MARCO RUBIO,
Imagínese vivir en un país donde los narcotraficantes y quienes trafican a seres humanos violan descaradamente la ley. Donde los cárteles de droga usan tácticas militares para abrumar a las fuerzas del orden, donde dejan a los hombres golpeados y ensangrentados por intentar mantener el orden. Y donde en una guardería muere un bebe de un año por culpa del fentanilo y después esconden su cuerpo sin vida debajo de un tapete.
Desgraciadamente ese país es EE.UU. Es el resultado inevitable de la retórica del presidente Joe Biden y la negativa de su administración de hacer cumplir la ley. Día tras día, el presidente Biden está convirtiendo a EE.UU. en una tierra de caos y miedo.
Todo comenzó en la campaña presidencial del 2020, cuando el entonces candidato Joe Biden prometió detener las deportaciones, detener la construcción del muro fronterizo y poner fin a la política de “tolerancia cero” de la administración Trump. Inmediatamente, la inmigración ilegal se disparó.
Las cosas solo empeoraron cuando el presidente Biden asumió su cargo e hizo realidad su retórica de fronteras abiertas. En el año fiscal 2021, las autoridades estadounidenses se toparon con casi 2 millones de personas en la frontera: el número más alto en décadas. Ese número superó los 2.7 millones al año siguiente. Este año estamos por batir todos los récords de la historia. Algunas de estas personas son rechazadas, pero la gran mayoría no. Según algunas estimaciones, 3.8 millones de inmigrantes ilegales han entrado y permanecido en EE.UU. Todo gracias a las políticas de la era Biden.
Esto va más allá de las estadísticas. Para comunidades fronterizas como la de Eagle Pass en Texas, esta crisis significa la transformación de un pequeño pueblo estadounidense en lo que un residente tildó como “una zona de guerra”. Para ciudades como Nueva York, significa hacer sacrificios inmensos en temas como la vivienda pública y los servicios públicos que, según el alcalde demócrata Eric Adams, están “destruyendo” todo. Y para decenas de miles de personas en todo el país, significa la muerte a manos del envenenamiento por opioides sintéticos fabricados en China que entran a EE.UU. como contrabando desde México.
La responsabilidad de esto recae directamente sobre los hombros del presidente Biden. Algunos demócratas lo niegan y culpan a los desastres naturales, el cambio climático, la corrupción, las economías en declive y el malestar político en los países en desarrollo. Sin embargo, todas estas circunstancias existieron durante la época de la Administración Trump.
La diferencia clave entre entonces y ahora son las prioridades. Y, la Administración Biden no le está dando prioridad a los intereses de EE.UU. ni a sus ciudadanos.
El mes pasado, agentes federales fueron captados en cámara cortando las barreras físicas que Texas construyó para prevenir la migración ilegal. Eso puede beneficiar a alguien, pero ciertamente no es bueno para el pueblo estadounidense. Asegurar nuestra frontera es uno de los deberes constitucionales más básicos. Desafortunadamente, es un deber que el presidente Biden ha decidido deliberadamente descuidar.
Esto es injusto no sólo con nosotros, sino también con nuestros hijos y nietos, porque cuanto más tiempo permanecen abiertas nuestras fronteras, más rápido se vuelve un atractivo para todas las personas que buscan huir de su país natal en todo el mundo. Si estamos a la vanguardia de una migración masiva, necesitamos sentar un buen precedente ahora, uno que respete la ley, atienda las necesidades de los estadounidenses y que busque disuadir a los posibles inmigrantes ilegales de poner sus vidas en riesgo en un viaje tortuoso y peligroso. En pocas palabras, necesitamos que el presidente cambie de rumbo.
Sin embargo, el presidente no hará eso, lo que significa que el Congreso debe intentar forzarlo. Esto va más allá de simplemente gastar más dinero en la frontera. Significa promulgar cambios sustanciales en las políticas para garantizar que el poder ejecutivo no utilice el dinero de los contribuyentes para traficar migrantes ilegales al país. EE.UU. no puede sostener una migración ilegal desenfrenada; ningún país puede hacerlo por muy rico que sea.
El congreso de EE.UU. tiene varias herramientas que podemos y debemos utilizar para comenzar a cambiar el comportamiento anárquico de esta administración. Sin embargo, en última instancia, corresponde a todos los estadounidenses elegir un gobierno que se alinee con sus valores. Así es como marcaremos una diferencia real en la frontera y mejoraremos las vidas de los ciudadanos trabajadores.