En Nicaragua se ha dado luz verde a un nuevo ataque a la libertad de religión y a la Iglesia Católica. La dictadura sandinista de Daniel Ortega y Rosario Murillo, una practicante declarada del ocultismo, ordenó la detención de otros seis sacerdotes en los últimos días, con lo que la cifra de secuestrados ascendió a 13, entre ellos el obispo Rolando Álvarez condenado a 26 años de prisión.
Y mientras el régimen intensifica la persecución contra la Iglesia, el Vaticano y la Conferencia Episcopal de Nicaragua guardan silencio.
El sacerdote Ramón Ángulo Reyes, párroco de la iglesia Nuestra Señora de Fátima, en la localidad de El Rama, fue detenido el domingo y es el último presbítero encarcelado. Otros cinco han sido detenidos durante la última ola de arrestos. Se trata de los sacerdotes Álvaro Toledo, Julio Norori, Iván Centeno, Cristóbal Gadea y Yesner Pineda.
Las nuevas detenciones ocurren en medio de un clima de tensiones entre Ortega y la Iglesia católica, una crisis que inició en abril de 2018, tras las protestas antigubernamentales que demandaban la salida del poder del dictador, cuya respuesta fue una brutal represión que dejó más de 355 personas asesinadas. Pero Ortega responsabiliza a la Iglesia Católica de las protestas y la acusa de un supuesto fallido «golpe de Estado».
Acciones criminales
El dictador sandinista ha ido escalando la persecución contra los sacerdotes. No solo los ha descalificado llamándoles «hijos del demonio» o «mafia organizada», sus agresiones han pasado de las palabras a las acciones criminales. Las fuerzas represivas de Ortega dispararon contra la parroquia Divina Misericordia, en julio de 2018, donde un grupo de estudiantes se había refugiado huyendo de los grupos paramilitares, dejando como saldo un estudiante muerto. Quemaron la Capilla de la Sangre de Cristo en la Catedral de Managua. Una simpatizante del régimen lanzó ácido en el rostro al sacerdote Mario Guevara. A ello se suman los ataques a más de un centenar de religiosos que se han visto obligados a exiliarse, han sido expulsados o no le han permitido el ingreso al país.
Para Reina Ponce, activista política nicaragüense, Ortega, en su estrategia represiva dejó para el final a la Iglesia católica. Inició descabezando el diálogo, a la oposición, las organizaciones no gubernamentales —clausurando más de 3,000 a la fecha—; encarceló a siete precandidatos presidenciales que buscaban participar en las elecciones de 2021, reservando para el final su ola represiva a la Iglesia católica, ente que participó como garante y mediador en el diálogo nacional que el mismo Ortega solicitó, y cuyo propósito fue ganar tiempo, organizar a grupos paramilitares y neutralizar las protestas a sangre y fuego.
«Debido a la persecución política y el estado policíaco instaurado desde el 2018, los nicaragüenses salieron masivamente del territorio nacional, pero también por razones económicas», sostiene Ponce. «Ortega calculó que la fuerza viva de las primeras movilizaciones ya estaba fuera del país, que se habían exiliado, y por eso se atrevió a atacar a la Iglesia Católica. Sabía que no había ninguna posibilidad de un nuevo levantamiento ahora en defensa de los religiosos, porque el miedo a la represión se respira en el ambiente con una sociedad civil desarmada y masacrada por alzar su voz«.
¿Dónde los tiene la dictadura?
La situación es grave porque se desconoce el paradero de los sacerdotes detenidos. Para Jaime Ampié, un católico practicante, exiliado y expreso político, lo que sucede con la Iglesia Católica no es un hecho nuevo.
«Ahora en Nicaragua lo vemos con mayor fuerza porque tenemos al alcance las redes sociales, pero la Iglesia Católica también fue perseguida brutalmente en la década de los 80, durante la primera etapa del sandinismo. Pero en esa época -y eso hay que admitirlo como miembros de la Iglesia-, había obispos que entendían mejor su misión como pastores, y eso conlleva que los obispos, sacerdotes y los mismos laicos deben estar conscientes de que la fe conlleva riesgos y que se deben de asumir con valentía y sin miedos», acotó.
Ampié coincide con Ponce en torno a la política de la política terror instaurada por el régimen para neutralizar a la población. A juicio del entrevistado, el silencio no es solo causado por el temor.
«El silencio no solo lo causa el miedo. También lo causa el mal. Es consecuencia también del pecado, y el silencio puede ser muy pecaminoso cuando este lleva a callar el dolor de aquellas personas, de las víctimas que necesitan de la voz de los que están libres, y creo que es un error el que está cometiendo Roma, y algunos miembros de la Conferencia Episcopal en Nicaragua, que han decidido callar alegando que el Vaticano se encarga de dialogar directamente con el régimen».
Y es que así lo dio a conocer el papa Francisco. «En Nicaragua las noticias son claras, hay diálogo, se ha hablado con el Gobierno. Hay diálogo, pero esto no quiere decir que se apruebe o desapruebe todo lo que hace el Gobierno» dijo el pontífice el 15 de septiembre de 2022. Un año después, la cifra de sacerdotes encarcelados ha aumentado.
A esta altura El Vaticano y el régimen nicaragüense mantienen suspendidas las relaciones diplomáticas por decisión de Ortega.
Para Ampié, la persecución contra la Iglesia tiene un origen espiritual. «Es una lucha del bien contra el mal. Todos sabemos que en Nicaragua se ha ido asentando el oscurantismo y la brujería y el régimen está asociado a ese tipo de prácticas y la Iglesia Católica representa un peligro real en contra de las aspiraciones de esta gente que promueve el mal, la brujería y el satanismo. Es una forma de rendir créditos al mal, el hacerle daño a gente buena y consagrada como el obispo Rolando Álvarez y los 12 sacerdotes encarcelados».
Se refiere a las prácticas de brujería de Murillo, la vicepresidenta y esposa de Ortega. Asuntos conocidos públicamente desde 1990, cuando en enero de ese año ella convocó a un «congreso internacional» de brujos que terminó siendo suspendido por la pérdida de las elecciones del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que se celebraron el 25 de febrero.
Ampié cree que el sacerdocio en Nicaragua se siente abandonado. «He hablado con algunos que se han exiliado y sienten ese abandono», afirmó
«Nunca antes se había visto hasta ahora con este pontificado como el silencio se ha impuesto y es una cuestión propia del pontificado de Francisco«.
Ponce asegura que Ortega no les perdona a los sacerdotes haber protegido a manifestantes que buscaron refugio en los templos durante la brutal represión, y que se pusieran de escudos para proteger a la población en momentos que el régimen daba la orden de disparar contra la población; algo que, a su juicio, el dictador Ortega considera como «interferencia» en sus planes.
Para Ampié, solo un milagro podría sacar a Ortega del poder y tiene fe en ello. «La salida es Dios, estamos conscientes que ha de triunfar y que es fiel y no nos abandona a la suerte del mal. Él hará brillar Su Gloria y poder y honrará a los que hoy están sufriendo por su nombre y por su Iglesia. Hay que tener fe y esperanza que va a llegar esa libertad a Nicaragua».