MIQUEL GIMÉNEZ,
De mi época socialista guardo muchos recuerdos —llegué a escribir un libro sobre mi experiencia en el PSC—, pero hay uno que me parece harto ejemplar. Se celebraba una manifestación y un miembro del partido que había ostentado importantísimas responsabilidades pero había caído en desgracia se dirigió a mí pensando que yo mandaba algo para preguntarme «bueno, ¿cuál es mi sitio en la cabecera?». Lógicamente le dije que no tenía ni idea y que, además, yo no pensaba acudir. Creo que se enfadó mucho más por lo primero que por lo segundo. El sujeto en cuestión pertenece a esa raza de gente que siempre ha de aparecer junto al líder, al que sostiene la pancarta, al que han elegido algo, lo que sea, no importa el qué. La izquierda está llena de esos parachutistas que se arriman al poderoso creyendo que el poder y la influencia se adquieren por ósmosis.
No quisiera que tal cosa sucediera entre la gente que nos oponemos a esa banda de mediocridades, pillos y vagos que han convertido a España en un solar. Por eso, y ante la convocatoria de la manifestación del día 8 de octubre, quisiera lanzar una advertencia: el lugar en que se está es lo de menos porque lo importante es estar. Bien sé que es conveniente que los líderes políticos encabecen la protesta porque eso trasmite una idea de unión, de fortaleza, de hermandad entre gentes que aparcan sus diferencias pensando solo en España.
Pero cuando un escritor, un periodista, un escultor o un portero de Torrelodones, que para mí todos somos igualmente necesarios en lo que de auxiliar a la patria se trata, me pregunta dónde debe colocarse en la manifestación me viene a la cabeza aquel funcionario del socialismo de cargo suculento y nepotismo puro y duro. No caigamos en eso, por favor. Haya pancarta y haya cabecera, y haya fotógrafos y cámaras, pero la imagen realmente importante, la que cuenta, la que puede asustar a los felones traidores, es la de cientos y cientos de miles de españoles salidos de todas las clases sociales, de todos los partidos, de todas las partes de nuestra nación convocados para defender nada menos que a esa España y a esa democracia que tanto costó tener. Porque el lugar que nos toca a quienes acudiremos es… cualquiera, ya que estés donde estés verás rojigualdas y hermanos que las portan con un mismo sentimiento compartido. Allí no habrá ricos, pobres, altos, bajos, hombres, mujeres, universitarios, obreros. Todos seremos iguales, todos seremos españoles, gente de honor. No se trata de preguntarle a nadie su partido, su cargo, ni si piensa esto o lo otro porque el simple hecho de estar ahí indica la voluntad de frenar a quienes pretenden destrozar todo aquello que nos une. Entendamos que esto no va de salir en la foto ni de aparecer al lado de tal o cual líder. Esto va de españoles, de España, y ante tal empeño todo lo demás es ridículo y mezquino. Y todo esto que estoy escribiendo, parafraseando a Conan Doyle, al menos lo entenderá un lector.