentido común a una que simplemente promueve una visión”. De manera similar, la comisionada Diana Finegan del condado Citrus de Florida resalta, “[l]as bibliotecas deberían educar al público, no adoctrinarlo”. Ella explica que el condado eliminó la tarifa anual de la ALA de su presupuesto porque el gobierno “no necesita darle dinero de los impuestos a ninguna organización dirigida por una marxista”.

Hay pocas dudas que la ALA está utilizando el dinero de los impuestos federales para hacer su trabajo sucio. A principios de este año, la organización emitió una guía para evitar que la editorial cristiana Brave Books organice eventos en bibliotecas públicas. En respuesta, los senadores Mike Braun (R-IN), Kevin Cramer (R-ND) y yo le enviamos una carta al Instituto de Servicios de Museos y Bibliotecas exigiendo una investigación sobre la flagrante discriminación religiosa por parte de la ALA.

Mientras tanto, los escándalos continúan surgiendo en el liderazgo de ALA. El 2 de septiembre del 2023, la presidenta Emily Drabinski asistió a una presentación socialista sobre la llamada “pedagogía fugitiva” o “cómo infiltrar ideas socialistas como la Teoría Crítica Racial en los salones incluso cuando la ley lo prohíbe”. Posteriormente, Drabinski dijo que las bibliotecas “necesitan… ser un lugar de organización socialista”. Esto es una locura, incluso para una organización progresista.

Los defensores de la ALA argumentan que quienes abandonan la organización amenazan el “libre acceso a las ideas”. Ellos tildan a aquellos que rechazan sus posturas como “Nazis” de la ALA y advierten que “así es exactamente como Hitler llegó al poder”. Es irónico, porque la ALA es quien censura, y es dolorosamente obvio que el movimiento para abandonar esta organización está motivado por el deseo de tener más libertad, no menos.

A los estadounidenses no se les debería imponer una ideología tóxica en las bibliotecas, del mismo modo que no se les debería imponer en los colegios. A menos que la ALA se disculpe por su comportamiento atroz y corrija su rumbo de inmediato, retener los fondos de la membresía es probablemente lo más sensato que pueden hacer los funcionarios públicos.

Fuente: Diario las Américas

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